Página dedicada a mi madre, julio de 2020

Victor Segalen

Thibet

1917-1918

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TÖ-BOD

I

Des ailes… Non. Le vol plumeux n’a que faire aux sommets des cimes
Où jeux d’ouragans ne portent pas.
Ce n’est plus d’un frisson léger que se dompte ici cette rime.
Mais saccadant le roc sous mon pas,
À droit de vie à gré de mort, méprisant la plaine marine,
D’un pied dur j’aborde ta colline,
Bod, ô Tö-bod, ô THIBET! lutrin du monde chantant,
J’ose en toi ce poème exaltant.
Qu’il n’aille point «comme l’oiseau qui se nourrit de riz et graines »
– Vautour tordant la broche du vers,
Ou l’effort redressé des millions de temps d’haleine,
Bec neuf dans la glace des hivers.
Et laissant l’homme s’ébaudir au verbe sonnant par sa bouche,
Noyé sous les flots de la langueur,
Puissé-je, – moi – scander à coups de reins dans ta grandeur
Cet hymne mouvant, ce don farouche,
Tribut d’essor escaladant à Toi des pays le plus haut!
– Mon cœur, qu’il en batte chaque mot.

 

II

Lors, que mon chant ne suive point en leur trop commune mesure
Ces vains jeux de mots encadastrés.
Le rythme qu’il se fasse bond et, crevant la vieille masure,
Chemine au plus haut des cieux astrés.
Et quel célébrant célébré, hanteur des vieux lieux liturgiques,
Prophète en haut-mal de l’avenir,
Quel récitant discipliné ou conducteur d’élans bachiques,
Ne s’essoufflerait à ton gravir?
Ou bien, cet enfermé, – le fou! – suant son encre à domicile
Prend peur à ton immense horla.
N’opposez point la motte au mont: l’Horebe au Tonnant de Sicile.
L’Olympe petit au Dokerla.
Mais sur les coupes de tes croupes, par les rimes de tes cimes, les créneaux
Béants en tes rejets synclinaux,
Et par les laisses de tes chaînes, par les cadences d’avalanches
Des troupes de tes séquences blanches,
Il le faut: que, – magique au monde rare dont tu fais le toit, –
L’Hymne ne se fonde que sur toi.

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III

Même si je meurs plongeur à la mer saumâtre, mauvaise au goût,
Ou nageur à plat dessus la plaine,
Ou de mort tiède étalé dans l’immobile lit trop doux,
Je n’omettrai point de mon haleine,
Ardente, – cri de rappel, – le souvenir à voix d’airain
De ton premier geste souverain.
Thibet, d’un bond tu m’apparus, – le monde changé, – vierge énorme
Au delà des monts de mon désir;
Épaulant le Ciel-Océan de ton promontoire sans norme,
Radjah du gigantesque gésir.
L’espace a durci; le poids tombe; l’eau se fait lutte mouvante;
Ici, tout dévale de ton haut;
Et l’eau et l’espace et le poids et je ne sais quoi d’épouvante,
Descend, majestique en Tes troupeaux:
Ces humains! Ces taureaux enrobés! des deux arcs m’encornant, – des                      [deux mains m’empoignant,
Intrus et interdit dès l’orée;
Ces géants grenats et grands, faces saintes, démarches délurées,
Ces bucranes vivants et grognants!

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IV

Sois loué, Thibet inhumain, pour ce front masqué de glaciers;
(Je n’y vois d’insolites visages…)
– Marmonnants mufles de mes yaks, chanfreins de mes chevaux d’acier, –
(Je n’y vois d’insolites visages…)
Pour ton blason sans traits ni teint, pour ta figure d’icoglan
(Je n’y vois d’insolites visages:)
Je veux dire ici: vision soudaine de cette Autre, de l´autre clan
D’Elles, en leurs magiques mirages!
Larves douces d´épouvante ou fantôme vicieux
Je veux dire, ici, ces Paysages
Vivants: deux sourcils, et un front, des joues amantes, et des yeux
Si lourds avec ce regard d’orage;
Ces puits effrayés de se voir; et cette source des dieux:
La bouche avec ses pouvoirs de rage,
Demi-mouvante demi-mue, et bue ou buvante à son gré,
Tout l’Être aux horizons de naufrage;
Dans le quotidien de nos jours vrais trop radieuse en ses ravages
Sans jamais s’y laisser intégrer!

 

V

Terre! Terre! Surhaussement du Continent plus que lui-même
Roi, – se couronnant sur ton pouvoir.
À travers lui les vassaux vont et viennent, mouvant diadème,
Portant la rançon de leurs avoirs.
Ceux qui s’élancent sur des pieds à sabots griffus de démons;
Les filles qui marchent d’un bond libre;
Et ces longs serpents de tes eaux, nés du plus pur jet de tes monts:
Grands fleuves cherchant leur équilibre!
À travers gorges et ressauts sautant, roulant, fluant, bavant,
Ils mènent leur course à l’embouchure,
La vasque finale dissoute en son déhanché décevant:
La mer, hydropique bavochure;
La mer sans monts, la mer sans front, la cuve d’ennui gris-de-plomb
Qui danse comme ours en ses marées;
Prodige! la voici par Toi, – à tes pieds grimpante – halée,
La mer pérégrine à ton aplomb!
Elle se courbe, elle est en route en son esclavage éphélide
Vers toi, véhément dans le solide!

Tíbet

Versión junio-agosto de 2022

NOTA DE INTRODUCCIÓN. Este poemario, en el que Victor Segalen trabajó entre 1917 y 1918, se publicó íntegro en Mercure de France en 1979, a los sesenta años de su muerte. Posteriormente, se publicó en Odes. Thibet, Gallimard, 1986 y Œuvres, Gallimard, Biblithéque de la Pléiade, 2020.
El autor no dejó una redacción definitiva de las secuencias que componen el libro, sino varias versiones, algunas de ellas sin enumerar; por ello, las ediciones citadas presentan variantes que afectan al propio texto y a la disposición de las mismas.
El poemario consta, en las ediciones de 1979 y 1986, de cincuenta y ocho secuencias distribuidas en tres secciones: To-Bod (I-XXI), Lhasa (XXII-XLVII) y Po-Youl (LXVIII-LVIII). Cada poema se compone, en general, de nueve dísticos formados por un extenso verso irregular y un eneasílabo. 

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TO-BOD

I

Alas… No. El vuelo alado nada tiene que hacer en las cumbres de las cimas
A las que no llevan juegos de huracanes.
No es ya con ligero temblor como se doma aquí esta rima.
Sino que hendiendo la roca a mi paso,
Con derecho de vida, con gusto de muerte, despreciando la llanura marina,
Con pie duro abordo tu colina,
¡Bod, oh, To-Bod, oh, TÍBET!, atril del mundo que canta,
En ti me permito este poema ferviente.
Que no vaya «como el pájaro que se nutre de arroz y granos»
– Buitre que retuerce el broche del verso,
O el esfuerzo enderezado por millones de tiempos de aliento,
Pico nuevo en el hielo de los inviernos.
Y dejando que el hombre se distraiga con el verbo que suena en su boca,
Ahogado bajo oleaje de languidez,
Que yo pueda, a golpe de riñones, escandir en tu grandeza
Este himno agitado, este don salvaje,
Tributo de impulso que te escala, ¡a Ti, la más alta de las regiones!
– Mi corazón, ¡que golpee cada palabra!

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II

Entonces, que mi canto no siga en su muy común medida
Vanos juegos de palabras trabadas.
Que el ritmo se haga salto y, quebrando el viejo albergue,
Camine a la cima de cielos estrellados.
¿Y qué celebrante celebrado, asiduo de los viejos lugares litúrgicos,
Profeta en gran mal del porvenir,
Qué recitante disciplinado o conductor de impulsos báquicos,
No jadearía en tu escalada?
O bien este encerrado, – ¡el loco! – sudando tinta en su morada
Se asusta ante tu inmenso horla.1
No opongáis el terrón al monte: el Horeb2 al Tonante de Sicilia,
El Olimpo pequeño al Dokerla.3
Sino que en las copas de tus grupas, por las rimas de tus cimas, las troneras
Dilatadas en tus brotes sinclinales,
Y por las laisses de tus cadenas, por las cadencias de avalanchas
De los cortejos de tus series blancas,
Es preciso: que, – mágico en el mundo raro del que eres techo, –
El Himno se funde solo en ti.

1. horla: fantasma protagonista del cuento homónimo de Maupassant.
2. Horeb: otro nombre del monte Sinaí.
3. Dokerla: montaña sagrada del Tíbet.

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III

Incluso si muero buceando en el mar salobre, de mal sabor,
O nadando agotado en la llanura,
O de tibia muerte en mi inmóvil lecho muy dulce,
Nada descuidaré mi aliento,
Ardiente, – grito de llamada, – el recuerdo con voz de bronce
De tu primer gesto soberano.
Tíbet, de un salto surgiste ante mí, – el mundo cambiado, – virgen enorme
Más allá de los montes de mi deseo;
Sosteniendo el Cielo-Océano con tu promontorio sin norma,
Rajá de gigantesco yacer.
El espacio se ha endurecido; el peso cae; el agua se hace lucha agitada;
Aquí, todo resbala de tu altura;
Y el agua y el espacio y el peso y no sé qué espanto
Desciende, majestuoso, en Tus rebaños:
¡Estos hombres! ¡Estos toros envueltos! Corneándome con dos arcos, –                      [empuñándome con dos manos,
A mí, intruso y proscrito desde la linde;
Estos gigantes granates y grandes, rostros santos, andares atrevidos,
¡Estos bucráneos vivos y rugientes!

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IV

Alabado seas, Tíbet inhumano, por esta frente cubierta de glaciares;
(Ahí no veo insólitos rostros…)
– Balbucientes hocicos de mis yaks, testuces de mis caballos de acero, –
(Ahí no veo insólitos rostros…)
Por tu blasón sin trazos ni tinta, por tu figura de icoglán
(Ahí no veo insólitos rostros:)
Quiero decir aquí: visión súbita de esta Otra, del otro clan,
¡De Ellas, en sus mágicos espejismos!
Larvas dulces de espanto o fantasmas viciosos
Quiero decir, aquí, estos Paisajes
Vivos: dos cejas, y una frente, mejillas amantes, y ojos
Tan graves con esta mirada de tormenta;
Estos pozos asustados de verse; y esta fuente de dioses:
La boca con sus poderes de rabia.
Medio agitada medio muda, y bebida o bebiendo a su gusto,

Todo el Ser en horizontes de naufragio;
En la rutina de nuestros días verdaderos, muy radiante en sus estragos
¡Sin dejarse integrar nunca!

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V

¡Tierra! ¡Tierra! Encumbramiento del Continente más que él mismo
Rey, – coronándose en tu poder.
A través de él, los vasallos van y vienen, agitada diadema,
Llevando el tributo de sus haberes.
Los que se lanzan en pies con pezuñas con garras de demonios;
Las jóvenes que caminan con salto libre;
Y estas largas serpientes de tus aguas, nacidas del más puro surtidor de tus                     [montes:
¡Grandes ríos que buscan su equilibrio!
A través de gargantas y declives saltando, rodando, fluyendo, babeando,
Llevan su curso a la desembocadura,
La piscina final disuelta en su balanceo decepcionante:
El mar, hidrópico babeo;
El mar sin montes, el mar sin frente, la cuba de tedio gris plomizo
Que danza como oso en sus mareas;
¡Prodigio!, ¡helo aquí, – trepando a tus pies – por ti erguido,
El mar peregrino en tu aplomo!
Se curva, está en camino en su esclavitud efélida
Hacia ti, ¡vehemente en lo sólido!

VI

Par le voyage de la vie en caravane personnelle,
Exploratrice du temps blanc;
Par les étapes et le gîte en cette aventure charnelle;
Par les déduits les plus accablants,
Il y a ces abandonnés jetés aux heures éternelles…
Instants d’une extase sans remords.
– J’ai vu mieux et de mes yeux vu cinquante grands yaks aux yeux morts,
Rochers asséchants que l’eau abreuve;
Blocs sinistres et fruits du froid saisis dans l’étreinte du sort,
Cinquante incrustés dedans le Fleuve.
Ayant voulu le traverser ils furent pris avant le port;
Têtes si belles à grand’cornes!
Cinquante mufles desséchés et pleins de vide et creux de mort…
Mais plus épouvantable de morne,
J’ai contemplé de tous mes yeux trop tremblants d’un rude soupçon
Ce moine gelé, bloc irascible,
Délaissé là par ses conjoints avant l’agonie impossible:
– J’ai vu l’homme vif pris au glaçon.

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VII

Quel homme eût sculpté cet effort? Quel être-dieu eût ébauché
Ce corps innombrable et sans figure?
– Ils sont là tous, taillant, rodant et ravalant à leurs carrures
Le trop-plein du bloc bien retouché.
Ces bons potiers qui tournent, tournent leurs jolis dieux comme des pots,
Enfants bégayant de leurs mains grises,
Coulant sans rire un masque en pleurs et sous le galbe d’un suppôt,
Refaisant toujours la forme apprise;
Sots artisans n’osant pas plus que simuler le bon vivant:
Ils travaillent non pas sur eux-mêmes;
– Mais toi, Thibet, tu t’es pétri, levé du plus fort de toi-même,
Héros terrassier et émouvant:
Non point potier mais poète; et non artisan mais poème
Non point du dehors mais du dedans;
Dieu statuaire et dieu surgi, ciseau et feu et roc ardent,
Tu fis ta médaille planétaire,
Ton propre grand œuvre dressé à ta devise escaladant:
«Montagnes, sculpture de la terre.»

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VIII

Tout le village s’est levé, en joie, en proie à l’aventure :
Ils vont divisant l’espace ami
La tête haute sur le ciel sillé de leur désinvolture
Ils marchent – et moi – vers Mont-Omi!
Ils ont paré leurs beaux habits tués de neuf de l’azalée
Qui fête la plus grande en-allée.
Ils fleurent la bête cousue, ils me flairent en bondissant
Sans voir – je regarde ces passants.
Lestes et gais et bons parleurs, hommes-rouges, femmes-turquoise
Leurs jambes, vives reines du bond…
Leurs pendeloques ondulant dans une mine si courtoise
Ces airs de souverains vagabonds!
– Ô Fille si vite envolée! Ô pérégrine cuirassée
Espoir d’une étape harassée!
Gazelle forte au harnais bleu – ah! ce n’est ce regard d’élan,
Ni rut ou même étreinte mystique…
De grâce ô marcheuse implorée: un coup d’épaule! À ton élan
Monter de ce grand pas élastique!

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IX

Dans la rumeur et le brouillard gris, dans la honte encotonnée, terreuse et                               [sordide
J’invoque ton immense parure
Pendeloques de beau métal et de pierres faites de toi
Couvrant le sein de ta pérégrine
Fille cuirassée d’argent, couronne parée, diadème et manteau bien serti
Tibet, déesse encabochonnée
Je te soupèse et je te ris en marchand du Ladak bavant sur sa proie qui                                      [reluit,
Mais plus avarement que lui,
Je tiens à deux [mains] mes richesses: tes métaux et tes pierres… tes monts                              [et lacs et roches…
Que jamais plus désormais
On ne puisse penser à toi ni prononcer le cri de «Tibet!»
Sans entendre parmi l´oreille
L´impitoyable cliquètement de cette parure orfévrée
La séquelle de mes mots précieux,
La suite enchâssée de mes pierres, la chute de mes cristaux tintants
Et que, non épouvanté de mon œuvre,
Petit, au bas, mais non pas effacé, ni trop humilié,
Mon nom comme un coin se redéchiffre! 

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X

Fille de la force, fille des monts, maîtresse d’un corps épuisé,
Fatigue, – voici l’heure enivrée.
Que le chanteur hindou et noir distille son herbe poivrée,
Liquide pieux, brûlant, rusé,
Offert-offrant et poison-dieu et pétillante girandole…
– Je bois la fatigue mon idole.
Sur un rythme préparateur, j’incante: «Ô mortier! ô pilon!
Instruments d’un ivre sacrifice;
Servants en marche balancés dans le quotidien supplice,
Ô Genoux, ô plantes, ô talons!
Broyez et tirez de ma chair oh! le seul jus qui l’invigore
Sucez mon humaine mandragore:
Pressez, foulez, et vendangez l’offrande à toi seul Thibet-Roi,
Bétail assommé tout d’un arroi!
Troupeau haletant de mes membres; dévotion inassouvie:
Ma peau se dégonfle de ma vie…
Je la consacre et te l’accroche en un trophée, en un seul vœu:
Seul don de mon être qui se meut.»

VI

Por el viaje de la vida en caravana personal,
Exploradora del tiempo blanco;
Por las etapas y el albergue en esta aventura carnal;
Por los retozos más abrumadores,
Están estos abandonados, arrojados en las horas eternas…
Instantes de un éxtasis sin remordimientos.
– He visto mejor y con mis ojos visto cincuenta grandes yaks de ojos                                    [muertos,
Peñascos resecos que el agua abreva;
Bloques siniestros y frutos del frío cogidos en el abrazo de la suerte,
Cincuenta incrustados dentro del Río.
Al querer atravesarlo los atraparon antes del puerto;
¡Hermosas cabezas de grandes cuernos!
Cincuenta hocicos disecados y llenos de vacío y huecos de muerte…
Pero más espantoso por siniestro,
He contemplado con mis ojos muy trémulos por una ruda duda
Este monje helado, bloque irascible,
Ahí desamparado por su grupo antes de la agonía imposible:
– He visto al hombre vivo preso en el hielo.1

1. En esta secuencia se recrea un episodio contado por el padre Huc en Souvenirs d´un voyage dans la Tartarie.

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VII

¿Qué hombre habría esculpido este esfuerzo? ¿Qué ser-dios habría esbozado
Este cuerpo innumerable y sin figura?
– Ahí están todos, tallando, puliendo y tragando en sus envergaduras
La superabundancia del bloque muy retocado.
Estos buenos alfareros que vuelven y vuelven sus lindos dioses como vasijas,
Niños balbucientes con sus manos grises,
Colando sin reír una máscara en llanto y bajo el perfil de un cómplice,
Rehaciendo siempre la forma aprendida;
Necios artesanos que solo se atreven a imitar al vividor:
No trabajan sobre ellos mismos;
– Pero tú, Tíbet, te has moldeado, elevado en lo más fuerte de ti mismo,
Héroe excavador y emocionante:
No alfarero, sino poeta; y no artesano, sino poema,
No desde fuera, sino desde dentro;
Dios estatuario y dios surgido, cincel y fuego y roca ardiente,
Hiciste tu medalla planetaria,
Tu propia obra maestra erigida a tu divisa que escala:
«Montañas, escultura de la tierra.»

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VIII

Todo el pueblo se ha levantado, alegre, presa de la aventura:
Van divisando el espacio amigo
Con la cabeza erguida sobre el cielo hollado por su desenvoltura
¡Caminan – y yo – hacia el Monte Omi!1
Han adornado sus hermosas ropas, matadas de nuevo, con azalea
Que celebra la mayor ida.
Huelen a bestia cocida, me olfatean saltando,
Sin ver – miro a estos viandantes.
Leves y alegres y parlanchines, hombres-rojos, mujeres-turquesa
Sus piernas, vivas reinas del salto…
Sus colgantes ondulando con un aspecto tan cortés
¡Estos aires de soberanos vagabundos!
– ¡Oh, Muchacha que has volado tan pronto!, ¡Oh, peregrina acorazada,
Esperanza de una etapa agotada!
Gacela fuerte de arneses azules – ¡ah! no es esta mirada de impulso,
Ni celo o incluso abrazo místico…
Te lo ruego, oh, caminante implorada: ¡ayúdame! ¡Ante tu impulso
Subir con este gran paso elástico!

1. Monte Omi: Otro nombre del monte Emei, montaña sagrada del budismo, situada en la región de Sichuan, China, cercana al Tíbet.

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IX

En el rumor y la niebla gris, en la vergüenza algodonada, terrosa y sórdida
Invoco tu inmenso adorno,
Colgantes de bello metal y de piedras hechas por ti,
Cubriendo el seno de tu peregrina,
Muchacha acorazada de plata, corona engalanada, diadema y abrigo                                   [engastado
Tíbet, diosa hecha cabujón,
Te evalúo y te río tal comerciante de Ladakh babeando en su presa brillante,
Pero más avaramente que él,
Sujeto con las dos [manos] mis riquezas: tus metales y tus piedras… tus                               [montes y lagos y rocas…
Que ya nunca más
Podamos pensar en ti ni pronunciar el grito «¡Tíbet!»,
Sin oír en medio del oído
El despiadado tintineo de este adorno labrado,
El séquito de mis palabras preciosas,
La secuencia encastrada de mis piedras, la caída de mis cristales                                              [tintineantes,
Y que, no espantado por mi obra,
Pequeño, abajo, pero no borrado, ni demasiado humillado,
¡Mi nombre como un troquel se descifre!

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X

Hija de la fuerza, hija de los montes, señora de un cuerpo agotado,
Cansancio, – he aquí la hora embriagada.
Que el cantor hindú y negro1 destile su hierba especiada,
Líquido piadoso, ardiente, astuto,
Ofrecido-oferente y veneno-dios y chispeante candelabro…
– Bebo el cansancio de mi ídolo.
En un ritmo preparador, conjuro: «¡Oh, mortero! ¡Oh, maza!
Instrumentos de un ebrio sacrificio;
Siervos en camino mecidos en el cotidiano suplicio,
¡Oh, Rodillas, oh, plantas, oh, talones!
Moled y sacad de mi carne ¡oh! el único jugo que lo vigoriza
Absorbed mi humana mandrágora:
¡Prensad, pisad y vendimiad la ofrenda para ti solo, Tíbet-Rey,
Ganado entero abatido por un séquito!
Rebaño jadeante de mis miembros; devoción insaciable:
Mi piel se vacía de mi vida…
Te la consagro y cuelgo como un trofeo, en un único voto:
Único don de mi ser que se mueve.»

1. cantor hindú: se refiere a la figura del rsi, que recitaba los textos védicos. En  Rig-Veda, se lee: «¡Oh, mortero!, ¡oh, mazo!, instrumentos del sacrificio…».

XI

Fatigue qui vient: lente et leste, avec ce beau pas d’éléphant;
Dorée au midi; matrone rousse
Des soirs; vierge lourde au matin quand mon rêve se fend
En deux univers comme une gousse!
La voici maîtresse incrustée en cet inexorable affront,
Solitaire, pénétrante et nue;
Dans mes cuisses et dans mon cœur et à ma gorge et à mon front
Jusqu’aux creux des sources inconnues,
Jusqu’aux replis invisités; jusqu’en la moelle de mes reins.
Vampire elle me jouit et m’habite.
Soit-elle abondante et repue, – ô baume en mes vases murrhins,
Soit-elle hébergée et bénédite
Jusqu’à défaillir et mourir, pour Celui plus grand qui la suit,
(Non point le repos, non pas la nuit.
Moins encor le sommeil toujours le même en sa trop quiétude)
Mais pour son vainqueur des lassitudes,
Dieu fier, dieu pur, parèdre mâle et le plus noble des amants
Fatigue, pour le surpassement.

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XII

A moi, Thibet, à l’aide! à moi! voici l’imprévu et l’obstacle,
Voici la frontière du fini.
Il faut passer. Je dois passer, et malgré toute la débâcle,
Franchir le Grand-Fleuve d’Infini.
Je tâte du pied ta falaise et cette faille terrienne;
Ce pont, arqué du ciel à l’enfer:
Est-il balustré de solide ou fait de trame aérienne?
Est-ce un tablier chaîné de fer?
Est-ce le tronc qui se dérobe ou le gué profond gonflé d’outres,
Ce bac du Ta-Kiang torrentueux,
Ou l’envol ailé inventé pour ce gros flux mystérieux
Que Brahmes dénomment Brahmapoutre.
Est-ce le glissement léger sur un câble beurré au choc,
L’essor d’une flèche prisonnière,
Ou cet engin vertigineux – allant – venant, et pendulaire,
Battant sa longueur de roc en roc?
Si je ne lâche – je m’abîme – au temps voulu, – temps pulsatile,
En ce long linceul fluviatile.

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XIII

J’aimai le seul, j’aimai l’unique, – o pic singulier et morose
Celui…
Régnant sur l’air, entouré d’air, égoïste et nu
J’ai bu
Mais non pas à l’égal du monstre-acète encaqué dans sa pierre,
Muré, mourant là, et pourrissant,
Dont la main sèche seule sort en quête
Un homme enseveli en son sang!
J’aimai l’en-allée haletante et me sentir très erratique,
Marcheur insolite et surmené,
Mais non plus à l’égal de lui: ce vagabond érémitique
Sorcier des hauts pics embéguinés
Encontré face à face errant sur la crête d’un col de glace,
Hagard, armé – nu – de son trident,
Maquillé d’air, rougi de vent, farouche masque à feu-ardent
La bouche tremblante de grimace…
Il se crut tout à coup visé, reflété en moi, – moi en lui:
Voilà pourquoi tous deux avons fui.

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XIV

Je me défends de t’aimer, Bod, en dépit de ce tutoiement:
L’hymne « j’aime » est réservé pour Elle.
Mâle-Thibet tu comprendras ma discrète ardeur en amant:
Voici : (ce n’est pas une amourelle!)
Elle est divine au bout du monde et plus diverse que tes monts:
Elle est extrême, mon démon.
Et pourtant proche, et si vraiment à portée à moi dans la vie,
A moi provocante au grand combat.
Mais cette défensive enclose et sa retraite inassouvie
Ce mur aux créneaux que mon cœur bat!
Entre elle et moi entre elle et moi il y a cette rose armure
La chair non-pareille est malgré nous.
Défaut des yeux, et boucliers aux points dressés comme parures,
Défaut qui se baise à deux genoux.
– Je t’ai monté, Pôle du froid; je t’ai dompté, Pic des montagnes,
Mais elle où la vaincre et la gravir?
La voici nue et blanche et haute afin de mieux me rassouvir
D’Elle – ma multiple compagne.

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XV

Dans les terrains les plus abstrus, sous les minéraux les plus aigres,
Au plus sourd des mondes anciens,
Par les marais et les magmas dormant sur les gisements maigres,
Aux cœurs des plus durs géomanciens,
– J’ai vu ces jets, ces jeux brillants, coulés de fonte d’un or rare,
Percer les grossiers soubassements.
Toi-même THIBET, rocher pur, es pénétré de ces carrares,
Toi-même es veiné comme un amant.
– Je suis doué de trop de vue et perçant ta solide armure,
Je vois le filon non minéral:
Sous tes glaciers étoilés d’air, et sous tes pics en endentures,
Voici cet éclat non sidéral:
L’Autre élément qui n’est de feu, ni de bois ou fer, ni de terre,
Ni d’eau, – et ni même de lumière:
L’Autre Être toute de mon sang, la même en sa métamorphose,
La Seule, qui pose un halte-là!
Ma concubine dans l’esprit et ma complice dans la chose:
THIBET, par beauté, exalte-la!

XI

Fatiga que llega: lenta y ágil, con este hermoso paso de elefante;
Dorada a mediodía; matrona pelirroja
De las tardes; ¡virgen pesada en la mañana cuando mi sueño se abre
En dos universos como una vaina!
He aquí a la señora incrustada en esta inexorable afrenta,
Solitaria, penetrante y desnuda;
En mis muslos y en mi corazón y en mi garganta y en mi frente,
Hasta el fondo de las fuentes desconocidas,
Hasta los repliegues no visitados; hasta la médula de mis riñones,
Vampiresa ella misma, me goza y me habita.
Que sea abundante y saciada, – oh, bálsamo en mis jarras múrrinas,
Que sea albergada y bendita
Hasta desfallecer y morir, por Aquel más grande que la sigue,
(No el reposo, ni la noche,
Menos aún el sueño siempre igual en su excesiva quietud)
Sino para su vencedor de desfallecimientos,
Dios fiero, dios puro, paredro masculino y el más noble de los amantes,
Fatiga, por la superación.1

1. El autor llama a esta secuencia «invocación a la fatiga».

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XII

¡Ayúdame, Tíbet!, ¡ayúdame!, he aquí lo imprevisto y el obstáculo,
He aquí la frontera de lo finito.
Hay que pasar. Debo pasar, y a pesar de todo el desastre,
Cruzar el Gran-Río de lo Infinito.
Tanteo con el pie tu acantilado y esta falla terrestre;
Este puente, arco del cielo al infierno:
¿Está balaustrado por lo sólido o hecho de trama aérea?
¿Es un entramado de hierro?
¿Es el tronco que se hunde o el vado profundo hinchado de odres,
Este transbordador del Yangtsé torrencial,
O el vuelo alado inventado para ese gran flujo misterioso
Que los brahmanes llaman Brahmaputra?
¿Es el deslizamiento ligero sobre un cable engrasado al choque,
El vuelo de una flecha prisionera,
O este ingenio vertiginoso que va y viene, y pendular,
Golpeando su longitud de roca en roca?
Si no dejo – me abismo – al tiempo querido, – tiempo pulsátil,
En este largo sudario fluviátil.

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XIII

Quise al solo, quise al único, – oh, pico singular y sombrío,
A aquel…
Reinando en el aire, rodeado de aire, egoísta y desnudo,
He bebido,
Pero no igual que el monstruo-asceta envasado en su piedra,
Tapiado, muriendo allí, y pudriéndose,
Cuya mano seca sale sola buscando
¡Un hombre sepultado en su sangre!
Quise la ida jadeante y sentirme muy errático,
Caminante insólito y extenuado,
Pero tampoco igual que él: este vagabundo ermitaño
Brujo de los altos picos escofiados
Hallado cara a cara errante en la cresta de un puerto de hielo,
Turbado, armado – desnudo- con su tridente,
Maquillado de aire, enrojecido por el viento, salvaje máscara de fuego                                 [ardiendo
La boca trémula en las muecas…
Se creyó de golpe apuntado, reflejado en mí, – yo en él:
He aquí por qué los dos hemos huido.1

1. La figura del ermitaño o renunciante de esta secuencia evoca, a la par, la certeza y la incertidumbre del poeta acerca de su propia identidad.

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XIV

Me prohíbo amarte, Bod, a pesar de este tuteo:
El himno «amo» está reservado para Ella.
Macho-Tíbet, comprenderás mi discreto ardor como amante:
He aquí: (¡esto no es un devaneo!)
Ella es divina al final del mundo y más diversa que tus montes:
Es extrema, mi demonio.
Y sin embargo, cercana, y en verdad tan a mi alcance, en la vida,
Que me provoca al gran combate.
Pero esta defensiva cercada y su retirada insaciable,
¡Este muro con almenas que mi corazón golpea!
Entre ella y yo está esta rosa armadura,
La carne no-similar, a nuestro pesar.
Falta de los ojos, y escudo de puntos erigidos como adornos,
Falta que desciende a dos rodillas.
– Te he subido, Polo del frío; te he domado, pico de las montañas,
Pero ¿cómo vencerla a ella y escalarla?
Hela aquí, desnuda y blanca y alta a fin de saciarme mejor
De Ella – mi múltiple compañera.

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XV

En los terrenos más arduos, bajo los minerales más ácidos,
En el más sordo de los mundos antiguos,
Por pantanos y magmas durmientes sobre yacimientos pobres,
En los corazones de los más duros geomantes.
– He visto estos chorros, estos juegos brillantes, brotados de fusión de oro                                   [raro,
Horadar los bastos cimientos.
Tú mismo, TÍBET, roca pura, estás penetrado por estos mármoles,
Tú mismo estás veteado como un amante.
– Tengo demasiada vista y, atravesando tu sólida armadura,
Veo el filón no mineral:
Bajo tus glaciares estrellados de aire, y bajo tus picos arpados,
He aquí este resplandor no sideral:
La Otra, elemento que no es de fuego, ni de madera o hierro, ni de tierra,
Ni de agua, – y ni siquiera de luz:
La Otra, Ser toda de mi sangre, la misma en su metamorfosis,
La Única, que pronuncia un ¡Alto!,
Mi concubina en el espíritu y mi cómplice en la cosa:
TÍBET, por belleza, ¡exáltala!

XVI

Me recueillir en ma coupe de monts: baigner dans ma seule piscine
Couler en moi-même comme un Lac.
Me ruisselant de haut en bas, fleuve sans flux et sans racine
Creuser mon vivier à coups de lacs;
Sans cesse rebu et reçu, avec mes vasques alevines
Mes jeunes poissons aux goûts rieurs;
Mon casque de ciel sur la tête et mon cirque dur que ravinent
Les jeux des seuls vents intérieurs…
– Mais mieux encore: à ton exemple ô Thibet riche d’aventures,
Puissé-je imiter ton Yam-dok-tsö!
Lac double – Lac! – deux fois serti dans sa liquide investiture
Distillant sur lui sa seconde eau.
Puissé-je aussi par hyperbole et séquence en marche au poème troisième
Reporté de niveau en niveau
Atteindre haut et de crue en barème,
Être, – à la puissance neuvième
Et jusqu’au centuple, au nombre croissant, sans déni,
Et ainsi de suite à l’infini?

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XVII

Ce n’est pas seulement l’horreur et le vertige de puissance
Que détient ton monde Thibétain…
Ni cette austère et superbe affrontée, ni ce rugissement d’insolence
Que porte tes fronts éléphantins,
Pays rebelle et âpre lieu, – mais voici que ta vallée haute
Enclose, ô désespérante si loin.
C’est la prairie inattendue, c’est l’auberge claire, don et joie de l’hôte
C’est le chant des fleurs…
Voici le vallon que je sais, – Prairie enclose! Prairie haute,
Ô calme et fleuri, ô doux Thibet!
Tu as des vallons que je sais à peine penchés vers la terre
Des champs immobiles m’attendant…
Des mousses douces, et terrains mous où poussent et tremblent les airelles
Toute une forêt floréale
Une retraite, un rêve haut: un reliquaire aux joies encloses
Vallon des vallées impériales
Cependant que de branche à branche noir comme les guirlandes des années
Volent longuissimes les usnées.

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XVIII

Ils se rapprochent… Ils s’en vont. Ils s’en viennent… Et disparaissent…
Marcheurs achalandés par un mot…
Ce troupeau fait pour faire route, ces marchands sans peur ni paresse
S’en vont d’un seul pas vers Bhamo.
Cloches sonnant et bêtes mourant… Ils s’en viennent et disparaissent…
Bruits d’ombres et paumes de chameaux.
– C’est tout, c’est ainsi. Me voici au bord de l’espace à la fleur reclose
Comme un mendiant de l’infini.
Ne bougeant pas, – ne mourant pas – mais tout implorant l’hymne close
Passant du voyage non défini…
Couché, vautré, dormant, rêvant: qui donc se promène et démène
Là, Là! perçant la tente ou le mur:
Non seulement autour de moi, mais en moi seul, en mon domaine…
Passe la Grande Caravane
Qui ne monte pas, ne descend, mais d’âge en âge souverain
Glisse et dévale la moraine
Sans fond de cet effroyable glacier vertical et chutant
Du Temps.

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XIX

Même là-haut, même ici-haut, je cherche éperdu l’Autre, l’Autre:
La reine du royaume d’ailleurs.
Dans cette course échevelée, dans ce paradis sans apôtre
Le jeu du divers aux yeux railleurs.
Que serait-elle ici pour toi? ton climat et tes âpres fruits
Saurait-elle mordre à belle bouche?
Que dirait-elle devant toi, dans ce haut règne de l’esprit…
Se taire et s’incliner sur la couche?
Je ne dis point l’aborigène au pelage doux sur la peau
Mais l’autre, la mienne et fraternelle
La blême, blanche, équivoque et si pareille en ses appeaux
Parèdre d’une vertu maternelle
La sœur de sang, du même sang, de même vertu amoureuse…
Ô sœur dans la fête incestueuse
Que dirait-elle dans ton sein? Saurait-elle, harmonieuse,
Se taire, et, Là-bas, vivre et jouir?

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XX

En vain! en vain! et j’en suis là: seul et Toi devant ton spectacle,
Ce lieu fixé dru par le regard.
Pour t’enlacer ainsi, Thibet, au plus haut de tes simulacres,
(Blanc, nu, dominé d’un œil hagard)
J’ai fendu deux lunes durant, et tant de soleils de jours et d’aurores,
L’espace fluant sans riverains.
J’ai fait plus de bonds et de chants d’amours et mort en métaphores,
Qu’il n’est permis au jeu de mes reins!
– Et voici: le moment est haut et je la tiens pour bien acquise,
Amoureuse à pleurer de plaisir.
Je suis le possesseur humain d’un dieu-fait-Ève la conquise,
Dieu-vierge incarné à mon désir.
Que l’heure soit. Vienne l’instant. Tombe la cime d’allégresse,
Et crève le cri de profondeur.
Un autre monde thibétain jaillit du volcan de caresse
Et règne au sommet des impudeurs.
– En vain. En vain. Et j’en suis las. Seul et MOI, – moi penché sur elle:
Elle, appareillant sa caravelle.

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XXI

Où est le sol, où est le site, où est le lieu, – le milieu,
Où est le pays promis à l’homme?
Le voyageur voyage et va… Le voyant le tient sous ses yeux
Où est l’innommé que l’on dénomme:
Nepemakö dans le Poyoul et Padma Skod, Knas-Padma-Bskor
Aux rudes syllabes agrégées!
Dites, dites, moine errant, moine furieux, – encor:
Où est l’Asiatide émergée?
J’ai trop de fois cinglé, doublé les contours du monde inondé
Où cœur ni oiseau ni pas ne pose.
Où est le fond? Où est le mont amoncelé d’apothéose,
Où vit cet amour inabordé?
À quel accueil le pressentir, – à quel écueil le reconnaître?
Où trône le dieu toujours à naître?
Est-ce en toi-même ou plus que toi, Pôle-Thibet, Empereur-Un?
Où brûle l’Enfer promis à l’Être?
Le lieu de gloire et de savoir, le lieu d’aimer et de connaître,
– Où gît mon royaume Terrien?

XVI

Recogerme en mi copa de montes: bañarme en mi única piscina,
Fluir hasta mí mismo como un Lago.
Inundándome de arriba abajo, río sin flujo ni raíz,
Cavar mi vivero a golpe de lagos;
Sin cesar otra vez bebido y recibido, con mis pilones alevines,
Mis jóvenes peces de sabores risueños;
Mi casco de cielo en la cabeza y mi circo duro que solo arroyan
Los juegos de los vientos interiores…
– Pero, mejor aún: con tu ejemplo, oh, Tíbet, rico en aventuras,
¡Que pueda imitar tu Yamdrok!1
Lago doble – ¡Lago! – dos veces engastado en su líquida investidura
Destilando sobre él su segunda agua.
Que pueda también, por hipérbole y secuencia camino del tercer poema
Traído de nivel en nivel,
Alcanzar la cima y, fuera de baremo,
Ser, – a la novena potencia
Y hasta la céntupla, en número creciente, sin rechazo,
¿Y así sucesivamente hasta el infinito?

1 Yamdrok: lago sagrado del Tíbet, al suroeste de Lhasa. 

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XVII

No es solo el horror y el vértigo de potencia
Lo que detiene tu mundo tibetano…
Ni esta austera y soberbia afrenta, ni este rubor de insolencia
Que traen tus frentes de elefante,
País rebelde y áspero lugar, – pero he aquí tu alto valle
Cercado, oh, desesperación, tan lejos.
Es la pradera inesperada, es el albergue claro, don y alegría de huésped,
Es el canto de las flores…
He aquí la cañada que conozco, – ¡Pradera cercada! Pradera alta,
¡Oh, sereno y florido, oh, dulce Tíbet!
Tienes cañadas que conozco, apenas inclinadas hacia la tierra
Campos inmóviles me esperan…
Musgos dulces y terrenos blandos donde brotan y tiemblan los arándanos,
Todo un bosque floral,
Un retiro, un sueño alto: un relicario de alegrías cercadas,
Cañada de los valles imperiales,
A pesar de que de rama en rama negra, como las guirnaldas de los años,
Vuelan lentísimas las usneas.

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XVIII

Se acercan… Se van. Vienen… Y desaparecen…
Caminantes surtidos de una palabra…
Este tropel hecho para hacer camino, estos mercaderes sin miedo ni pereza
Se van de un solo paso hacia Bhamo.1
Campanas que tocan y animales que mueren… Vienen y desaparecen…
Ruidos de sombras y palmas de camellos.
– Eso es todo, así es. Aquí estoy al borde del espacio con la flor cerrada
Como un mendigo del infinito.
Sin moverme, – sin morir – pero implorando del todo el himno sellado
Viandante del viaje no definido…
Acostado, tirado, durmiente, soñando: quién, pues, se pasea y forcejea.
¡Allí, Allí!, horadando la tienda o el muro:
No solo a mi alrededor, sino en mí solo, en mi dominio…
Pasa la Gran Caravana
Que no sube ni desciende, pero, de edad en edad soberana,
Se desliza, y corre la morrena
Sin fondo de este espantoso glaciar vertical y lanzado
Del tiempo.

1. Bhamo: ciudad de Birmania, importante enclave de las rutas comerciales entre la India y China hasta principios del siglo XX.

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XIX

Incluso allí arriba, incluso aquí abajo, busco enajenado a la Otra, la Otra:
La reina del reino de más allá.
En esta carrera desenfrenada, en este paraíso sin apóstol
El juego de lo diverso con ojos burlones.
Aquí ¿qué sería ella para ti?, tu clima y tus ásperos frutos,
¿Sabría morderlos con plenitud?
¿Qué diría ante ti, en este alto reino del espíritu…?
¿Se callaría y se inclinaría sobre el lecho?
No hablo de la aborigen de dulce vello en su piel,
Sino de la otra, la mía y fraternal,
La pálida, blanca, equívoca y tan similar en sus llamadas,
Paredra de una virtud maternal,
La hermana de sangre, de la misma sangre, de la misma virtud amorosa…
Oh, hermana en la fiesta incestuosa,
¿Qué diría en tu seno? ¿Sabría, armoniosa,
Callarse y, Allí abajo, vivir y gozar?

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XX

¡En vano!, ¡en vano!, y estoy allí: solo y Tú ante tu espectáculo,
Este lugar fijado firme por la mirada.
Para abrazarte así, Tíbet, a lo más alto de tus simulacros,
(Blanco, desnudo, dominado por un ojo azorado)
He hendido durante dos lunas y tantos soles de días y de auroras
El espacio que fluye sin ribereños.
¡He dado más saltos y cantos de amor y muerte en metáforas
De lo que se le permite al juego de mis riñones!
– Y he aquí: el momento es alto y la doy por muy cierta,
Amorosa hasta llorar de placer.
Soy el poseedor humano de un dios hecho Eva, la conquistada,
Dios virgen encarnado en mi deseo.
Que sea la hora. Que venga el instante. Que caiga la cima de alegría,
Y estalle el grito de profundidad.
Otro mundo tibetano brote del volcán de la caricia
Y reine en las cima de los impudores.
– En vano. En vano. Y estoy cansado. Solo y YO, – inclinado sobre ella:
Ella, zarpando su carabela.

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XXI

¿Dónde está el suelo, dónde el emplazamiento, dónde el lugar, – el medio,
Dónde el país prometido al hombre?
El viajero viaja y va… El vidente lo tiene ante sus ojos,
Donde está lo innombrable que se nombra:
¡Nepemako1 en el Poyoul2 y Padma Skod, Knas-Padma-Bskor
De rudas sílabas agregadas!
Diga, diga, monje errante, monje furioso, – una vez más:
¿Dónde está la Asiátida3 emergida?
Demasiadas veces he ceñido, doblado los contornos del mundo inundado
Donde ni corazón ni pájaro se posa.
¿Dónde está el fondo? ¿Dónde está el monte amontonado de apoteosis,
Donde vive este amor inabordable?
¿En qué acogida presentirlo, – en qué escollo reconocerlo?
¿Dónde reina el dios siempre por nacer?
¿Es en ti mismo o más que en ti, Polo-Tíbet, Emperador-Uno?
¿Dónde arde el Infierno prometido al Ser?
El lugar de gloria y de saber, el lugar de amar y de conocer,
– ¿Dónde yace mi reino Terrestre?

1. Nepemako: reino legendario del Tíbet cuya existencia fue revelada por Padma Sambhava, de ahí los otros nombres citados a continuación (Padma Skod y Knas-Padma-Bskor).
2. Poyoul: reino del Tíbet entre Lhasa y China.
3. Asiatide: término creado por el poeta.

LHA-SSA

XXII

Thibet! si tu avais une âme, – une âme sombre et lamaïque,
L’esprit caverneux régnant en toi!
(L’esprit qui vague et se débat, esprit femelle et symbolique,
Cette âme…
Priante et chaude à toits d’or pur suant son soleil métallique
Ou bien tout enfumée en ferveur
Nombreuse, tiède, et renfermée, et toute fragrance mystique
Si tu connaissais la…
Sonore, et chantante à voix d’os de mort embouqué à ces lèvres,
Ô souffle tubaire,
Si tu daignais te contempler en refuge qui se grève…
Cette âme, s’incarnant en quelqu’un, …
– Fais que sans rime ni répons, dans le tumulte de la vie
L’homme attentif qui dit ceci,
Par hypothèse et par jeu, par la séquence…
Mon âme se fasse Thibétaine.

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XXIII

Me revêtir de ton architecture; devenir l’un de tes vaisseaux…
(Jadis j’habitai des cathédrales,
Priant de plaisir ou de pleurs, endossant la voûte en berceau,
Verrier des lumières abyssales,
Je me faisais le grand logis recouvrant la foule en ferveur
J’étais Notre-Dame-des-Rumeurs.)
– Thibet pieux! médiéval, o jaillissant de la prière,
Pays qui se renverse en arrière
Ainsi qu’un regard révulsé ou des sourcils peints à rehaut
Visage fuyant de bas en haut:
Encorbellement à rebours! Embrasure trapézoïde:
Fenêtre plongeant sur le solide!
Château bâti pour résister en sa logique inclinaison:
Seigneur! Notre-Seigneur-de-Raison!
Ce n’est plus pilier maçonné, ni pilastre ni mascarade
Ni cœur appareillé d’oraison:
Toute la masse qui s’en vient contrebuter à ta façade:
Un mont, seul, épaule ta maison.

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XXIV

Si je n’écrivais ni chantais en mon langage bien françois.
Blutant le grain d’oïl entre mes lèvres,
Entre tous les parlers du monde aux mille voix ayant le choix
Prenant qui va de Paris à Sèvres,
– Je donnerais cent millions de sons élégants et diserts
Pour goûter ta rude mélodie…
Pour emprunter ton parler haut, Thibet, tes grandes voix dans le désert.
Le jet de ta rude épiphanie…
Tes jeux de mots assonancés: un son! un saut: mots d’un seul ton…
Monosyllabes allitérés
Comme un thé beurré chaud et gras, versé du pot du marmiton
Coule sous les langues altérées
Comme un déferlé fleurissant couleur de langues et mantras
Que ces récitants
Ces rudes marcheurs au repos, ces escaladeurs aux sommets…
Ces diseurs de plus grande aventure
Quand le corps se détend avec la langue, et s’en remet
Aux mots escaladant l’aventure…

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XXV

Je l’ai vu, rougissant, ému, les yeux baissés mieux qu’une fille
Pendant que je Lui parlais de Lui.
Nous avions échangé tous deux l’écharpe de gaze-mantille…
Sous elle son regard avait lui.
Il était là, l’épaule ambrée et nue sous le grand manteau monastique
Je fus étonné de son émoi
Que dire ou faire à ce garçon plus que divin si ascétique
Ce Bouddha vivant devant moi!
Il était émouvant de peur, en son visage et ses paroles
Il n’osait répondre ou m’accueillir
Car je savais et je sentais la mort sur lui sans paraboles
La mort, régente de son Mourir!
Et pourtant c’était bien un Bouddha vivant dans ce monde
Ici-bas où je me fourvoyais
Et nous avions parlé en vain des renaissances d’outremonde…
De ses vies passées, de ses souvenirs;
Il avait peur… Il se trouvait perdu si loin…
Combien de naissances en sa tête!

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XXVI

Nuit de chasse! Nuit d’épousailles: où voici à moi au déduit
La vierge antilope ultramontaine.
Sous l’alcôve immense des pics; sur l’oreiller du haut pays,
Je couche une épouse Thibétaine.
Je la tiens là comme à l’affût: moi, le premier de ses maris,
Payant le plus honorable prix.
Je l’ai reçue en un marché des mains de sa mère hideuse;
Il me faut l’assurer de la gueuse:
– C’est bien. Tais-toi et n’aie pas peur. Je ne suis pas diable étranger,
Je t’offre ce qui est dans l’usage
Entre femme et homme bien nés: nous l’appelons fleur d’oranger,
Tiens-toi, et fais-lui donc bon visage.
Cheveux errants, seins émouvants, jupe enfuie au vent mordant
Prise et domptée comme un essaim
Centauresse à deux pieds humains, laisse-toi prendre au rythme ardent
Laisse la déesse gonflée
Frémir en toi et maintenant que le roc tombe ou l’eau s’élève
Flambe toute une ville en chaleur!

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XXVII

Je serais de la fête! la fête solennelle des Terreurs et des Joies!
Fête à Lhassa: fête du Djokang
Cathédrale d’or fumeux, cave et caverne! Je serais si bien ta proie…
Fête au Djokang et fête au cœur!
J’ai couru la voie du Doring, j’ai salué le Potala! J’ai couru là où l’on accourt:
Fête terrible et jeux de beurre
Les fleurs sculptées tiède-fondant! – Les danses de haches coupantes!
Fête grondant et divins leurres…
J’en serai! Je me dissoudrai dans ces chants! éclate mon cou aux marmon-                              [nements graves
Fête au profond des caveaux sourds!
Des hommes chantent à voix belles… le bronze éclate et se répand
Fête coulant par les oreilles
Le son gigantesque du tube tonnant comme un canon prolongé
Fête vibrant dans la matière
Éclate et crève et chante en voix: dans l’immensité des tonnerres…
Le son perforant dissout les murs
Le prêtre est gonflé du son chaleureux qui chante et prie
Je suis pénétré de voix et d’or…

LHASA

XXII

¡Tíbet!, si tuvieras un alma, – un alma sombría y de lama,
¡El espíritu cavernoso que reina en ti!
El espíritu que vaga y se debate, espíritu hembra y simbólico,
Esta alma…
Rogante y cálida de techos de oro puro que rezuman su sol metálico
O bien toda ahumada en fervor,
Numerosa, tibia, y encerrada, y toda fragancia mística,
Si conocieras la…
Sonora, y cantante con voz de hueso de muerto embocado en estos labios,
Oh soplo tubular,
Si te dignases a contemplarte en refugio que se grava…
Esta alma, encarnándose en alguien…
– Haz que sin rima ni respuesta, en el tumulto de la vida,
El hombre atento que dice esto,
Por hipótesis y por juego, por la secuencia…
Mi alma se haga tibetana.

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XXIII

Revestirme de tu arquitectura; hacerme una de tus naves…
(Antaño habité catedrales,
Rogando de placer o de llantos, vistiendo la bóveda de cañón,
Vidriero de luces abismales.
Me hacía la gran morada que recubría al gentío ferviente
Era Nuestra-Señora-de los-Rumores.)
– ¡Tíbet piadoso!, medieval, o brotando del ruego,
País que se vuelca hacia atrás,
Así como una mirada trastornada o pestañas peinadas con reflejos
Rostro que huye de abajo arriba:
¡Voladizo a la inversa! Hueco trapezoidal:
¡Ventana que se sumerge en lo sólido!
Castillo levantado para resistir en su lógica inclinación:
¡Señor! ¡Nuestro-Señor-de-Razón!
No es ya pilar de fábrica, ni pilastra ni mascarada
Ni corazón templado en la oración:
Toda la masa que viene a contrarrestar tu fachada:
Un monte, solo, sostiene tu casa.

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XXIV

Si yo no escribiera ni cantara en mi lengua tan francesa.
Cerniendo el grano d´oïl entre mis labios,
Si pudiera elegir entre todas las hablas del mundo de mil voces,
Si tomara la que toma quien va de París a Sèvres,
– Daría cien millones de sonidos elegantes y disertos
Para saborear tu ruda melodía…
Para tomar prestada tu alta habla, Tíbet, tus grandes voces en el desierto.
El chorro de tu ruda epifanía…
Tus juegos de palabras asonantadas: ¡un sonido!, un salto: palabras                                     [de un solo tono…
Monosílabos aliterados
Como un té con manteca caliente y graso, vertido del jarro del marmitón
Corre bajo las lenguas alteradas
Como un rompimiento florecido color de lenguas y mantras
Que estos recitadores
Estos rudos caminantes del reposo, estos escaladores de las cimas…
Estos adivinos de mayor aventura
Cuando el cuerpo se relaja con la lengua, y se repone
Con palabras que escalan la aventura…

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XXV

Lo he visto, ruborizándose, emocionado, con los ojos más bajos que                                                [una niña,
Mientras Le hablaba de ÉL.
Habíamos intercambiado el chal de gasa…
Debajo, su mirada había brillado.
Estaba allí, con el hombro ambarino y desnudo bajo la gran capa monástica,
Me extrañó su emoción.
¡Qué decirle o hacerle a este muchacho más que divino, tan ascético,
A este Buda vivo ante mí!
Conmovía con su miedo, en su rostro y en sus palabras,
No se atrevía a responder ni a acogerme,
Pues yo sabía y sentía la muerte sobre él sin parábolas,
¡La muerte, regente de su Morir!
Y sin embargo era precisamente un Buda vivo en este mundo
Aquí abajo donde me extraviaba
Y habíamos hablado en vano de los renacimientos del más allá…
De sus vidas pasadas, de sus recuerdos;
Tenía miedo… Se encontraba perdido tan lejos…
¡Cuántos nacimientos en su cabeza!

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XXVI

¡Noche de caza! Noche de bodas: aquí está conmigo, en retozos,
La virgen antílope ultramontana.
Bajo la alcoba inmensa de los picos; sobre la almohada del alto país,
Me tiendo con una esposa tibetana.
La tengo como al acecho: yo, el primero de sus maridos,
Pagando el precio más honorable.
La he recibido en un mercado de manos de su madre repugnante;
Necesito asegurarla de la mendiga:
– Está bien. Calla y no tengas miedo. No soy un diablo extranjero.
Te ofrezco lo que se usa
Entre mujer y hombre bien nacidos: lo llamamos azahar,
Toma, y pon, pues, buena cara.
Cabellos errantes, senos conmocionados, falda hundida en el viento cortante
Tomada y domada como un enjambre
Centauro mujer con pies humanos, déjate tomar por el ritmo ardiente,
Deja que la diosa dilatada
Tiemble en ti, y ahora que la roca cae o el agua se eleva,
¡Enciende toda la ciudad en calor!

.

XXVII

¡Seré de la fiesta!, ¡la fiesta solemne de Terrores y Alegrías!1
Fiesta en Lhasa: fiesta de Jokhang2
¡Catedral de oro humeante, cueva y caverna! Seré muy bien tu presa…
¡Fiesta en Jokhang y fiesta en el corazón!
¡He corrido la vía de Doring,3 he saludado el Potala!4 He corrido hasta donde                              [se acude:
Fiesta terrible y juego de manteca
¡Las flores esculpidas tibias fundiéndose! – ¡Las danzas de hachas tajantes!
Fiesta chorreando y divinos señuelos…
¡Estaré! ¡Me disolveré en estos cantos!, estalla mi cuello con los gruñidos                                   [graves
¡Fiesta en lo hondo de fosas sordas!
Unos hombres cantan con sus bellas voces… el bronce estalla y se esparce
Fiesta que corre por los oídos
El sonido gigantesco del tubo tonante como un cañón prolongado
Fiesta vibrante en la materia
Estalla y grava y canta en voces: en la inmensidad de los truenos…
El sonido perforador disuelve los muros
El sacerdote está enardecido por el sonido cálido que canta y ruega
Me penetran la voz y el oro…

1. Ceremonia religiosa en la que el lama bendice a los fieles.
2. Jokhang: templo de Lhasa, el más importante del budismo tibetano.
3. Doring: estela situada ante la puerta principal del Jokhang que conmemora una victoria del Tíbet frente a China.  
4. Potala: templo de Lhasa, residencia de los Dalai Lama.

XXVIII

J’accepte l’apologue fou, et de partager la culbute!
On dit que le chef des Lamas noirs,
Ayant à vider sa querelle avec un Maître-des-Savoirs,
On dit qu’il provoqua la dispute:
Lequel des deux montant plus vite au plus haut du Gang-ri-mo-tcheu…
(On disait ce mont inaccessible),
Prouverait par là son pouvoir, gagnerait le plus bel enjeu –
– On dit que le Bouddhiste, impassible,
Sans invoquer, sans proférer, se tenait coi devant sa foi.
On dit que son rival en colère,
Le Pön-bo noir, d’un seul élan, se balançant sur les tonnerres,
On dit qu’il enjamba le sommet.
Le premier ravi dans le but… le premier au but… mais:
On dit qu’aussitôt il s’assommait
En retombant. Pendant que l’autre sans ciller dédaigneux de toute échelle                                   [ou escabelle,
On dit qu’il fut déclaré vainqueur.
J’accepte de monter là-haut si dans les Temps aux ris moqueurs
On dise que ma chute fut belle.

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XXIX

Louange au vin! Je suis ivre. Le Lama sait boire et chanter avec fruit
Louange à l’ivresse de l’Esprit!
Le Lama sait boire, disant que cela fait tourner plus vite le « Om Mani »,
Le moulin pieux au bout des doigts
Et qu’au bout l’on voit plus clair, et qu’après tout ces fariboles…
– Je bois à travers le Vin, la Parole.
Vin des Hauteurs! Vertige des Mots, Mal infini des montagnes
Thibet, je me hausse vers l’ardeur
Louange et gloire aux aliments purs des génies rayonnant et battant                                [les campagnes
Je suis ivre fou… Je suis démon-Dieu
Je danse plus haut que le regard sur la crête
Je suis déradé de tous mes sens
Viatique exaltant de la pensée, seul besoin de la besace
De qui monte haut et s’en va loin,
Ivresses, ivresse et joie: de quelque plante de quel suc qu’on vous délace…
Tout monte comme élévation
Vers toi dansant éperdu dans tes cimes, Thibet immobile dans l’air…
Louange à toutes les ivresses,
Aux fumées, aux espoirs, aux désirs, aux plus hautes allégresses
A TOI! Seul Pays vainqueur des cieux!

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XXX

Si jamais je veux être Lama?
– (Lama Jaune, Lama Rouge, Lama Rouge ou Jaune? Lama Jaune) –
L’un et l’autre chapeau se porte bien.
Ces deux couleurs sont vraiment lamaïques.
L’une et l’autre détient tous les Biens:
Soit dans le monde aux esprits diaboliques,
Ou simplement: des hommes politiques.
L’une et l’autre, opposées, se prête parfois les pouvoirs
Toutes les deux dansent, dansent
Sur le dos des vieux Lamas Noirs.
Il est bon de sauter en cadence;
Plutôt que prier en paix un très quelconque Brahma
Si jamais je dois être Lama.

Lama Jaune, Lama Rouge, Lama Jaune ou bien: Lama Rouge?
Ce rubicond se prétend le plus ancien
Des deux chapeaux reçus parmi les nôtres.
C’est un mage ambulant et métaphysicien
Qui le coiffa, doré de patenôtres.
En sa séquelle il faut que je me vautre,
N’espérant guère échapper à Tout-Son-Omni-Savoir:
Car il prêche, prêche, prêche
Sur les bords du Mansarovoâr.
Impossible, – hélas – que j’empêche
Sur mes lèvres son nom sempiternel « Grand Saint Padma…! »
Si jamais je deviens Son Lama!

Rouge? Non. Jaune ou Rouge? Revenons au Jaune: Lama Jaune!
Le prébendé, le seul et spirituel.
C’est en lui que je cherche mes oracles:
Car c’est de lui que naît le Pape actuel.
Je verrai donc cet étonnant miracle,
– Rome et Lhassa dans le même spectacle!!! –
Les véridiques Églises échangeant leurs avoirs…
Toutes les deux sonnent, sonnent
Par les nues aux plus hauts espoirs.
Inutile ici que j’entonne
Le même chant au chemin – même chemin – de Damas
Si jamais je deviens Un Lama.

(Lama Jaune, Lama Rouge, – Rouge, Jaune… ou Noir?)
Me voici pris au piège nécromant.
Jongleur de tes morts, amant de tes gouges,
Vampire érudit me réclamant
Du médecin dans ses pratiques rouges:
Me fourvoyant aux plus immondes bouges.
L’un à l’autre, prêtres-attestés, se dénigrent tout avoir
Mais tous les deux sautent, sautent
Sur la vie à grand désespoir.
Il me faut donc partager la ribote,
Me revêtir d’un très magistral et macabre eczéma
Si – horreur – Je devenais ce Lama!

(Lama vert, Lama bleu, Lama gris ou même:)
Grand Lama revêtu du vernis souverain!
À l’habit l’on connaît trop bien l’imposture.
Qu’un autre danse à ces tréteaux forains!
Que l’homme s’ouvre à toute la nature,
Exhibant vers là-haut sa flèche impure,
On n’entre point au DjoKang de mes yeux.
Que tous les dieux baisent, baisent
Sur la terre, au plus bas des cieux,
Qu’ils pénètrent tout à leur grand aise:
Hormis le secret de mon coeur, ni ce qu’il aima,
Même si je devenais Lama.

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XXXI

Mais avant tout ébat de toute secte diaprée
Menant rut et jeu de ses couleurs,
Avant qu’un seul homme ait jeté sur des gammes bariolées
Le chant d’arc-en-ciel de ses douleurs,
Tu te célébrais, moine pur, dans une ronde plénière,
Libre de la sonnaille et du gong;
Ton vent d’autrefois déferlait sans s’effranger aux drapeaux de prières,
Ta voix se recueillait pour le bond.
Tes eaux – aujourd’hui emmoulinées par les oraisons mécaniques
Tombaient musicales dans l’accord;
Ton ciel maintenant baratté par tant de dieux membrus faisant leurs roues                               [liturgiques,
Planait isotrope en son essor.
Avant toute église farouche, ou rouge, ou jaune épiphanie,
Ton nom se faisait sa litanie:
Excessif, Exaltant, Inhumain, Inhabitable, Masse de Gloire et Palais                                           [Accablant,
Ton nom – le véridique – oserai-je?
Tu étais, sans couleur, ton propre Très-haut Lama des Neiges,
Blanc.

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XXXII

Par les Forces visibles et non vues, pour les vallons irrespirés
Je t’adore Thibet, château du Monde
Pour tes arts peut-être cachés, et le non-savoir de tes hauts lieus retirés
Je te nomme et dis mon Outremonde
Pour tes pouvoirs d’immensité, acculés par le poids de la terre et                                                 [les poussées
Je te reconnais Masse de Gloire!
Pour ce que tu caches encore, par la discrétion sans bouche ni voix de                                         [tes mers
Je te revénère en ton offertoire
Tu n’es pas le royaume humain, ni ce divin paradis tiède, maître d’effroi
Je te surmonte et dis Enfer froid!
Pour la lente vie coulant de tes glaces et ces plis drus tombant de haut
Je te révère ô Souverain dur
Tu as taillé tes propres dieux en forme de monts et de pics
Tu es la cime méditerranée
Assemblant les mots magiciens, courant de la langue Perse à la corne                                        [du plateau mandchou
J’incante et te livre la démonie
Reçois mon… grand dévouement… dans la formule bizarre de la grande                                     [Apostasie
Je dis : matri moutri sala djou!

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XXXIII

C’est ainsi, Pays des Cimes, Pays des Hauteurs, Pays des Monts,
Que tes Lamas noirs rouges ou jaunes
T’ont peuplé de milliers de dieux et d’eux-mêmes,
T’ont changé en une terre occupée, pénétrée,
Par la prière.
Que les moulins tournent, tournent, tournent,
Que les drapeaux flottent
Que les fumées montent, montent, que les mets s’apprêtent, que les lèvres                                 [battent, que les Influx du haut se mélangent!…
Je n’ai point voulu m’occuper de ces débats, mais comme un sage,                                               [soupesant ta masse en ma paume,
Te cerclant, t’entourant, ayant réfléchi en hochant sur tes divers Évangiles…
Avec tes neiges, tes Hauts, tes vallées, ton poids, ton pouvoir spirituel…
Ton majestueux pouvoir et tes immenses forces potentielles
Suspendues là-haut, entre Ciel et Plaine, entre l’inaccessible et la Bassesse,
J’ai voulu, pays de Bod, te chanter en mon ivresse,
Ainsi que le Château d’eau, le château fort, le château de l’âme exaltée,
Éternelle, – en son désespoir, – et comme tes cimes, – souveraine.

XXVIII

¡Acepto el apólogo loco, y compartir la caída!
Dicen que el jefe de los lamas negros,1
Debiendo terminar su discordia con un Maestro-de-los-Saberes,2
Provocó la disputa:
Cuál de los dos, al subir más rápido a la cima del Gang Rimpoche…3
(Juzgaban inaccesible este monte).
Probaría así su poder, ganaría la mejor apuesta –
– Dicen que el budista, impasible,
Sin invocar, sin proferir, se mantenía tranquilo en su fe.
Dicen que su rival, encolerizado,
El pon-bo negro, de un solo impulso, balanceándose sobre los truenos,
Sobrepasó la cima.
El primero encantado en la meta… el primero en la meta… pero:
Dicen que enseguida se abatió
Volviendo a caer. Mientras al otro, sin pestañear, desdeñando toda escalera                                   [o escabel,
Se le declaró vencedor.
Acepto subir allí arriba si en el Tiempo de las risas burlonas
Dicen que mi caída fue hermosa.

1. Naro Bon Chung, seguidor de la religión Bon del Tíbet, anterior al budismo.
2. Milarepa, importante figura del budismo tibetano, yogui y poeta, que vivió entre los siglos XI y XII.
3. Gang Rimpoche: otro nombre del monte Kailash.

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XXIX

¡Alabanza al vino! Estoy ebrio. El lama sabe beber y cantar con fruto,
¡Alabanza a la ebriedad del Espíritu!
El lama sabe beber, diciendo que ello hace que se gire más rápido                                       [el «Om Mani»,1
El collar de oración2 en la punta de los dedos
Y que al final se ve más claro, y que, después de todo, estas bagatelas…
– A través del vino bebo la Palabra.
¡Vino de las alturas! Vértigo de las palabras, Mal infinito de las montañas,
Tíbet, me elevo hacia el ardor
Alabanza y gloria a los alimentos puros de los genios que irradian y golpean                      [los campos…
Estoy locamente ebrio… Soy diablo-Dios
Bailo más alto que la mirada sobre la cresta
Estoy despojado de todos mis sentidos
Viático que exalta el pensamiento, única necesidad de las alforjas
De quien sube alto y va lejos,
Ebriedades, ebriedad y alegría: con alguna planta o jugo que os suelte…
Todo sube como elevación
Hacia ti bailando perdido en tus cimas, Tíbet inmóvil en el aire…
Alabanza a todas las ebriedades
A los humos, a las esperanzas, a los deseos, a las más altas alegrías
¡A TI! ¡Único país vencedor de los cielos!

1. Om Mani Padme Hum es un mantra.
2. El collar de oración budista («japa mala» o «mala») es una suerte de rosario de 108 cuentas que se giran entre las yemas de los dedos mientras se repite un mantra o el nombre de una deidad.

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XXX1

¿Si algún día quiero ser lama?
– (Lama amarillo, lama rojo, ¿lama rojo o amarillo? Lama amarillo)-
Uno y otro gorro se llevan bien.
Estos dos colores son en verdad de lamas.
Uno y otro detentan todos los Bienes:
Ya sea en el mundo de los espíritus diabólicos,
O simplemente de los hombres políticos.
Uno y otro, opuestos, se prestan a veces los poderes,
Los dos bailan, bailan
En la espalda de los viejos lamas negros.
Es bueno saltar en cadencia;
Mejor que rogar en paz a cualquier buen Brahma
Si algún día debo ser lama.

¿Lama amarillo, lama rojo, lama amarillo o bien lama rojo?
Este rubicundo pretende ser el más antiguo
De los dos gorros recibidos entre los nuestros.
Es un mago ambulante y metafísico
Quien le hizo el tocado, dorado de padrenuestros.
En su séquito debo abandonarme,
Sin esperar escapar apenas a Todo-Su-Omni-Saber:
Pues ruega, ruega, ruega
En los límites de Manasarovar.2

Imposible, – ay – impedir
En mis labios su nombre sempiterno «¡Gran Santo Padma…!»
¡Si algún día llego a ser su lama!

¿Rojo? No. ¿Amarillo o rojo? Volvamos al amarillo: ¡Lama amarillo!
El prebendado, el único y espiritual.
Es en él en el que busco mis oráculos:
Pues es de él del que nace el Papa actual.
Veré pues este extraño milagro,
– ¡Roma y Lhasa en el mismo espectáculo!!! –
Las verdaderas Iglesias intercambiando sus haberes…
Las dos suenan, suenan
Por las nubes de las más altas esperanzas.
Inútil aquí que entone
El mismo canto al camino – mismo camino – de Damasco
Si algún día llego a ser Un Lama.

(Lama amarillo, lama rojo, – rojo, amarillo… ¿o negro?)
Heme aquí caído en la trampa nigromante.
Juglar de tus muertos, amante de tus gubias,
Vampiro erudito que reclama
Al médico en sus prácticas rojas:
Perdiéndome en los antros más inmundos.
Uno a otro, sacerdotes-testigos, se denigran todo haber
Pero los dos saltan, saltan
En la vida con gran desesperación.
Debo, pues, compartir el festín,
Revestirme de un muy magistral y macabro eccema
¡Si – horror – llegara a ser este lama!

(Lama verde, lama azul, lama gris o incluso:)
¡Gran lama revestido del barniz soberano!
Por el hábito se ve muy bien la impostura.
¡Que baile otro en estos retablos ambulantes!
Que el hombre se abra a toda la naturaleza,
Exhibiendo hacia arriba su flecha impura,
No entremos en el Jokhang de mis ojos.
Que todos los dioses besen, besen
En la tierra, en el más bajo de los cielos,
Que penetren muy a gusto:
Excepto el secreto de mi corazón, ni lo que amó,
Incluso si llegara a ser lama.

1. Secuencia creada como «danza religiosa», según el propio autor.
2. Manasarovar: lago sagrado del extremo oriental del Tíbet, próximo al monte Kailash, centro de peregrinación.

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XXXI

Pero ante todo juego de toda secta tornasolada
Que trae celo y solaz en sus colores,
Antes de que un solo hombre arroje en abigarradas gamas
El canto de arco iris de sus dolores,
Te celebrabas, monje puro,1 en una ronda plenaria,
Libre de la campanita y del gong;
Tu viento de antaño se esparcía sin deshilarse en las banderas de oraciones,
Tu voz se recogía para el salto.
Tus aguas – hoy arremolinadas por las oraciones mecánicas –
Caían musicales en el acorde;
Tu cielo, ahora batido por tantos dioses robustos que hacen sus ruedas                                  [litúrgicas,
Planeaba isótropo en su vuelo.
Ante toda iglesia arisca, o roja, o amarilla epifanía,
Tu nombre se hacía su letanía:
Excesivo, Exaltador, Inhumano, Inhabitable, Masa de Gloria y Palacio                                   [Abrumador,
Tu nombre – el verídico – ¿me atreveré?
Eras, sin color, tu propio Altísimo Lama de las Nieves,
Blanco.

1. Monje puro: se refiere al propio Tíbet.

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XXXII

Por las fuerzas visibles y no vistas, por las cañadas no respiradas
Te adoro, Tíbet, castillo del mundo
Por tus artes quizás escondidas, y el no-saber de tus altos lugares retirados
Te nombro y te digo mi Otro Mundo
Por tus poderes de inmensidad, acosados por el peso de la tierra y                               [los empujes
¡Te reconozco Masa de Gloria!
Por lo que aún ocultas, por la discreción sin boca ni voz de tus mares
Te venero en tu ofertorio
No eres el reino humano, ni ese divino paraíso tibio, maestro de horror
¡Te corono y te digo Infierno frío!
Por la lenta vida que corre de tus hielos y esos densos pliegues que caen                     [de lo alto
Te venero, oh, Soberano duro,
Has tallado tus propios dioses en forma de montes y de picos
Eres la cima continental
Que reúne las palabras mágicas, que corre de la lengua persa al cuerno                       [de la llanura manchú
Encanto y te entrego la demonía
Recibe mi… gran abnegación… en la fórmula extraña de la gran Apostasía
Digo: ¡matri moutri sala djou!

 1. matri moutri sala djou: mantra de la compasión, de la tradición Bon.

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XXXIII

Es así, País de las Cimas, País de las Alturas, País de los montes,
Como tus lamas negros rojos o amarillos
Te han poblado de millares de dioses y de ellos mismos,
Te han transformado en una tierra ocupada, penetrada,
Por la oración.
¡Que los japamala1 giren, giren, giren,
Que las banderas ondeen,
Que los humos suban, suban, que se preparen los manjares, que los labios                           [batan, que los Influjos de lo alto se mezclen!…
No he querido ocuparme de estos debates, pero como un sabio, sopesando                           [tu masa en mi palma,
Ciñéndote, rodeándote, tras reflexionar perplejo sobre tus diversos                                         [evangelios…
Con tus nieves, tus Alturas, tus valles, tu peso, tu poder espiritual…
Tu majestuoso poder y tus inmensas fuerzas potenciales
Suspendidas arriba, entre Cielo y Llanura, entre lo inaccesible y la Bajura,
He querido, país de Bod, cantarte en mi ebriedad,
Así como la torre de agua, la fortaleza, el castillo del alma exaltada,2
Eterna, – en su desesperación, – y como tus cimas, – soberana.

1. japamala: véase nota 2 de la secuencia XXIX.
2. «castillo del alma exaltada«: el poeta recoge así una imagen de Teresa de Ávila.

XXXIV

On dit qu’au milieu du tumulte de ce monde montagneux
Il y a cette plaine haute, abreuvée
On dit qu’au milieu de cette plaine, domaine des dieux, terre des esprits                                         [montagneux
Il y a cette ville sacrée
On dit que tout près de la ville, plus haut et plus important, un monticule                                       [géant se lève
Protégeant la ville de son épaule
On dit que ce petit mont en entier est devenu un seul château, une seule                                           [maison
Palatiale, une Demeure, la demeure du Réincarné
On dit que la façade, aux millions de fenêtres barbares, assyriennes,                                                  [d’Ecbatane ou de lointaine Sumérie
Se rejette, se dérobe, dans ses couleurs magnifiques
Blanc, d’un blanc de soleil; puis en haut, au milieu grenat sourd, grenat                                            [rouge framboisé dans l’ombre
Jusqu’aux toits que l’on dit qui sont d’or,
D’or métallique, d’or en lingots feuillus, d’or vrai, d’or véridique! et l’on dit                                      [que c’est bien là
Le Palais unique du Potala
Et l’on dit que dedans la façade que jamais ne rêverait tel le plus grand                                              [et fou rêveur avide
On dit que le Palais est vide
Qu’il y a des salles noires, désertes, et des vestibules menant à rien de connu
Les passages ne menant à rien…

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XXXV

Lhā-sa! Lhā-sa! Terre des Esprits… je te vénère… te fuirai-je
Lhā-sa! Qui s’en irait à Lhā-sa?
Magique ville qui est là – haut dans son coeur – là dans ses neiges!
Lhā-sa! qui est digne de Lhā-sa?
Et c’est le refrain coutumier de ceux qui ne peuvent ni osent
Lhā-sa! Quand irez-vous à Lhā-sa?
De tous les casaniers étreints dans la chambre close et morose
Lhā-sa! Étiez-vous loin de Lhā-sa?
Et dans les bouches Tibétaines, et dans le vent ce refrain mène
« Lhā-sa, tout chemin mène à Lhā-sa
Et cependant à trente jours, à vingt à dix de bonne haleine
Lhā-sa, tout se gonfle vers Lhā-sa
Les Drapeaux dressent leurs bosquets; chaque pierre est jaculatoire
Lhā-sa, tes abords sont hauts Lhā-sa
L’odeur de ceux qui s’en reviennent est forte et sainte et méritoire
Lhā-sa, tes toits sont d’or, ô Lhā-sa
Et cependant c’est dit, fini, c’est conclu, chanté et joué, trop loin… trop tard
Lhā-sa, je n’irai pas à Lhā-sa!

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XXXVI

On le dit – mais est-ce bien vrai – le premier de nous d’Occident
Au vrai lieu des moines et des nonnes;
Les analectes citent d’abord son nom de voyageur sans incident:
Odoric, natif de Pordenone.
On le dit, que d’un pas vierge et magistral
Il viola l’antique forteresse,
Le visage clos, l’œil muré, joyau dur à saisir mieux qu’imprenable                                                [enchanteresse,
Magique cité du pur astral:
Lhā-sa, Terre des Esprits! est-ce vrai qu’il y a six cents ans de nos années
Cet homme te prit et t’habita?
Dans son récit que trouve-t-on? « Là – dit-il, la rue est bien pavée et                                             [les femmes bien ornées
La ville se dénomme Gota »!…
Et rien de plus… rien de géant pas de surgie monstrueuse ou torride
Pas d’étonnement d’un pas valide
Devant le plus grand effort de la terre Asiatide
Toi, le véhément dans le Solide!
Qu’importe alors si d’un corps aveugle il atteignit sans le savoir
Il vint; il s’en fut… et n’a rien vu!

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XXXVII

Il va, le fervent, Jésuite-errant, hâbleur peut-être et Portugais
Ce prêtre-envoyé dont le bagage
Fouillé par le dur gabelier de ton seuil abrupt aux aguets,
Tenait, préparés en humble gage:
« Deux mouchoirs et pierre d’autel; quelques cilices et un fouet »
Des prières non pas mercantiles;
Ce qu’il faudra distribuer: les agnus, les naïfs et pieux jouets
Que l’on appelle des « béatilles »,
– Le voici, tel ardent et rampant à t’aborder
Que, de tout son long parmi la neige
Nageur radieux et rageur, pèlerin au but emporté,
Battant sa grand’coulpe dans ta neige,
Il se pousse! Il est tout proche! Il touche au but… on ne sait où.
Près d’un « Roy », le seul des innombrables,
Naïvement il offre ses dons et sa foy: il obtient tout:
Mais dessus les choses admirables:
Louange à sa propre vertu; décret païen de sainteté,
Promesse très grande d’une Église!
– Que son nom soit devant les autres en cette Marche exaltée:
Antonio de Andrada de Lise.

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XXXVIII

Ils étaient deux, – Huc et Gabet – qui s’en allaient à l’aventure,
En vrais conquérants du Toit mongol.
Ils cheminaient timidement et pourvoyaient à leur pâture.
Cueillant, pour le feu, la fiente-argol.
Ils étaient deux bons voyageurs qui s’accrochaient aux caravanes
La lampe d’amour aux cœurs brillait.
Ils enfourchaient selon le vent chamelles blanches ou vieux ânes,
L’un deux écrivant … l’autre priait.
Ils étaient deux missionnaires qu’on traitait au long des routes:
« Lamas du Bon génie Jéhovah ».
Ils s’hébergeaient et se bernaient par tes étables et tes doutes,
Donnant ton Mystère au diable-vat!
Ils étaient deux errants allant à la maîtrise misérable
Au nom d’un seul dieu, – le Vrai, le Leur! –
Des milliards d’Éons régnant par tes cieux incommensurables
Ils furent surpris de leur malheur!
Ils étaient deux petits enfants qui s’en allaient à ta conquête…
Tes Puissances riaient sur leurs têtes.

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XXXIX

Il partit en marin navigateur de tes houles,
Thibet, Océan durci dans l’air…
En vieux conquérant Africain vers l’Asiatique Bodhyoule…
Il fut holocauste de tes mers
Dutreuil de Rhins! damné à mort dès ta première abordée
Dès son premier pas envers tes ports.
Tu faisais un rude et mauvais temps sur l’échine de ses montures
Pleuvant, gémissant, voyant sa mort…
Car les avatars courageux, et les plus hardies arabesques
De vie, et les plus chevaleresques,
Sont dès ton abord marqués et jugés, – Thibet-Maître, sois mon témoin, –
Du signe Plus ou du signe Moins.
Dutreuil perdit au jeu pour le but, mais gagna cette heure sereine
L’instant où l’on s’appartient …
Et mourut un matin d’une balle ronde dans l’aine
Chantant, car alors tu ne pleuvais plus
« Beau temps pour partir en ce matin, beau temps … » et il meurt
Beau ciel pour son étape dernière!

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XL

Le lent, le grand, le brun et doux Jacques Bacot
S’en va de son pas toujours le même …
S’arrête ici, habite là … trafique d’actes amicaux
Pour ses agnats du Pays Suprême …
Celui de tes hôtes, pays de Bod, le plus natif, le vrai Bod-Pa!
En queste ardemment vers l’en-Allée
Promise, dont marchands et soldats ont rancœur
Mais que les tenants de la Vallée
Conquise appellent comme lui de tous les bonds de leur cœur:
En marche au Pays Autre à connaître
L’oasis au milieu du tumulte; la terre tiède et nourricière
Au sein de l’horreur et du blanc,
Le pays noir de mystères, effroi des nomades qui l’enserrent,
Port neuf sans routier ni portulan.
Que le Voyageur soit loué pour avoir erré vers lui sans l’atteindre,
Laissant ce mystère plus grand:
Il revient avec le regard au-delà, ce regard …
Il prend possession de son domaine:
Ce qu’il a conquis et écrit d’un verbe seul en sa marche hautaine:
Le Thibet révolté: toutes les Marches Thibétaines.

XXXIV

Dicen que en medio del tumulto de este mundo montañoso
Hay una llanura alta, irrigada,
Que en medio de esta llanura, dominio de los dioses, tierra de los espíritus                                [de la montaña
Hay una ciudad sagrada,
Dicen que junto a la ciudad, más alto y más importante, se eleva                                                   [un montículo gigante
Protegiéndola con su espalda,
Que todo este montecito se ha vuelto un único castillo, una única casa
Palaciega, una Morada, la morada del Reencarnado.
Dicen que la fachada, con millones de ventanas bárbaras, asirias,                                                  [de Ecbatana o de lejana Sumeria
Se retira, se hunde, en sus colores magníficos
Blanco, de un blanco de sol; luego, en lo alto, en medio, granate sordo,                                         [granate rojo frambuesa en la sombra
Hasta los techos que dicen de oro,
De oro metálico, de oro en lingotes densos, de oro verdadero, ¡de oro                                             [verídico!, y dicen que está justo ahí
El palacio único del Potala
Dicen que, dentro de la fachada que nunca soñaría el más grande                                                    [y loco soñador ávido,
El palacio está vacío,
Que hay salas negras, desiertas, y vestíbulos que no llevan a nada conocido,
Los pasajes no llevan a nada…

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XXXV

¡Lhasa! ¡Lhasa! Tierra de los Espíritus… te venero… huiré de ti.
¡Lhasa! ¿Quién iría a Lhasa?
Mágica ciudad que está ahí – alta en su corazón – ¡ahí en sus nieves!
¡Lhasa!, ¿quién es digno de Lhasa?
Y es el estribillo habitual de los que ni pueden ni osan
¡Lhasa! ¿Cuándo iréis a Lhasa?
De todos los hogareños atenazados en la habitación cerrada y sombría
¡Lhasa! ¿Estabais lejos de Lhasa?
Y en las bocas tibetanas, y en el viento este estribillo lleva
«Lhasa, todo camino lleva a Lhasa»
Y, sin embargo, a treinta días, a veinte, a diez con buen aliento
Lhasa, todo se hincha hacia Lhasa.
Las Banderas yerguen sus bosquecillos; cada piedra es jaculatoria.
Lhasa, tus contornos son altos, Lhasa
El olor de los que regresan es fuerte y santo y meritorio
Lhasa, tus techos son de oro, oh, Lhasa
Y, sin embargo, está dicho, terminado, concluido, cantado y jugado,                                  [demasiado lejos… demasiado tarde
¡Lhasa, yo no iré a Lhasa!

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XXXVI

Lo dicen – pero es muy cierto – el primero de nosotros en occidente
En el verdadero lugar de los monjes y de las monjas;
Los cronistas citan, al principio, su nombre de viajero sin incidente:
Odorico, nacido en Pordenone.1
Lo dicen, que con paso virgen y magistral,
Violó la antigua fortaleza,
El rostro cerrado, el ojo tapiado, joya más difícil de coger que inexpugnable                                  [encantadora,
Mágica ciudad del puro astral:
¡Lhasa, Tierra de los Espíritus!, ¿es cierto que hace ahora seiscientos años
Este hombre te tomó y te habitó?
¿Qué hallamos en su relato? «Allí, dice, ¡las calles están bien pavimentadas                                   [y sus mujeres muy arregladas,
La ciudad se llama Gota»!…2
Y nada más… nada gigante ni aparición monstruosa o tórrida,
Ni asombro de un paso valioso
Ante el mayor esfuerzo de la tierra asiátida.3
¡Tú, el vehemente en lo Sólido!
¡Qué importa entonces si, a ciegas, te alcanzó sin saberlo!
¡Vino, se fue… y no ha visto nada!

1. Odoric da Pordenone: misionero italiano (c. 1280-1331) con el que se inician las secuencias dedicadas a los viajeros del Tíbet.
2. Gota:
3.  Asiatide: como se dijo en la nota 3 de la secuencia 20, es un término creado por el poeta.

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XXXVII

Va el ferviente, el jesuita errante, arrogante quizás y portugués,
Este sacerdote enviado cuyo equipaje,
Revisado por el duro exactor de tu abrupto umbral al acecho,
Tenía, preparados como humilde prueba:
«Dos pañuelos y piedra de altar; algunos cilicios y un látigo»
Oraciones no mercantiles;
Lo que habrá que distribuir: los agnus, los cándidos y piadosos juguetes
Que llamamos «beatillas».
– Helo aquí, ardiente y trepando para abordarte,
Que, entero en la nieve,
Nadador radiante y rabioso, peregrino hacia la meta airada,
Golpeándose «por su gran culpa» en tu nieve,
¡Se impulsa! ¡Está muy cerca! Toca la meta… no sabemos dónde.
Junto a un «Rey», el único de los innumerables,
Cándidamente ofrece sus dones y su fe: lo obtiene todo:
Pero sobre las cosas admirables:
Alabanza a su propia virtud; decreto pagano de santidad,
¡Promesa muy grande de una iglesia!
– Que su nombre vaya ante los otros en esta Marcha exaltada:
António de Andrada de Lise. 

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XXXVIII

Eran dos, – Huc y Gabet1 – que iban a la aventura,
Como verdaderos conquistadores del techo mongol.
Avanzaban tímidamente y proveían su comida
Recogiendo, para el fuego, el estiércol argol.
Eran dos buenos viajeros que se aferraban a las caravanas
La luz de amor en su interior brillaba.
Montaban según el viento camellos blancos o viejos asnos,
Uno escribía… el otro rezaba.
Eran dos misioneros a los que trataban en los caminos como
«Lamas del buen genio Jehová.»
Se albergaban y se engañaban por tus establos y tus dudas,
Dándole tu Misterio a ¡que el diablo nos libre!
Eran dos errantes que iban al dominio miserable
En el nombre de un solo dios, – ¡el Verdadero, el Suyo! –
De millares de eones que reinan en tus cielos inconmensurables
¡Les sorprendió su desgracia!
Eran dos muchachitos que iban a tu conquista…
Tus potencias se reían en su cara.

1 Los sacerdotes Régis Évangeliste Huc y Joseph Gabet llegaron a Lhasa en 1846.

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XXXIX 

Partió como marino navegante de tus marejadas,
Tíbet, Océano endurecido en el aire…
Como viejo conquistador africano hacia la asiática Bod-youl…1                 
¡Fue el holocausto de tus mares
Dutreuil de Rhins!,2 condenado a muerte desde tu primer abordaje
Desde su primer paso hacia tus puertos.
Hacías un rudo y mal tiempo en el lomo de sus monturas
Lloviendo, gimiendo, viendo su muerte…
Pues los avatares audaces y los más atrevidos arabescos
De vida, y los más caballerescos,
Desde el principio, los marcas y juzgas, – Tíbet-Maestro, sé mi testigo, –
Con el signo Más o con el signo Menos.
Dutreuil perdió el juego por la meta, pero ganó esta hora serena
El instante en que nos pertenecemos…
Y murió una mañana de una bala redonda en la ingle,
Cantando, pues entonces ya no llovías
«Buen tiempo para partir esta mañana, buen tiempo…», y muere.
¡Buen cielo para su última etapa!

1 Bod-Youl: Variante de Poyoul. Véase nota 2 de la secuencia XXI.

2 Dutreuil de Rhins realizó una misión científica en Asia (1891-1894). Fue asesinado en el Tíbet oriental.

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XL

El lento, el grande, el moreno y dulce Jacques Bacot 1
Se va con su paso siempre igual…
Se para aquí, habita allí… trafica actos amistosos
Para sus agnados del País supremo…
¡Aquel de tus huéspedes, país de Bod, el más nativo, el verdadero Bod-Pa!2
En búsqueda ardiente hacia la Ida
Prometida, por la que tienen rencor mercaderes y soldados
Pero que los defensores del Valle
Conquistado llaman, como él, con todos los impulsos de su corazón:
En marcha al Otro País por conocer
El oasis en medio del tumulto; la tierra tibia y nutricia
En el seno del horror y de la blancura,
El país negro de misterios, espanto de los nómadas que lo ciñen,
Puerto nuevo sin mapa ni portulano.
Que el Viajero sea alabado por haber errado hacia él sin alcanzarlo,
Dejando este misterio mayor:
Vuelve más allá con la mirada, esa mirada…
Toma posesión de su dominio:
Lo que ha conquistado y escrito con un solo verbo en su marcha altiva:
El Tíbet sublevado: todas las Marchas tibetanas.


1 Jacques Bacot exploró el Tíbet y escribió sobre ello los libros Dans les marches tibétaines, autour de Dokerla, 1909, y Le Tibet révolté, vers Népémako, la terre promise des tibétains, 1912. A ambos títulos se alude en el verso final de esta secuencia. 

Bod-Pa: Habitante de Bod-Po, Tíbet.

XLI

Rapide, exaltant, exalté, te saisissant comme un rapace,
– Toussaint de Bretagne et du Litang!
Les yeux là-bas, la barbe au vent, grand dépeceur de ton espace
De ses bras si chaleureux battant.
De sa voix grande escaladeuse hennissant de toi dans un rire,
De toi si féru et si fervent
Qu’il réassaille et reconquiert au prix du sang comme vampire
À pas redoublés d’ore en avant.
Depuis le Ladak jusqu’à (…), de Himis du Kashgar à Ourga de Mongolie,
Il va d’une très sainte folie.
Il dort en chaise, il lit en char, il s’abreuve et dîne en esprit
Réharnachant son cheval de rêve.
Il assaille la grosse Chine au (…) – bien appris …
Labourant vers toi sillons sans trêve.
Pour t’arracher en un moment le secret des miracles
– Je l’ai vu moi-même, presque nu –
S’en revenir auprès de nous ayant accompli son oracle:
Portant le manuscrit inconnu.

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XLII

Le texte nouveau que voici – le Livre long, volumineux,
Pesant comme un rêve d’avalanches.
Sous le bois pénétré de rouge et ramagé de jaune vieux
Happant la pensée entre deux planches
Comme un toit couvre son palais et se courbe sous la pluie d’air
Ses lettres frontées de l’inflexible
Trait, – (ce dur sourcil – écrit d’argent sur un noir clair,)
Celles sur qu’il l’on débagoule
Dont on ne sait s’il s’agit de déesse ou matrone ou goule…
Et vient le Titre en langue humaine et parlée d’autrefois
Perdue aujourd’hui, d’Oddiana
« Noble Livre, – lit-on par la suite – des Primes Vies de Délivrance,
Padma Sambhava, d’Oddiana ».
Et le livre lisant, sont les plus merveilleuses séquences
Promises à qui jusqu’au bout le marmonne.
Et le Livre étant lu, se conclut son Colophon mystique
Où l’on voit que c’est la version liturgique
En traits d’argent sur fond de noir, la traduction même « sans un seul mot                              [qui ne soit pur », et magique,
D’un livre – perdu – « à feuillets d’or ».

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XLIII

Suit: la séquence en son Neuvain; puisse le Poète répondre:
«À l’Esprit futur diffusé là!»
Plus mont que le Mérou des dieux; plus palais que le Potala,
Voici le chant qui ne se peut confondre
«Apparu dans l’échiquier du sol d’or il chercha et ne trouva pas le nom
Banal du carré des champs terrestres
Flambant du feu personnel de l’arc-en-ciel savoir de la science, il chercha                                 [et ne trouva pas le nom
Banal des lanternes allumées
Fleurant l’encens tout à fait pur, il chercha et ne trouva pas le nom
Banal des fientes et des fumées
Rayonnant dans les astres clairs de la science de l’espace, il chercha,                                          [et ne trouva pas le nom
Banal du soleil et de la lune…
Plongeur au ciel vide et nu, par au delà des ailleurs inconnus, il chercha                                    [et ne trouva pas le nom
Banal du ciel de notre apparence

Enivré par la boisson de l’extase qui soutient, il chercha et ne trouva pas                                  [le nom
Banal de la soif proprement dite
Ayant mangé dans la chair ardente au penser magnifique, il chercha                                         [et ne trouva pas le nom
Banal de la faim proprement dite
Vivant à la vie adamantine de félicité, il chercha et ne trouva pas le nom
Banal du déclin de ceux qui vieillissent.

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XLIV

Moi-même enfin, me voici là, pèlerin lassé vers Lha-sa
Moi-même avec tout mon désir de connaître
Avec mes mains et mes genoux, avec mon cœur faibli d’horreur et de lacis                               [et d’impostures…
Je viens, dernier et non point d’aventure…
Je t’ai reconnu, Thibet-roi, – je t’ai dédié en métaphore
Le vin de la plus magique amphore
Moi-même suis là, gravitant, gravissant, escaladant,
Je t’offre, Thibet, mes pas errants.
Non point au hasard, non point en amour de toi-même,
Mais – seul, du cortège pénétrant…
Non point destiné à ton cœur de glaciers et de beurre et de figures. –
Moi seul en route vers le Divers.
Vers toi-même haut, – vers le plus étrange et le plus inaccessible…
Vers Elle que je n’atteindrai pas.
Mes pas envers toi marquent les pas, sur ses flancs inflexibles
Gloire et amour à celle qui n’est pas.
Je pérégrine et suis en quête à travers toi de la conquête
De l’Autre, de l’autre au regard-dieu.
C’est ainsi que symbolisant mon effort et joie de requête
Je puis, décemment, me nommer en ce lieu.

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XLV

Les vrais dévots à ta gloire massive; les vrais pèlerins de ton poids,
– Carabes à triples pattes maigres, –
Ce sont tes porteurs élevant des poids plus pesants que leur poids,
Soufflant, piétinant parmi les aigres
Granits ou par les silex éclatés dans les déjets de tes torrents …
Ils t’offrent, Thibet, leurs faix errants.
Parfois arrêtés, suspendus, – non pas épuisés – ils s’adossent
Au court bâton qui les surhausse.
Ils te mènent obscurément leur patience sur une bosse
Hissant leur offrande bien pesée.
Soit le chaudron de fer fondu – scarabée sombre – capuchon noir
Ils en lèvent par trois à la fois
Ou bien le thé pressé en briques dont chaque ballot est de vingt livres,
Et l’on compte quatorze ballots sur leur dos!
Ce sont des chinois étrangers. Faut-il les suivre dans le geste?
Imiter cette démarche preste?
N’osant me prendre au fardeau d’homme j’ai tâté celui d’un enfant
Et, tôt, basculé face en avant!

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XLVI

Mais par-devant tout voyageur, tout être porté sur deux pieds;
Muni d’un visage et de parole,
Par les dialogues craquants de ton promenoir des glaciers
Montait l’instinctive parabole.
Ce n’est pas lui-qui-voit-en-face qui premier vit de son œil
Ton jet plus ardu que son orgueil.
Un museau d’antilope ou d’âne ou bouche vierge d’hémione
Ou l’ours inconnu au bagout clair,
Très authentiques pèlerins mieux que le Saint de Pordenone,
Jetèrent le son tissu de chair.
Avant tout homme même blanc, – avant tout Lama même noir, –
Un cerf altéré s’en fut en quête
À Lhâ-sa qui, lors, n’était point, – et ne vit rien, – et la route était faite,
Par lui bête assoiffée au mouroir.
Ô Thibet neuf! Tes hôtes purs et les plus vifs de tes amants
Furent les meneurs de grand’hardes;
Les bons sentiers d’hommes en toi suivent les pas de ces bêtes hagardes
Qui s’en allaient boire en te bramant.

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XLVII

Mais plus subtil qu’Hommes et Bêtes, le Sage possède et il tient «Dans                             [la majesté de l’Esprit libre»,
Ce que reins et cuisses alternés
Plantes souples et pattes dures conquirent par la vertu d’Équilibre …
Celui dont les Désirs sont bien nés,
Qui dans son cœur monte et … dans la chaleur du glacier qui s’agrège,
Se hausse en ton Royaume des Neiges.
Neige mystique: Himachal! dédaignant tout autre
Je pense, je crois en
Ce grand mois culminant, Nivôse aux jours séculaires ton règne enfin                                [qui me viendra
De tes Neiges, – à ce rêve doux dans tes Neiges,
Sommeil se réveillant dans ta mort.
Quel ultime émigrant de nous, voyageurs à sang rouge et peau beige
Ose, premier, gagner ton port?
Qui donc s’en ira, singulier, se roulant dans ton linceul d’investiture
Délibérément mourir en Bodh?
Que par-dessus tout découvreur, tout passant leste à l’aventure
Lui! qu’il soit nommé le Saint de Bodh!

XLI

Rápido, exaltador,  exaltado, cogiéndote como un ave rapaz,
– ¡Toussaint de Bretagne y de Litang!1
Los ojos abajo, la barba al viento, gran escrutador de tu espacio
Con sus brazos tan cálidos luchando.
Con su voz gran escaladora que estalla de risa ante ti,
Ante ti, tan intenso y tan ferviente,
Que te asalta y reconquista al precio de la sangre como vampiro
Con pasos redoblados de ahora en adelante.
Desde Ladakh hasta…, de Hemis, de Kasgar, a Urga de Mongolia, 2
Va con una santísima locura.
Duerme en la silla, lee en el carro, bebe y cena en espíritu
Enjaezando su caballo de sueño.
Asalta la gran China … – bien aprendido…
Labrando hacia ti surcos sin tregua.
Para arrancarte en un instante el secreto de los milagros
– Lo he visto yo mismo, casi desnudo –
Volver junto a nosotros tras cumplir su oráculo:
Trayendo el manuscrito desconocido.


1 Gustave-Charles Toussaint, magistrado colonial francés y tibetólogo, tradujo Padma Bkai thang-Yi (Le Dict de Padma), cuyo manuscrito había hallado en un monasterio de Litang en 1911. En 1917 le mostró una copia a Victor Segalen. La secuencia siguiente está dedicada a dicho manuscrito, y la XLIV es una adaptación de un fragmento del mismo.
2 Ladakh y Hemis: respectivamente, región y ciudad de Cachemira. Kasgar: ciudad china al noroeste del Tíbet. Urga era el antiguo nombre de Ulán Bator, capital de Mongolia.

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XLII

El texto nuevo, helo aquí, – el Libro ancho, voluminoso,
Que pesa como un sueño de avalanchas.
Bajo la madera penetrado de rojo y rameado de amarillo viejo
Atrapando el pensamiento entre dos planchas
Como un techo cubre su palacio y se curva bajo la lluvia de aire
Sus letras bordeadas por el inflexible
Trazo, – (esta dura ceja – escrito de plata sobre un negro claro,)
Esas sobre las cuales se desata
De las que no sabemos si se trata de diosa o matrona o vampiresa…
Y viene el Título en lengua humana y hablada en otro tiempo
Perdida hoy, de Oddiyana, 1
«Noble Libro, – leemos después – de las Primeras Vidas de Liberación,
Padma Sambhava, de Oddiyana.»
Y leyendo el libro, encuentra las más maravillosas secuencias
Prometidas a quien hasta el final las murmura.
Y leído el Libro, se cierra su colofón místico
Donde vemos que es la versión litúrgica
En trazos de plata sobre fondo negro, la misma traducción «sin una sola                                [palabra que no sea pura», y mágica,
De un libro – perdido- «de hojas de oro».


1 Oddiyana: Pequeño reino budista del primer milenio (hoy al noroeste de Pakistán) donde, según la leyenda, nació Padma Sambhava.

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XLIII

Sigue: la secuencia en su Novena;1 que el Poeta pueda responder:
«¡Al espíritu futuro difundido ahí!»
Más monte que el Meru2 de los dioses; más palacio que el Potala,
He aquí el canto que no puede confundirse:
«Aparecido en el tablero del suelo de oro, buscó y no encontró el nombre
Banal del cuadrado de los campos terrestres.
Ardiendo en el fuego personal del arco iris, saber de la ciencia, buscó                                    [y no encontró el nombre
Banal de las antorchas encendidas.
Oliendo el incienso todo puro, buscó y no encontró el nombre
Banal del estiércol y los vapores.
Irradiando en los astros claros de la ciencia del espacio, buscó                                                   [y no encontró el nombre
Banal del sol y de la luna…
Buceando en el cielo vacío y desnudo, más allá de contornos                                                      [desconocidos, buscó y no encontró el nombre
Banal del cielo de nuestra apariencia.
Embriagado con la bebida del éxtasis que sostiene, buscó                                                            [y no encontró el nombre
Banal de la sed propiamente dicha.
Tras comer en la carne ardiente del pensar magnífico, buscó                                                       [y no encontró el nombre
Banal del hambre propiamente dicha.
Vivo en la vida diamantina de la felicidad, buscó y no encontró el nombre
Banal del ocaso de los que envejecen.» 

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Novena: palabra usada aquí con el significado de estrofa de nueve versos.
Meru: Monte sagrado. Para los tibetanos es el monte Kailash.

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XLIV

En fin, aquí estoy yo mismo, peregrino exhausto hacia Lhasa,
Yo mismo con todo mi deseo de conocer
Con mis manos y mis rodillas, con mi corazón debilitado por horrores,                                 [laberintos e imposturas…
Vengo, el último, y no de aventura…
Te he reconocido, Tíbet-rey, – te he dedicado en metáfora
El vino del ánfora con más magia.
Ahí estoy yo mismo, gravitando, subiendo, escalando,
Te ofrezco, Tíbet, mis pasos errantes.
No al azar, no por amor a ti mismo,
Sino – solo, del cortejo penetrante…
No destinado a tu corazón de glaciares y de manteca y de figuras. –
Yo solo, camino de lo Diverso.
Hacia ti mismo alto, – hacia lo más extraño y lo más inaccesible…
Hacia Ella, a la que no llegaré.
Mis pasos hacia ti marcan los pasos, sobre sus flancos inflexibles,
Gloria y amor a la que no está.
Peregrino y busco a través de ti la conquista
De la Otra, de la otra de mirada de dios.
Así es como, simbolizando mi esfuerzo y alegría de súplica,
Puedo, con decencia, nombrarme en este lugar.

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XLV

Los verdaderos devotos de tu gloria sólida; los verdaderos peregrinos                                [de tu peso,
– Cárabos de triples patas delgadas, –
Son tus porteadores, que elevan pesos más pesados que los suyos,
Jadeando, tropezando entre los ásperos
Granitos o por los sílex rotos en los desvíos de tus torrentes…
Te ofrecen, Tíbet, sus fardos errantes.
A veces quietos, suspendidos, – no agotados, se apoyan
En el corto bastón que los alza.
Te llevan oscuramente su paciencia en una joroba,
Izando su ofrenda bien pesada.
Sea el caldero de hierro fundido – escarabajo sombrío – capuchón negro,
Llevan por tres a la vez,
Sea el té prensado en bloques de tabletas de veinte libras,
¡Y se cuentan catorce en sus espaldas!
Son chinos extranjeros. ¿Hay que seguirlos en su gesto?
¿Imitar esta rápida marcha?
Sin osar coger la carga de un hombre, he probado la de un niño
¡Y, pronto, me inclino hacia delante!

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XLVI

Pero, ante todo viajero, ante todo ser asentado en dos pies,
Provisto de un rostro y de palabra,
Por los diálogos chirriantes de tu paseo de glaciares
Subía la instintiva parábola.
No es el-que-ve-en-frente el que primero vio con su ojo
Tu surtidor más arduo que su orgullo.
Un hocico de antílope o de asno o boca virgen de hemión
O el oso desconocido de labia clara,
Muy auténticos peregrinos, más que el santo de Pordenone,
Lanzaron el sonido tejido de carne.
Ante todo hombre incluso blanco, – ante todo lama incluso negro,-
Un ciervo alterado fue en busca
A Lhasa que, entonces, no estaba, – y no vio nada, – pero el camino                                     [estaba hecho,
Por él, animal sediento mientras muere.
¡Oh, Tíbet nuevo! Tus huéspedes puros y los más vivos de tus amantes
Fueron los mayorales de las grandes traíllas;
Las buenas sendas de hombres en ti siguen los pasos de estos animales                              [azorados
Que a beber iban bramándote.

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XLVII1

Pero más sutil que Hombres y Animales, el Sabio posee y tiene «En la                                   [majestad del espíritu libre»,
Lo que riñones y muslos alternados,
Plantas blandas y patas duras conquistaron por virtud de Equilibrio…
Este cuyos deseos son bien nacidos,
Que en su corazón sube y… en el calor del glaciar que se une,
Se eleva en tu Reino de las Nieves.
¡Nieve mística: Himachal!, desdeñando toda otra.
Pienso, creo
En este gran mes culminante, Nivôse 2 de días seculares, en tu reino que                               [en fin me llegará
De tus nieves, – en este sueño dulce dentro de tus Nieves,
Sueño despertándose en tu muerte.
¿Qué último emigrante de nosotros, viajeros de sangre roja y piel clara
Se atreve, el primero, a ganar tu puerto?
¿Quién, pues, irá, singular, corriendo en tu sudario de investidura
A morir deliberadamente en Bot?
¡Que sobre todo descubridor y todo caminante rápido de aventura
Esté Él!, ¡que sea nombrado el Santo de Bot!

1. Esta secuencia es un canto al Himachal (la «nieve mística» del Himalaya) que reelabora creencias sobre su poder, especialmente el de salvar a quien la contempla. En los últimos versos, como en un canto fúnebre, esta «nieve mística» es a la vez sudario y beatitud.
2. Nivôse: mes del calendario republicano francés, del 21 de diciembre al 21 de enero.

PO-YOUL

XLVIII

Et c’est ainsi, Thibet nombreux que se rythment et se dénombrent                                     [tes apothéoses…
Comme des cloches, tes grands noms battent… Comme des marques                                 [dans le temps…
J’entends les fantômes de To-Bod, Haut Thibet, le mont inaccessible; celui                      [vers lequel on se hausse et qui vous porte et vous grandit…
To-Bod, et Lha-Ssa, Lha-Ssa, la ville où l’on n’arrivait pas, où l’on arrive…
Le nom du lieu et le château, la terre et sa ville maîtresse,
Lhassa, maintenant qui dépassera? –
Les hommes liges et les bêtes, les dieux fourmillants rayonnants,                                        [tous les êtres et créatures …
Les Hommes ont nommé le nom de Bod.
Et Lha-Ssa, terre des esprits, – voici le lieu des créatures, les hommes                                 [nommant, l’Esprit vaguant …
Et bêtes, dieux, et dieux et hommes tous ensemble ont fait ces domaines –                     [ces deux chants d’un seul livre inhumain. Moines régnant                                 [et habitant, voyageurs montant à la peine…- Tous ont atteint                           [au moins la mort … au moins le linceul dans la neige…
– Mais plus lointaine que Bod et Ssa, plus hautaine que l’espoir des                                     [Bod-Pa…
Règne la contrée Thibétaine…
– Celle qu’en marche on n’atteint pas, celle qui…
Poyoul! Poyoul, objet des monts! Ainsi se bâtit et hausse un poème:
Objet – Maléfice – et renonçant…
To-Bod, Lha-ssa et le territoire ineffable
Ainsi se partage le Poème.

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XLIX

On est allé en ces lieux-là! On a mis le pied dans le thrène… – Voici qu’un                                    [dieu n’y a pas suffi…
Voici déjà les deux chants dits: To-Bod et Lhassa… To-Bod même…
L’un sonne la trompe des on-dit…
Des hommes ayant couru haut ont surmonté l’investiture
Investissant ton mont de leur mont
To-Bod – Lhassa! Lhassa To-Bod, cloche sonnant – hymne hymnant
Voici le grand ciel de nonciature
Mais le territoire inconnu! le pays maître d’où ne naît
Pas même un regard ou…
Celui qu’on sait être tout blanc, tout chaud et vierge en ordination
Celui d’où les…

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L

Tu es plus haut que ta légende, château de l’âme exaltée,
Plus haut que ce qu’on pense de toi.
Ces beaux récits se dépassant… Cette arabesque surmontée…
N’atteignent pas le bord de ton toit.
On te découvre, on se promène décrivrant des néo-royaumes
Coupant ton pays à leur empan
Et le premier, ce Phrygien, Hérodote, nombreur des nômes,
Vieux Grec souriant en œgipan!
Il te croyait tout possédé par la Fourmilière géante
Ton miel métallique était de l’Or!
Aussitôt volé, emporté par des peuplades bien courantes
Et depuis son temps, et depuis lors,
Ibn Batoutah s’en fut tout seul, de l’Afrique à la mer démente
Citant seulement ton Tengri-Noor!
« Pays de la Gazelle œuvrant le musc en rut odorant et sans trêve… »
– Tous! Tous, de ta neige à tes névés,
En toi, en toi, mettaient leur foi, te dédiant leurs plus hauts rêves,
Que peut-être tu avais bien rêvés.

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LI

Je suis comblé je suis si haut, tout en mon corps d’homme respire
– Mais qui me tord et pénètre et renie…
Devant tes monts, au haut de toi, étreignant ton investiture
– Mais quoi me conjure et me parjure…
Je t’ai vaincu Thibet superbe, ô mon poème! ô mon émoi
– Je t’ai embrassé dans ta superbe
Autant qu’un homme peut jouir je me suis fondu dans ta glace
– Mais quoi me reste inquiétant à fuir…
Je suis très haut, je n’ai plus peur; je suis devenu Prince même, Lama,                                  [et yak et neige et pic…
– Mais l’Autre qui me reste lointaine…
Te surmontant, te pénétrant, j’avais dessein, ô diadème
De me couronner du monde-roi…
Je te saisis et je te tiens… J’étais dominé par ton être
– Mais qui se rebelle et se démet
J’avais conçu par ton amour de parvenir à la connaître
L’Autre, la joie ou l’avenir…
Je te possède, ô mon objet! Je t’ai vaincu ô mon poème
Et l’autre s’enfuit et me sourit
De ce regard et de ce feu dans tout ce visage suprême
– Mais où la trouver désormais
C’est fait, tout est fait, et j’attends, – j’ai dit tout est dit, et je meurs
– Mais qui songerait à la tuer…
Celle qu’on chasse et qu’on poursuit, celle qu’on désire et qu’on pleure,
– Mais qui la saurait accoutumer?

.

LII

Dans l’exaltante exoraison, et cette ardente litanie,
Thibet, qui m’usas mes deux genoux,
Toi qui surmontes, n’omets point dans cette double gémonie
Celle qui a tant besoin de nous.
Dans ma tendresse pour le haut, ne néglige pas la suprême
Celle qui est grande ardeur à nous…
Par son pouvoir et par le tien, donne-moi le rond diadème
Celle qui…
Dans toute…
Celle qui se languit tant de nous…
Dans la solitude… dans…
Celle qui est seule loin de nous.
Dans tes pouvoirs de mort et de nuit, n’omets point dans…
Celle pour qui l’on meurt à genoux.
La reine des sommets de chair, et le grand’four où tout se consomme
La fille naissant au sein de l’homme.

.

LIII

Mais que sont rêves et tes dieux! que sont les ferveurs des poètes
Thibet, au niveau de tes sommets!
Quel imaginaire enfanté dans les montagnes et les crêtes
Crève et règne au prix de tes…
Les plus enfantines extases, les plus célestes aventures
Montent avec peine à tes jointures…
L’homme désire et puis meurt! L’homme veut et ne fait pas… l’homme                               [aspire.
Toi, seul, au plus haut… tu es.
Que les autres escaladeurs chevauchent des mots dans leurs songes,
Je monte en frappant ton sol craquant
Ou bien que dans l’air s’évertuent les hymnes sonnant la merveille
Je scande le tréteau…
Tremplin de la terre, château ferme, – seul mont qui dans le déluge de boue
Se dresse, accessible et diadème…
Quand tout sera mort…

PO-YOUL

XLVIII

Y es así, Tíbet numeroso, como se acompasan y se cuentan tus apoteosis…
Como campanas, tus grandes nombres repican… Como marcas en el                                  [tiempo…
Oigo los fantasmas de To-Bod, Alto Tíbet, el monte inaccesible; ese hacia                          [el que nos levantamos y que os lleva y os engrandece…
To-Bod, y Lhasa, Lhasa, la ciudad a la que no llegábamos, a la que                                        [llegamos…
El nombre del lugar y el castillo, la tierra y su ciudad señora,
Lhasa, ¿ahora quién adelantará? –
Los vasallos y los animales, los abundantes dioses radiantes, todos los seres                        [y las criaturas…
Los hombres han nombrado el nombre de Bod.
Y Lhasa, tierra de espíritus, – he aquí el lugar de las criaturas, los hombres                            [que invocan, el Espíritu errante…
Y animales, dioses, y dioses y hombres juntos han hecho estos dominios –                             [estos dos cantos de un único libro inhumano. Monjes que                                 [reinan y habitan, viajeros que suben con esfuerzo… – Todos                             [han alcanzado al menos la muerte… al menos la mortaja en la                           [nieve…
– Pero más lejos que Bod y Sa, más altiva que la esperanza de los Bod-Pa… Reina la región tibetana…

– La que no se alcanza caminando, la que…
¡Poyoul! ¡Poyoul, objeto de los montes! Así se construye y se alza un poema:
Objeto – Maleficio – y renunciando…
To-Bod, Lhasa y el territorio inefable1
Así se reparte el Poema.

1. el territorio inefable es Poyoul. En la secuencia siguiente, «territorio desconocido».

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XLIX

¡Hemos ido a esos lugares! Hemos puesto el pie en el treno… – He aquí que                             [un dios no ha bastado…
He aquí ya los dos cantos nombrados: To-Bod y Lhasa… To-Bod mismo…
Uno toca la trompa de los rumores…
Hombres que han corrido alto han superado la investidura
Invistiendo tu monte con su monte
¡To-Bod – Lhasa! Lhasa To-Bod, campana que repica – himno que glorifica
He aquí el gran cielo de nunciatura
¡Pero el territorio desconocido! El país dueño desde donde no nace
Ni siquiera una mirada o…
Ese que sabemos que es todo blanco, todo calor y virgen en orden
Ese desde donde los…

.

L

Eres más alto que tu leyenda, castillo de alma exaltada,
Más alto de lo que pensamos de ti.
Esos hermosos relatos que sobresalen… Este arabesco coronado…
No alcanzan el borde de tu techo.
Te descubrimos, nos paseamos describiendo nuevos reinos
Cortando tu país con su palmo
Y el primero, ese frigio, Heródoto, invocador de las nomos,1
¡Viejo griego que sonríe como egipán!
Te creía todo poseído por el hormiguero gigante
¡Tu miel metálica era Oro! 2
Tan pronto robado, llevado por tribus muy simples
Y después de su tiempo, y desde entonces,
Ibn Batoutah3 se fue totalmente solo, de África al mar demente,
¡Citando solo tu Tengri-Noor! 4
«País de la Gacela que crea el almizcle en celo oloroso y sin tregua…»
– ¡Todos! Todos, de tu nieve a tus neveros,
En ti, en ti, ponían su fe, dedicándote sus más altos sueños,
Que quizás tú habías soñado.

1. nomos: subdivisiones administrativas de Egipto.
2. Una leyenda, recogida por Heródoto en la Historia, cuenta que en el noroeste de la India había unas hormigas gigantes que extraían el oro de la tierra.
3. Ibn Batoutah: viajero bereber que recorrió China en el siglo XIV. En sus relatos se habla de las «gacelas que crea el almizcle».
4. Tengri-Noor: lago sagrado del Tíbet. Llamado también Namtso.

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LI

Estoy colmado, tan alto, todo en mi cuerpo de hombre respira
– Pero quién me deforma y penetra y niega…
Ante tus montes, en tu cima, ciñendo tu investidura
– Pero qué me conjura y perjura…
Te he vencido, Tíbet soberbio, ¡oh, mi poema!, ¡oh, mi revuelo!
– Te he abrazado en tu soberbia
Tanto como un hombre puede gozar, me he fundido en tu hielo
– Pero qué me queda inquietante por huir…
Estoy muy alto, ya no tengo miedo; me he hecho incluso príncipe, lama                                    [y yak y nieve y pico…
– Pero la Otra que permanece lejos de mí…
Dominándote, penetrándote, pretendía, oh, diadema,
Coronarme rey del mundo…
Te cojo y te tengo… Estaba dominado por tu ser
– Pero quién se rebela y se disloca
Había concebido, por tu amor, llegar a conocerla
A la Otra, la alegría o el porvenir…
Te poseo, ¡oh, mi objeto! Te he vencido, ¡oh, mi poema!
Y la otra huye y me sonríe
Con esa mirada y ese fuego en todo su rostro supremo
– Pero dónde encontrarla ahora
Está hecho, todo está hecho, y espero,- he dicho todo está dicho, y muero
– Pero quién soñaría con matarla…
La que se caza y se persigue, la que se desea y se llora,
– Pero ¿quién sabría acostumbrarla?

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LII

En el exaltante ruego, y esta ardiente letanía,
Tíbet, que consumes mis rodillas,
Tú que dominas, no omites en esta doble Gemonías
A la que tanto nos necesita.
En mi ternura por lo alto, no descuides a la suprema
A la que es nuestro gran ardor…
Por su poder y por el tuyo, dame la redonda diadema
La que…
En toda…
La que tanto languidece por nosotros…
En la soledad… en…
La que está sola lejos de nosotros.
En tus poderes de muerte y de noche, no omitas en…
Esa por la que morimos de rodillas.
La reina de las cimas de carne, y el gran horno en el que todo se consume
La hija naciendo en el seno del hombre.

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LIII

Pero ¡qué son sueños y tus dioses!, ¡qué son afanes de poetas,
Tíbet, al lado de tus cimas!
Qué imaginario alumbrado en las montañas y en las crestas
Estalla y reina a costa de tus…
Los éxtasis más infantiles, las más celestes aventuras
Suben con dificultad a tus juntas…
¡El hombre desea y luego muere! El hombre quiere y no hace… el hombre                     [aspira.
Tú solo, en lo más alto… eres.
Que los otros escaladores cabalguen palabras en sus sueños,
Yo subo golpeando tu suelo crujiente
O aunque en el aire se esfuerzan los himnos que suenan la maravilla
Marco el caballete
Trampolín de la tierra, castillo firme, – único monte que en el diluvio                              [de lodo
Se yergue, accesible y diadema…
Cuando todo haya muerto…

LIV

Les cimes tombent; la fange monte; un plat univers s’accomplit.
Méprise – Thibet – notre bassesse.
Toute la terre se déprend; tout désir tendu s’amollit.
L’étreinte vaut bien quelle caresse?
Où donc est le haut et le pur quand le plus Grand se surabaisse:
Quand Peuple se fait ainsi mon «roi».
La pulpe bave sur la peau de l’antique Boule-maîtresse,
La Terre se roule au désarroi.
Car il n’est plus aux cieux soumis de redoutables dieux vivaces, –
Ni parmi nous tous de ces Héros
Menant vie ardente au combat personnel à grand’audace
Mais des millions de Numéros.
Que devient en tout ça le Divers, maître de toute joie au monde.
Que fait l’Autre, si impérieux?
– Dernier roi non dépossédé; dernier monarque d’Altimonde,
Thibet, par ce poème élogieux
Je te somme Prince des Pics. Je t’affranchis de tous les dèmes.
Je TE fais ton propre diadème.

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LV

Le geste est fait: le but est là: J’ai touché du pied le mystère:
J’ai dit ce qui saurait n’être dit.
Je me reprends et t’abandonne en emportant ton Reliquaire…
Trône là-bas! dans l’Interdit.
Étant allé, je me reviens; ayant bien marché, je m’arrête:
Riant à ta domination
Cet Hymne au désir des sommets purs se résout avant la crête
Éclatent les vœux de négation!
Je n’entrerai plus au To-Bod! Je n’obtiendrai jamais et même en rêve
Lhassa métropole des Esprits!
Ton vent de gloire et ta projection, toute ta présence sans trêve
Mon corps en saura le désappris!
Je ne parlerai plus de toi – Une fois, seul, je m’en prends à ton ciel
Sachant l’étonnant de ton présent.
Mais tu m’as marqué au visage du regard de ceux qui t’ont vu
Jamais je ne te reverrai plus.
Je ne saurai rien de ton être… si ce n’est que tu es château de ton ciel,
Je ne mourrai pas dessous ton ciel.

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LVI

Quand tous tes moines seront morts; quand le Divers sera moulu,
Quand plus rien ne sera plus en maître;
Et le Tö-Bod déjà couru; et Lha-Ssa même révolu:
Po-youl cadastré au décamètre,
– Si un homme est là, un seul homme pour te gravir et te louer,
Malgré l’épouvantable atonie.
Fais alors, – ô Thibet patient, Thibet qui subit les trop multiples avanies
Qu’il se souvienne de ce chant,
Ce poème, par toi seul et pour toi provoqué dans ses séquences
Ce cri rythmé par ta puissance,
Avec ses jets, ses frénésies, – son rythme-bond d’escaladeur …
Et lui, reprenant ces cadences,
Que mes séquences servent à rythmer sa marche élastique, aux filles                                      [Thibétaines perdues …
Au son des distiques
– Fais alors, en prière et grâces, en donateur immense, – et don et démon
Qu’au vers le dernier des novénaires,
Au pied de la séquence ultime, – ici, au bas, – ici au coin – de la sculpture                                [de tes monts,
Mon nom, comme un sceau, se régénère.

.
.
.

LVII

Après ces cris, ces hurlements, ces imprécations orantes …
Une seule, un seul vœu: à ton image, Thibet; sur le plan des châteaux                                     [surnaturels
Laisse-moi bâtir et orner la petite chambre que tout homme bâtit                                            [en lui-même,
Ou – brute populaire – ne bâtit pas.
Moins haute que le Potala, qu’elle soit bâtie sur son arête…
Au dedans, – beurrée de douceurs, copieuse et sucrée, mijotante                                              [et mystiquement mûre,
Avec des recès plus noirs et plus riches, – l’éclat des coups sur l’œil fermé,                             [le jaillissement…
Avec son orchestre de voix mélopéennes, – mais amoureuses, rugissantes                              [au seul démon d’amour
Avec des conjurations dépeçantes pour mes ennemis
Qu’ils soient, ceux-là, mis en pièces!…
Que la demeure de mon âme devienne cette hymne Thibétaine!
Mais au-dehors, les fenêtres et le toit pur…
S’ouvrent tout grands sur tes abîmes
Tes vallons, tes creux, la carrure de ce pays,
Que du bout de mes doigts écrivant, mais frémissant de paroles pulpées
De mes deux mains saisissant et secouant ton immense sujet, pays de Bod
J’ai tenté d’enlacer en Poème, cet hymne exutoire …
D’autres parmi les hommes, ont choisi leurs dieux parmi les hommes!
Et! Thibet, c’est dans la face de la Terre
Que choisissant son visage le plus majestueux, le plus expressif,
Je t’ai fait, Pèlerin découragé, la Hauteur, le Symbole, – le Dieu.

.
.

LVIII

L’homme s’est tu, lassé, repu, et s’assoupit au moment sourd:
– J’entends une musique inhumaine.
Une rumeur qui se fait chant: vaste bruit dont un hymne sourd:
Thibet! tu te mugis d’une haleine!
Tout ton pays parle: il suffit que chaque pic jette son nom:
Le gong tonne haut sur Tchombatch’ong!
C’est ton chaos psalmodié: une assemblée à voix énormes
Il suffit que chaque mont se nomme.
Éclate clair et déferlant le Tengri-Noor à voix mongole
Et cingle le bon cistre chinois
Disant Ts’ing hai! Ts’ing hai! et s’élançant vers ses idoles
Pleuvent les sons à pleine voix!
Dans la tempête monologue un instrument macabre et beau
Jette son seul cri: Jarakabo!
Et les cymbalines Shigatzé et Gyantsé ricanent sans trêve…
Tout un chœur nommant et l’hymne hymnant…
C’est toute la terre en rumeur et toute la (?) cloche
Bod? Bod? Haut Tobod! Pays sonnant!

LIV

Las cimas caen; el fango sube; un universo plano se cumple.
Desprecia – Tíbet – nuestra bajeza.
Toda la tierra se desprende; todo deseo tendido se ablanda.
¿El abrazo vale como esa caricia?
¿Dónde está pues lo alto y lo puro cuando el más Grande se rebaja:
Cuando el pueblo se hace así mi «rey»?
La pulpa babea en la piel de la antigua Esfera-maestra,
La tierra corre al desorden.
Pues ya no hay en los cielos sometidos temibles dioses vivaces, –
Ni entre todos nosotros esos héroes
Que llevan vida ardiente al combate personal con gran audacia
Sino millones de números.
¿Qué se vuelve en todo ello lo Diverso, señor de toda la alegría en el mundo?
¿Qué hace el Otro, tan imperioso?
– Último rey no desposeído; último monarca del Alto-Mundo,
Tíbet, por este poema elogioso,
Te ordeno Príncipe de los Picos. Te franqueo de todos los demos.
TE hago tu propia diadema.

.

LV

El gesto está hecho: el fin está ahí: he tocado con el pie el misterio:
He dicho lo que sabría no ser dicho.
Me recobro y te abandono llevándome tu Relicario…
¡Truena abajo!, en lo Prohibido.
Tras haber ido, vuelvo; tras haber caminado mucho, me detengo:
Riéndome ante tu dominación.
Este himno al deseo de las cumbres puras se resuelve ante la cresta
¡Estallan los votos de negación!
¡No entraré ya en To-Bod! ¡No obtendré nunca, ni incluso en sueño,
Lhasa, metrópolis de los Espíritus!
Tu viento de gloria y tu proyección, toda tu presencia sin tregua
¡Mi cuerpo sabrá su olvido!
Ya no hablaré de ti – Una vez, sola, me enojo con tu cielo
Conociendo lo extraño de tu presente.
Pero me has marcado el rostro con la mirada de quienes te han visto
Ya nunca volveré a verte.
No sabré nada de tu ser… sino que eres castillo en tu cielo,
No moriré bajo tu cielo.

.

LVI

Cuando todos tus monjes hayan muerto; cuando lo Diverso esté aplastado,
Cuando ya nada sea supremo;
Y To-Bod ya recorrido; y la misma Lhasa acabada,
Poyoul catastrado al decámetro,
– Si un hombre está ahí, solo un hombre para escalarte y alabarte,
A pesar de la espantosa atonía.
Haz entonces, – oh, Tíbet paciente, Tíbet que sufrió demasiadas                                          [múltiples afrentas,
Que él recuerde este canto,
Este poema, por ti solo y para ti provocado en sus secuencias
Este grito acompasado por tu potencia,
Con sus surtidores, sus frenesíes. – su ritmo-salto de escalador…
Y él, retomando estas cadencias,
Que mis secuencias sirvan para acompasar la marcha elástica de las                                   [jóvenes tibetanas perdidas…
Al son de los dísticos
– Haz entonces, en ruegos y gracias, como donante inmenso, – y don                                   [y demonio
Que en el verso último de los novenarios
Al pie de la última secuencia, – aquí, abajo, – aquí, en el rincón – de la                                  [escultura de tus montes,
Mi nombre, como un sello, se regenere.

.

LVII

Tras estos gritos, estos alaridos, estas imprecaciones orantes…
Una sola, un único voto: a tu imagen, Tíbet; en el nivel de los castillos                                         [sobrenaturales
Déjame erigir y adornar la pequeña estancia que todo hombre erige                                             [en él mismo,
O – bestia popular – no erige.
Menos alta que el Potala, que sea construida sobre su cresta…
Dentro, – con mantequilla de dulzuras, abundante y azucarada, cocida                                          [y místicamente madura,
Con sentencias más negras y más ricas, – estallido de golpes en el ojo                                             [cerrado, el brote…
Con su orquesta de voces monótonas, – pero amorosas, que rugen                                                   [al único demonio de amor
Con conjuros que despedazan para mis enemigos
¡Que sean, ellos, hechos pedazos!…
¡Que la morada de mi alma sea este himno tibetano!
Pero fuera, las ventanas y el techo puro…
Se abren de par en par a tus abismos
Tus cañadas, tus hondonadas, la anchura de este país,
Que escribiendo con la punta de mis dedos, pero temblando con palabras                                      [deshechas
Cogiendo y sacudiendo con mis manos tu inmenso sujeto, país de Bod
He intentado entrelazar como Poema este himno exutorio…
¡Otros, entre los hombres, han elegido dioses entre los hombres!
¡Ay! Tíbet, es en la faz de la tierra
Como, eligiendo su rostro más majestuoso, más expresivo,
Te he hecho, peregrino desalentado, la Altura, el Símbolo, – el Dios.

.

LVIII

El hombre se ha callado, cansado, ahíto, y se ha adormecido en el momento                                           [sordo:
– Oigo una música inhumana.
Un rumor que se hace canto: vasto ruido del que brota un himno:
¡Tíbet!, ¡bramas sin pausa!
Todo tu país habla: basta que cada pico arroje su nombre:
¡El gong truena alto sobre Tchombatch´ong!1
Es tu caos salmodiado: una asamblea de voces enormes
Basta que cada monte se nombre.
Estalla claro y roto el Tengri-Noor2 con voz mongola
Y azota la buena cítara china
Diciendo ¡Qinghai!, ¡Qinghai!3 y lanzándose hacia sus ídolos
¡Llueven los sonidos a plena voz!
En la tempestad monologa un instrumento macabro y hermoso
Arroja su único grito: ¡Jarakabo!4
Y los címbalos Shigatzé y Gyantsé5 con sarcasmo ríen sin tregua…
Todo un coro que nombra y el himno que glorifica…
Toda la tierra es un rumor y toda la (?) campana
¿Bod? ¿Bod? ¡Alto To-Bod! ¡País sonante! 

1. Tchombatch´ong: pequeña ciudad del noreste del Tíbet.
2. Tengri-Noor: véase nota 4 de la secuencia L.
3. Qinghai: provincia del norte del Tíbet.
4. Jarakabo:
5. Shigatzé y Gyantsé: ciudades del Tíbet.

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