Página dedicada a mi madre, julio de 2020

IV. ESTO NO ES MI CUERPO

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«Algún tiempo después, Voltaire se vio obligado a protestar contra otro defecto quizás mayor, la manía de escribir sobre las ciencias en prosa poética. Este abuso es más peligroso«

Advertencia de los editores de Kehl a los
«Elementos de la filosofía de Newton».

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«Pero entonces, buen joven, está construyendo una escalera que lleva
a ALGO QUE, mientras lo hace, es incapaz de concebir.»
Tevijga Sutta del Canon Budista.

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«Contemplo en esos signos puros
La naturaleza que actúa opuesta a mi alma»
GOETHE

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«Todo se hace por figura y movimiento.»
PASCAL
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La incertidumbre se dirige. Avanza para todos los que no tienen tiempo ya de ser Fausto. ¿Dónde estoy?

En un baño de materia granulosa que no es yo.

De lo-que-no-es-yo me llega un signo que estimula, que es un asalto.

Este asalto entra en contacto con una acumulación de asaltos que he recibido, que llevo, que no es mi cuerpo.

Llaman al signo «estímulo», es una mala palabra, que presume que el signo me está destinado, que hace que actúe ya en mi teatro; así Bernardin de Saint-Pierre creía que las pulgas eran negras para que se las cogiera en el lienzo blanco. «Signo» implica también una destinación y tendría el mismo error aquí (pues no es necesario que el término que sirve para buscar contenga una respuesta): la acepción verdadera de la palabra signo solo es «que indica la existencia de algo».

De lo-que-no-es-yo llega, pues, esta manifestación, esta emisión, este asalto, esta forma. ¡No escribas «onda» para no equivocarte!

No escribas onda, no sabes bastante, aunque se trate probablemente de un movimiento vibratorio: lo buscarías en las gamas conocidas, recaerías en lo mensurable extendido. Evita «estímulo», que está cargado de un grito, evita «onda» que puedes comparar, no añadas nada a LO que vas a transmutar… El signo, la emisión, el «quid» del que dirás «es rosa», fuera de ti, es número negro.

Escribimos «número» por rigor; seríamos más claros si escribiéramos «movimiento», pero entonces el pensador se levanta y grita que usamos el lenguaje humano: pues no sabe que, al ser los movimientos reductibles a valores enteros de la energía (-quanta-), son números. Que se quede sentado. Nada es más importante que estos movimientos, estos actos del número, del mundo. Pues hay una relación necesaria entre la «realidad» del mundo exterior para nosotros y sus movimientos vibratorios.

Dicho de otro modo: que YO conozco, no, siento, el mundo exterior porque vibra. ¿Entonces? Vibrar es enviar ondas, formas, «asalto».

El mundo emite asaltos, al asalto estoy acordado: poseo un asalto semejante, recibo este asalto del mundo; entonces, siento.

Lo recibo porque estoy «acordado», como un receptor, porque poseo el asalto precedente semejante; el hecho basta.

¡Pues bien! No.

Siento… ¿qué siento? Siento el asalto que viene a tocar mi cota de asaltos, rrrr.

Nada más. No sé qué ni lo que es.

Podemos llamarlo acumulación de asaltos precedentes, vestido de asaltos, cota de asaltos, sistema de signos que viste al ser vivo, «Piel de alma»; hemos comprendido por ello el mecanismo del encuentro grosero de YO y del mundo exterior; si queremos hablar de modo que el psicólogo caiga muerto, pero eso ya está hecho, ¡hemos comprendido «dzing!». ¡Alcanzado!

¡Ay!, esto solo es la mitad del problema.

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¿Dzing enviado por Chopin?, ¿por Guerlain?, ¿por el sol?, ¿por los átomos que pululan en la mesa? No sabemos, Dzing no tiene identidad.

¿Qué dices?, ¿que soy oscuro como el otro que piensa, que pueden imprimirme en Alcan, que te largas? ¿No quieres ya saber lo que sientes?

Está bien. Haremos que lo escuches por los modos ordinarios. Vete a hacer el amor, vete, vete. Solo te pido una cosa: al final piensa en mí (detente antes de llamarme cabrón). Al final es «dzing».

Dzing, Piel de alma resuena entera, pero su resonancia no tiene nombre; la resonancia tiene intensidad; no tiene nombre.

– El nombre: … amargo, rosa…

Lo que es imposible no es sacar un espasmo del encuentro de YO y del mundo: es tan posible, que toda sensación es un espasmo reducido, – ¡luz, pum en el ojo! es un espasmo reducido. Lo que es imposible es sacar de ello un canto.

Naranja es un canto. Lo mismo, si tiene aroma de vainilla.

¿Entonces? Movimiento vibratorio del mundo exterior que envía asaltos; recepción del asalto en el ser vivo sobre un asalto semejante; espasmo-resonancia (tan débil como se quiera, del tipo nervio de rana); espasmo-resonancia, espasmo-acorde, sensación bruta.

La sensación bruta, es decir, la oscilación de un circuito acordado en el ser vivo en el instante en que la onda del objeto llega, está en el orden de todo.

Solo entre esta sensación sin nombre y una sensación humana que canta no hay, parece que no hay, paso.

Solo se puede escribir provisoriamente que no hay. Solo se puede escribir lo que se sabe: cuando el mundo exterior envía vibrando asaltos, el ser vivo entra en resonancia en medio de una masa acordada que aquel lleva – o que lo reviste -, la imagen importa poco.

En ese momento una sensación bruta tiene lugar: tan estúpida, que el magnesio que estalla lo da, aun tan débil como queramos.

Esta especie de espasmo sigue siempre a un contacto entre el mundo exterior y un ser. Es un fenómeno energético, que entra en la física conocida.

En cuanto a la sensación que decimos que canta, es provisoriamente imposible creer:

ni que ella corresponda a la misma emisión que la sensación ciega;
ni que ella sea recibida por el mismo… espacio.

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Es un cierto imperceptible electro-magnético fuera de usted, en usted luz por colores divididos; es la energía cinética del pululante medio en que se mantiene, en usted temperatura; son frecuencias elásticas del discontinuo que lo rodea, en usted sonido; es orientación de puntos reunidos por cadenas, en usted, sabor; son núcleos de fuerza en el vacío, para usted lo sólido. Es siempre el impulso que trae lo móvil sin cualidad.

El instante no propone nada más. El instante no es color ni calor ni sabor ni sonido que llega. Fuera de usted estos signos no están nombrados. Son multiplicidades de unidades, impulso de origen desconocido; son danza de puntos, y el paso de la danza y la cantidad de los danzarines, – y las figuras de la danza, si usted estuviera ahí, tendrían un nombre hecho cuerpo.

Usted es necesario. Sin usted los movimientos son sus ondas, los signos atraviesan el mundo, ninguno es caliente, ninguno es duro, ninguno es do, ninguno el azul…

El sentir es la transformación de esos movimientos en cualidades (¡hola, filosofía!)

Donde se produce esta transformación, SENTIMOS.

¿Dónde? No hay más problemas.

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Sé que los signos emitidos por lo que está fuera de mí siguen en mí a sus precedentes por efecto de la ley del mínimo esfuerzo que llamamos también gravedad, lo que explica la resonancia.

Sé que el signo recibido no se pierde, que él no me atraviesa como atraviesa al resto de la tierra, puesto que, aunque pasado, refuerza el signo que me llega. Se acumula, pues, en el lugar que lo recibe, en mí. Así se constituye una Masa particular, masa de actos emitidos por el mundo, movimiento de formas diversas que tengo, no sabemos cómo, no sabemos dónde, la capacidad de preservar.

Estos movimientos eran los de lo ponderable; todo movimiento de lo ponderable se reduce a un cierto valor de la energía; – el signo recibido, la masa que agrava son energía, lo sé.

Sé que la sensibilidad es un hecho que solo se produce donde tales acumulaciones existen: todo signo nuevo resuena ahí, es decir, los agrava y luego está encantado.

Hay en mí una Masa embrujada; lo que la alcanza brilla y grita.

La he amasado viviendo; la amasamos desde Adán. Sin ella el signo aislado no es sino una debilidad que no vive; se pierde si no la alcanza; no es, si ella no lo detiene, sino una nota que no resonará.

Hay en mí una masa de signos transformada, una materia mezclada de poder, una cantidad que ha hecho el amor con la vida, una medida sin memoria de instantes de universos acabados.

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«… Pero decir cómo, eso es inútil, y de otro orden.»
PASCAL

El movimiento de las moléculas de la atmósfera se ralentiza: un signo.

Me alcanza: tengo frío. Qué transmutación, qué paso. Fuera, solo es un movimiento: allí. Lo he cambiado. ¿Por qué?

Lo he recibido. ¿En qué? ¡En mi materia! Sería demasiado simple: entonces, la tierra sentiría.

¿En mi cuerpo?, pero es tierra.

¿En un espíritu?, qué sé yo si existe. Si existe y no es tierra, ¿lo tocaría la tierra?

La tierra es en sí misma insensible, se atraviesa de parte a parte; ni se opone a ella misma para recibir.

Y si el espíritu tiene la potencia, ciertamente no tiene el poder.

El movimiento alcanza a la Masa precedente.

La transformación del movimiento en calidad se hace al contacto de la acumulación precedente preservada: es ahí donde se ha elevado, ha superado un nivel, ha franqueado un umbral, – a un lado, es número, al otro, es día.

Esta Masa opuesta al mundo, de la que hasta ahora no se ha notado que exponía una suma, algunos creen que es su cuerpo, otros, que es su espíritu.

La COSA que eleva lo real sobre el nivel en que es exclusivamente número, la masa vibrante en que quinientos mil millones de kilociclos van a resonar y después van a volverse amarillo, la ciencia lo admite, y el buen sentido, que es el cuerpo.

La ciencia lo admite, no sin admitir que ahí hay un desconocido: pues sabemos fabricar moléculas de proteínas sin que ninguno de sus constituyentes se reduzca a la sensibilidad, y si hacemos aparatos de sentidos, un Kodak no ve. Nada en la química ni en la física muestra el elemento de esta transformación extraña. Ha sido necesario sustituirlo por una PROPIEDAD como hacíamos en los tiempos oscuros para explicar que el fuego quemaba, y la ciencia les da a las moléculas proteicas organizadas en sistema la «propiedad de sentir» como antes le daba la propiedad de quemar al flogisto. Pero el elemento que es para la sensación lo que es el oxígeno para la combustión, ninguna inducción lo expone. ¿Dónde está esa especie curiosa?

En cuanto al sentido común, este ha creído todo el tiempo que lo amarillo era amarillo fuera de él.

Los mejores apuntan una derrota, y esperan: – no sin esperar, si el cuerpo no es el brujo, que sea el espíritu.

Eddington observa que las ondas penetran en su ojo, que se vuelven de color no sabe en qué superficie más secreta que su ojo, que él renuncia a saber. «Pero el procedimiento por el que el mundo exterior de la física es transformado en mundo familiar para la conciencia humana se encuentra fuera del domicilio de la física», dice.

¡Fuera de la física!, eso comporta que el signo emitido por las cosas cae directamente en esta conciencia que la física no alcanza.

Apenas vi, tuve por natural esta locura. Es necesario apartarse mucho de la vida para extrañarse, pues no podemos verter una idea en un vaso, más de lo que un movimiento de puntos ponderables pueda alcanzar un espíritu.

Son dos espacios irreductibles; el de la materia no parece ser el de la conciencia. Es verdad que para este último el físico deja sus instrumentos y renuncia a entrar. Pero si no entra, ¡la materia, tampoco!

Si la física no alcanza la conciencia, ¿cómo la alcanza una onda corpuscular? ¿Cómo choques de moléculas o su remolino? Si el instrumento de la medida no entra, ¿cómo entra el objeto de la medida?

En verdad, no sería más extraño que le tocáramos a usted la conciencia con un metro.

– ¿Tocar qué?

– Su espíritu.

– ¡Quiere reírse!

– ¿Y con un milímetro? ¿Y si el milímetro fuera muy pequeño? ¿Y con una fracción de él?

– ¡Veamos!

– ¿Está seguro?, ¿se puede?

– Como de mi vida.

– ¿Y con el azul?

– Eso es diferente.

– Es un milímetro, señor.

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A los físicos y a los dioses les resulta posible imaginar muchos espacios; pero si es necesario hacerlos coincidir…

La materia, que solo podría encontrarse con la materia, no puede sentirla.

Y la conciencia, que singularmente podría sentirla, no puede encontrarse con ella.

¿Qué es lo que encuentra  número y siente  calor, canto, color azul?

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Cuál es la superficie de transformación…

Está hecha de ponderable puesto que una emisión de ponderable la alcanza; es antagonista de lo ponderable, puesto que anula al número; forma parte del mundo puesto que el mundo la toca; no forma parte de él puesto que se opone a él.

«He aquí de qué modo. Con la sustancia indivisible e invariable y con la sustancia divisible que está en el cuerpo ha compuesto, mezclándolas, una sustancia intermedia…»

Pero es la opinión de Platón.

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Quorum nil fieri sine tactu posse videmus,
Nec tactum porro sine corpore: nonne fatendum est.
Corporea natura animum constare animamque..
LUCRECIO

Por un lado el MUNDO.

Por otro una acumulación de movimientos llegados del Mundo: esos movimientos que son energía hacen masa.

Y en el nivel de tales Masas aparece el fenómeno «sentir»: todo movimiento nuevo al alcanzarlos resuena, luego toma un valor incomparable y se metamorfosea. La sensación es la metamorfosis.

¿Eso se hace necesariamente? ¿Se hace sin agente? «Si existe un Yo, decía este texto budista, nada de ello sabría.»

Solo podemos hacer aquí una observación, solo una, es que tales acumulaciones de instantes de energía del mundo, tales masas de signos permanentes solo existen en el ser vivo.

Parece que los movimientos del mundo, cualesquiera que sean, los instantes de energía del mundo, cualesquiera que sean, nunca hacen masa fuera del ser vivo, – por una razón que debe contener la solución del problema.

Si fuera posible que fuera de la vida se permita la formación de tales masas, ¿qué sentirían estas? Cada nuevo instante, en contacto con ellas, ¿resonaría? «¡Cómo!, todo es sensible», escribía Nerval – que estaba loco.

Ahora bien, eso no sucede, pues los signos del Mundo no se acumulan fuera del ser vivo: todo está atravesado por todo.

El espacio, si está alterado alrededor de las cosas por la agitación profunda de su aparente inmovilidad, no guarda nada: la materia que constituye el espacio no guarda nada. Los innumerables circuitos están abiertos, ahí cae la energía. Circula, se dispersa, pasa; es instante; instante nuevo; fracción imperceptible de ella; nunca encuentra su propia suma; añade un número, un número más a una suma imposible; el total nunca estalla como una sorpresa; no se hace día.

La espantosa potencia anulada por su misma acción se envía para reunirse en una superficie desconocida.

No puede recogerse sobre sí misma.

Toda acción que emite el universo solo puede perderse en el universo: lo ponderable es lo permeable.

Es necesario que cada número sea retenido, sin embargo, y cada instante; porque el instante es quinientos mil millones de kilociclos, nada más, y el pasado es el que es amarillo, o azul.

El instante no es nada: es la masa de instantes lo que da la resonancia; el instante no es sino una agitación o una frecuencia. Pero una masa no se constituye a partir de elementos sucesivos sino donde existe una fuerza de suspensión.

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«Ve, señorita, que eso sobrepasa la broma: de experiencia en experiencia, hemos llegado a tocar el fuego del cielo…»
Abbé NOLLET

Lo quizás rojo, lo quizás azucarado, lo caliente, lo dulce, lo quizás ruido me llega; eso toca mi cuerpo, que lo detiene, lo acumula, ¡hace con ello un tesoro!

¿Cómo?, ¿tu cuerpo?

Tu cuerpo de carbono, de nitrógeno, de hidrógeno, de hierro, ¿cómo?, ¿tu cuerpo?, ¿el Universo?

Sus moléculas son las del universo; está construido con las mismas piedras. ¿Cómo amasarían estas el movimiento, cuando por definición lo pierden?

Lo que hace un sonido es un movimiento: del estremecimiento del aire, quizás de la música, la materia de tu cuerpo no ha retenido nada; su especie química no ha sido alterada; lo que hace lo sólido es un movimiento: ella no lo ha recibido. No ha cambiado; ningún contacto, por lo demás, la ha cambiado: este toque tampoco.

Ningún contacto la ha aumentado

La química del cuerpo es la del mundo: para ella los movimientos que podrían ser ruido, calor, olor, color, resistencia, están universalmente perdidos.

Pues si el Mundo, por tendencia natural, cierra su materia en «cosas» – es incluso una ley de evolución que daría la razón metafísica de la necesidad – no ocurre lo mismo con su energía.

El mundo no se acerca en conjuntos cada vez más considerables sino para apartarse de sus emisiones cada vez más. Se aprieta e irradia; se acentúa y se desvanece; cae sobre sí mismo y se disipa; se reduce al peso y se gasta en signos. Pierde sus actos como nosotros los nuestros; lo prodigioso es que sean recogidos.

– ¿Recogidos como un vaso que retiene vino, como una cesta que retiene fruta?

¿Movimientos perdidos para los elementos de la naturaleza y perdidos para los elementos de la carne, pero preservados, reunidos juntos, en el aire?

– Masas de movimiento son lo azul, son lo amarillo, la música; instantes pasados, persistentes desde el extremo de las edades, son lo duro, lo caliente, son lo amargo.

El equívoco que le atribuye al cuerpo la capacidad de contener masas de instantes resonantes sin las que no hay sensación viene de la evidencia del cuerpo, y de la idea muy antigua de que su materia es diferente a la del Universo. Esta idea se ha abandonado: sus efectos, no; el cuerpo siempre visible y presente previene de la duda; es, para todo el mundo, el que recibe el signo del mundo, el contacto del instante, el que lo retiene, que resuena…

Y el laboratorio es de la opinión del sentido común.

Hemos estudiado en biología los órganos de los sentidos, descuidando saber que no eran ellos, hechos de moléculas de la tierra, los que podían amasar los movimientos de la tierra, esos perdidos.

La biología, que no pone una idea en un vaso, pone los instantes en una célula hecha de átomos conocidos.

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«Es falso que el alma y el cuerpo sean idénticos. Es falso que sean diferentes.»
MAJJHIMA, I
(de la Triple cesta de la ley budista)

Lo que causa las sensaciones son los actos del Universo. Se han perdido en la materia, cualquiera que sea, dondequiera que esté. Por definición, la materia los deja escapar.

La experiencia muestra que, sin embargo, ALGO los recibe puesto que se acumulan en masas, que son preservados.

Lo que los recibe no es el cuerpo.

¡Zigzagueas, investigador!, das un paso adelante, un paso al lado, me das piedad.

Ten el coraje de ser novedoso, describe tu extraña Realidad, describe, en tu lenguaje de altavoz bueno para los hermanos y para las hermanas, espera, espera… Si nadie está de acuerdo, la habrás mostrado, estarás en el puerto; ¡es todo lo que se le puede exigir a un muerto!

Ahora bien, es imposible continuar ignorando científicamente la carga de instantes del universo que el universo no ha recogido; la Sobrerrealidad.

Está ahí, en el estado de segundo universo, entre el universo y YO.

El Universo es grano; el cuerpo de YO, también, pues el cuerpo de YO no se distingue del grano universal. El mismo YO no sabemos qué es, está frente al temblor discontinuo que envía instantes-formas. Y de ello se viste, anillo tras anillo. El alma es el vestido que se constituye.

El alma es una cota de mallas… No es el sistema nervioso, pues el sistema nervioso es grano. El grano no es la carga de instantes. YO estoy cubierto de instantes, YO río bajo su manto, YO veo lo que he visto, YO toco lo que fui. Oh tiempo en el que YO conozco sin reconocer y que lo recubre todo infinitamente, sin memoria.

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Grano universal; YO; anillos sutiles que visten a YO con su carga de turbación, vestido animado, red, piel de tiempo.

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«… qué bien mantenida la textura de ESTO…»
LUCRECIO

Esto es tiempo, debe ser espacio; por lo demás, expone el principio de la mínima acción que implica tiempo-espacio.

– Una suma de miradas, de contactos, de gustos no es algo.

– Y lo que contiene el cilindro de Faraday, ¿es algo?

– ¡Oh!, ¡nada de comparaciones, se lo ruego!, quédese en su cuento con dignidad, sin llegar como un don nadie a la electricidad. Son las explicaciones de salón las que acaban con esa palabra sagrada.

– Sin embargo, esta-no-cosa es alguna cosa.

– Son estados.

– ¿Los estados no implican una cosa?

– La cosa es su cuerpo.

¡No!, no es mi cuerpo, pues las moléculas de mi cuerpo deben ser como todas las moléculas impropias a las acumulaciones de acciones emitidas por el Mundo que hacen esta no-Cosa: y si, no obstante, fueran propias, aún les quedaría ENCANTARlas.

Y además mi cuerpo fabrica tan poco esta No-Cosa, que es Esta quien lo despierta. Ella preexistía, esta grandeza, este crecimiento; este pulpo de miradas y de contactos, esta alegría, este mal, esta suma de asombros, esta potencia ante la que el instante se detiene. Era la hidra extendida en el más joven de mis cuerpos y cada instante la suscitaba. Ante el más joven de mis cuerpos, vivía. Hay, la ciencia no sabe dónde, una COSA de sentir que sobrevive a todo.

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«And make us heirs of all eternity!»
SHAKESPEARE

«Toda sensación es de una presencia infinita» ha escrito el gran inmoralista que solo cree vivir el instante que aparece.

Significaba que la sensación nos acompaña, con lo que quiera que sea, hacia ella; que nos ocupa por entero: a ella, el tiempo que es, todo nuestro territorio; y la extensión de su espacio hace, lo que dura, la extensión del tiempo. Pero, para André Gide, la plenitud de lo actual es precisamente perfecta en su infidelidad.

Ahora bien, quien intenta saber en qué consiste la sensación, está obligado a reconocer que es una suma. Toda noción de pasado, de presente, desaparece aquí; el tiempo como el espacio se vuelve continuo.

Ya no hay Espacio ni Tiempo actuales que la sensación considerada ocupe. Hay un número, evidentemente imposible de determinar, elementos precedentes de espacios y elementos de tiempo, que aparecen, surgen en la sensación instantánea. Respirar una rosa es hacer una integral.

En fin, una sensación, al igual que cualquier suceso, tiene un lugar dado del que es solidaria; tiene un tiempo fuera del cual sería pasado, futuro.

Pero, en verdad, esta sensación precisa está formada por una acumulación de lugares alejados, de momentos fuera de alcance. Todos los elementos de espacio precedente y de tiempo anterior que se actualizan en ella hacen que, durante el tiempo en que resuena, no haya rigurosamente ninguna distinción entre el presente y el pasado.

¿Huir en lo instantáneo? ¡Qué fidelidad!

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… dem Augenblicke sagen
Verweile doch, du bis so schön!»
«Poder decirle al instante que huye: ¡Quédate!, eres tan hermoso…»
GOETHE

«Desgraciada Sion, ¿qué has hecho con tu gloria?»
RACINE

«Non hoc semper eris, perdunt et gramina flores;
Perdit spina rosas nec semper lilia candent;
Nec longum tenet uva comas, nec populus umbras
Donum forma breve est.»
«… pues la viña no guarda mucho tiempo sus pámpanos, ni el álamo, su sombra.»
CALPURNIUS

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Quedan unas miradas. Todo se desata, todo se abandona, todo se deshace, todo desaparece.

Queda el gusto, el contacto. Queda la mirada. (¡Oh, sustancia! ¡Oh, Masa encantada, tan atenta en recibir! ¡Oh, muy alta suma de signos en que puedo sujetarme, y ver.)

«Se ha reencontrado.
¿Qué?, la eternidad.»

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