Tíbet
Versión junio-agosto de 2022
NOTA DE INTRODUCCIÓN. Este poemario, en el que Victor Segalen trabajó entre 1917 y 1918, se publicó íntegro en Mercure de France en 1979, a los sesenta años de su muerte. Posteriormente, se publicó en Odes. Thibet, Gallimard, 1986 y Œuvres, Gallimard, Biblithéque de la Pléiade, 2020.
El autor no dejó una redacción definitiva de las secuencias que componen el libro, sino varias versiones, algunas de ellas sin enumerar; por ello, las ediciones citadas presentan variantes que afectan al propio texto y a la disposición de las mismas.
El poemario consta, en las ediciones de 1979 y 1986, de cincuenta y ocho secuencias distribuidas en tres secciones: To-Bod (I-XXI), Lhasa (XXII-XLVII) y Po-Youl (LXVIII-LVIII). Cada poema se compone, en general, de nueve dísticos formados por un extenso verso irregular y un eneasílabo.
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TO-BOD
I
Alas… No. El vuelo alado nada tiene que hacer en las cumbres de las cimas
A las que no llevan juegos de huracanes.
No es ya con ligero temblor como se doma aquí esta rima.
Sino que hendiendo la roca a mi paso,
Con derecho de vida, con gusto de muerte, despreciando la llanura marina,
Con pie duro abordo tu colina,
¡Bod, oh, To-Bod, oh, TÍBET!, atril del mundo que canta,
En ti me permito este poema ferviente.
Que no vaya «como el pájaro que se nutre de arroz y granos»
– Buitre que retuerce el broche del verso,
O el esfuerzo enderezado por millones de tiempos de aliento,
Pico nuevo en el hielo de los inviernos.
Y dejando que el hombre se distraiga con el verbo que suena en su boca,
Ahogado bajo oleaje de languidez,
Que yo pueda, a golpe de riñones, escandir en tu grandeza
Este himno agitado, este don salvaje,
Tributo de impulso que te escala, ¡a Ti, la más alta de las regiones!
– Mi corazón, ¡que golpee cada palabra!
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II
Entonces, que mi canto no siga en su muy común medida
Vanos juegos de palabras trabadas.
Que el ritmo se haga salto y, quebrando el viejo albergue,
Camine a la cima de cielos estrellados.
¿Y qué celebrante celebrado, asiduo de los viejos lugares litúrgicos,
Profeta en gran mal del porvenir,
Qué recitante disciplinado o conductor de impulsos báquicos,
No jadearía en tu escalada?
O bien este encerrado, – ¡el loco! – sudando tinta en su morada
Se asusta ante tu inmenso horla.1
No opongáis el terrón al monte: el Horeb2 al Tonante de Sicilia,
El Olimpo pequeño al Dokerla.3
Sino que en las copas de tus grupas, por las rimas de tus cimas, las troneras
Dilatadas en tus brotes sinclinales,
Y por las laisses de tus cadenas, por las cadencias de avalanchas
De los cortejos de tus series blancas,
Es preciso: que, – mágico en el mundo raro del que eres techo, –
El Himno se funde solo en ti.
1. horla: fantasma protagonista del cuento homónimo de Maupassant.
2. Horeb: otro nombre del monte Sinaí.
3. Dokerla: montaña sagrada del Tíbet.
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III
Incluso si muero buceando en el mar salobre, de mal sabor,
O nadando agotado en la llanura,
O de tibia muerte en mi inmóvil lecho muy dulce,
Nada descuidaré mi aliento,
Ardiente, – grito de llamada, – el recuerdo con voz de bronce
De tu primer gesto soberano.
Tíbet, de un salto surgiste ante mí, – el mundo cambiado, – virgen enorme
Más allá de los montes de mi deseo;
Sosteniendo el Cielo-Océano con tu promontorio sin norma,
Rajá de gigantesco yacer.
El espacio se ha endurecido; el peso cae; el agua se hace lucha agitada;
Aquí, todo resbala de tu altura;
Y el agua y el espacio y el peso y no sé qué espanto
Desciende, majestuoso, en Tus rebaños:
¡Estos hombres! ¡Estos toros envueltos! Corneándome con dos arcos, – [empuñándome con dos manos,
A mí, intruso y proscrito desde la linde;
Estos gigantes granates y grandes, rostros santos, andares atrevidos,
¡Estos bucráneos vivos y rugientes!
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IV
Alabado seas, Tíbet inhumano, por esta frente cubierta de glaciares;
(Ahí no veo insólitos rostros…)
– Balbucientes hocicos de mis yaks, testuces de mis caballos de acero, –
(Ahí no veo insólitos rostros…)
Por tu blasón sin trazos ni tinta, por tu figura de icoglán
(Ahí no veo insólitos rostros:)
Quiero decir aquí: visión súbita de esta Otra, del otro clan,
¡De Ellas, en sus mágicos espejismos!
Larvas dulces de espanto o fantasmas viciosos
Quiero decir, aquí, estos Paisajes
Vivos: dos cejas, y una frente, mejillas amantes, y ojos
Tan graves con esta mirada de tormenta;
Estos pozos asustados de verse; y esta fuente de dioses:
La boca con sus poderes de rabia.
Medio agitada medio muda, y bebida o bebiendo a su gusto,
Todo el Ser en horizontes de naufragio;
En la rutina de nuestros días verdaderos, muy radiante en sus estragos
¡Sin dejarse integrar nunca!
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V
¡Tierra! ¡Tierra! Encumbramiento del Continente más que él mismo
Rey, – coronándose en tu poder.
A través de él, los vasallos van y vienen, agitada diadema,
Llevando el tributo de sus haberes.
Los que se lanzan en pies con pezuñas con garras de demonios;
Las jóvenes que caminan con salto libre;
Y estas largas serpientes de tus aguas, nacidas del más puro surtidor de tus [montes:
¡Grandes ríos que buscan su equilibrio!
A través de gargantas y declives saltando, rodando, fluyendo, babeando,
Llevan su curso a la desembocadura,
La piscina final disuelta en su balanceo decepcionante:
El mar, hidrópico babeo;
El mar sin montes, el mar sin frente, la cuba de tedio gris plomizo
Que danza como oso en sus mareas;
¡Prodigio!, ¡helo aquí, – trepando a tus pies – por ti erguido,
El mar peregrino en tu aplomo!
Se curva, está en camino en su esclavitud efélida
Hacia ti, ¡vehemente en lo sólido!