Página dedicada a mi madre, julio de 2020

Drama y poesía

Versión 2014

Textos

El marinero (drama estático en un cuadro)
Fragmentos dramáticos (Sakyamuni, Diálogo en la sombra, Diálogo en el jardín de palacio, La muerte del príncipe, Salomé)
Poesía ortónima
Poesía de Álvaro Campos

 

                                                 EL MARINERO
                             (DRAMA ESTÁTICO EN UN CUADRO)

     Un cuarto que es sin duda de un castillo antiguo. Se ve que el cuarto es circular. En el centro se levanta, sobre un catafalco, un ataúd con una doncella, de blanco. Cuatro antorchas a los lados. A la derecha, casi frente a quien imagina el cuarto, hay una única ventana, alta y estrecha, que da para donde solo se ve, entre dos montes lejanos, un pequeño espacio de mar.

     Al lado de la ventana velan tres doncellas. La primera está sentada frente a la ventana, de espaldas a la antorcha de arriba a la derecha. Las otras dos están sentadas a cada lado de la ventana. Es de noche y hay como un resto vago de claro de luna.

PRIMERA VELADORA. Aún no ha dado hora alguna.

SEGUNDA. No se puede oír. No hay reloj aquí cerca. Dentro de poco será de día.

TERCERA. No, el horizonte está negro.

PRIMERA. ¿No queréis, hermanas mías, que nos distraigamos contándonos lo que fuimos? Es hermoso y es siempre falso…

SEGUNDA. No, no hablemos de ello. Además, ¿fuimos nosotras algo?

PRIMERA. Tal vez. No lo sé. Pero, a pesar de ello, siempre es hermoso hablar del pasado… Las horas han pasado y nosotras hemos guardado silencio. Yo he estado mirando la llama de esa vela. A veces tiembla, otras se vuelve más amarilla, otras palidece. No sé por qué ocurre eso. Pero nosotras, hermanas mías, ¿sabemos por qué ocurre alguna cosa?…

                                     (Pausa)

LA MISMA. Hablar del pasado – eso tiene que ser hermoso, porque es inútil y da tanta pena…

SEGUNDA. Hablemos, si queréis, de un pasado que no hayamos tenido.

TERCERA. No. Tal vez lo hayamos tenido…

PRIMERA. No decís más que palabras. ¡Y es tan triste hablar! ¡Es un modo tan falso de olvidarnos!… ¿Y si paseamos?…

TERCERA. ¿Dónde?

PRIMERA. Aquí, de un lado a otro. A veces eso despierta los sueños.

TERCERA. ¿De qué?

PRIMERA. No sé. ¿Por qué tendría que saberlo?

                                   (Pausa)

SEGUNDA. Todo este país es muy triste… En el que viví antes era menos triste. Al atardecer hilaba, sentada a la ventana. La ventana daba al mar, y a veces había una isla a lo lejos… Muchas veces no hilaba; miraba el mar y me olvidaba de vivir. No sé si era feliz. Ya nunca volveré a ser eso que tal vez nunca he sido…

PRIMERA. Fuera de aquí nunca he visto el mar. Allí, desde esa ventana, que es la única desde la que el mar se ve, ¡se ve tan poco!… ¿El mar de otras tierras es hermoso?

SEGUNDA. Solo el mar de las otras tierras es hermoso. El que vemos nos da siempre nostalgia del que no veremos nunca…

                                      (Pausa)

PRIMERA. ¿No dijimos que íbamos a contarnos nuestro pasado?

SEGUNDA. No, no lo dijimos.

TERCERA. ¿Por qué no habrá reloj en este cuarto?

SEGUNDA. No sé… Pero así, sin reloj, todo es más apartado y misterioso. La noche se pertenece más a sí misma… ¿Quién sabe si nosotras podríamos hablar así si supiéramos la hora que es?

PRIMERA. Hermana mía, en mí todo es triste. Llevo diciembres en el alma… Procuro no mirar a la ventana… Sé que desde allí se ven, a lo lejos, las montañas… Yo fui feliz al otro lado de las montañas, antes… Era pequeña. Cogía flores todo el día y antes de dormir pedía que no me las quitaran… No sé lo que esto tiene de irreparable y que me da ganas de llorar… Fue lejos de aquí donde esto pudo ser… ¿Cuándo vendrá el día?

TERCERA. ¿Qué importa? Viene siempre del mismo modo… siempre, siempre, siempre…

                                                       (Pausa) 

SEGUNDA. Contémonos cuentos las unas a las otras… Yo no sé ningún cuento, pero eso no hace daño… Solo vivir hace daño… No rocemos la vida ni con la orla de nuestros vestidos… No, no os levantéis. Eso sería un gesto, y cada gesto interrumpe un sueño… En este momento no tenía sueño alguno, pero me resulta suave pensar que podía estar teniéndolo… Pero el pasado – ¿por qué no hablamos de él?

PRIMERA. Decidimos no hacerlo… Pronto rayará el día y nos arrepentiremos… Con la luz se duermen los sueños… El pasado no es más que un sueño… Además, no sé qué no es un sueño. Si miro el presente con mucha atención, me parece que ya ha pasado… ¿Y qué es cualquier cosa? ¿Cómo ocurre? ¿Cómo es por dentro el modo como ocurre?… Ah, hablemos, hermanas mías, hablemos alto, hablemos todas juntas… El silencio comienza a tomar cuerpo, comienza a ser una cosa… Siento que me envuelve como una niebla… ¡Ah, hablad, hablad!

SEGUNDA. ¿Para qué?… Os miro a ambas e inmediatamente no os veo… Me parece que entre nosotras crecieron abismos… Tengo que debilitar la idea de que puedo veros para poder llegar a veros… Este aire caliente es frío por dentro, en esa parte que toca el alma… Yo debería ahora sentir que unas manos imposibles me acarician los cabellos – es el gesto con el que hablan de las sirenas… (Cruza las manos sobre las rodillas. Pausa) Incluso hace poco, cuando no pensaba en nada, estaba pensando en mi pasado.

PRIMERA. Yo también tenía que haber estado pensando en el mío…

TERCERA. Yo ya no sabía en qué pensaba… En el pasado de los demás, quizás…, en el pasado de gente maravillosa que nunca ha existido… Junto a la casa de mi madre corría un riachuelo… ¿Por qué correría, y por qué no correría más lejos o más cerca?… ¿Hay alguna razón para que cualquier cosa sea lo que es? ¿Hay en ello alguna razón verdadera y real como mis manos?…

SEGUNDA. Las manos no son verdaderas ni reales… Son misterios que habitan en nuestra vida… a veces, cuando miro mis manos, tengo miedo de Dios… No hay viento que mueva las llamas de las velas, y mirad, se mueven… ¿Para qué lado se inclinan? ¡Qué pena si alguien pudiera responder!… Siento deseos de oír músicas bárbaras que aún deben de estar tocando en palacios de otros continentes… Es siempre lejos de mi alma… Tal vez porque, de niña, corría tras las olas en la orilla. Llevaba la vida de la mano entre las rocas, con la marea baja, cuando el mar parece que ha cruzado las manos sobre su pecho y se ha dormido como una estatua de ángel para que nadie lo mire nunca más…

TERCERA. Vuestras frases me recuerdan mi alma…

SEGUNDA. Es tal vez porque no son verdaderas… Apenas sé que las digo… Las repito siguiendo una voz que no oigo y que me las susurra… Pero yo debo de haber vivido a la orilla del mar… Cada vez que algo ondea, lo amo… Hay olas en mi alma… Cuando camino, me mezo… Ahora me gustaría caminar… No lo hago porque nunca vale la pena hacer nada, sobre todo lo que se quiere hacer… De las montañas es de lo que tengo miedo… Es imposible que ellas sean tan firmes y grandes… Deben de tener un secreto de piedra, y se niegan a saber que lo tienen… Si desde esta ventana, al asomarme, pudiera dejar de ver las montañas, un momento se asomaría por mi alma alguien en quien yo me sintiera feliz…

PRIMERA. Yo amo las montañas… A este lado de todas las montañas es donde la vida es siempre fea… Al otro lado, donde habita mi madre, acostumbrábamos a sentarnos a la sombra de los tamarindos y a hablar de que iríamos a ver otras tierras… Todo allí era extenso y feliz como el canto de dos aves, una a cada lado del camino… El bosque no tenía más claros que nuestros pensamientos… Y nuestros sueños eran que los árboles no proyectaran en el suelo más calma que sus sombras… Fue ciertamente así como hemos vivido allí, yo y no sé si alguien más… Decidme que esto fue verdad para no tener que llorar…

SEGUNDA. Yo he vivido entre roquedos y observaba el mar… La orla de mi saya estaba fresca y salada al golpear mis piernas desnudas… Yo era pequeña y bárbara… Hoy tengo miedo de haber sido… En el presente me parece que duermo… Habladme de las hadas. Nunca he oído a nadie hablar de ellas… El mar era demasiado grande para pensar en ellas… En la vida nos consuela ser pequeños… ¿Eres feliz, hermana mía?

PRIMERA. Comienzo en este momento a haberlo sido antes… Además, todo aquello ha ocurrido en la sombra… Los árboles lo han vivido más que yo… Nunca ha llegado, ni yo apenas esperaba… Y tú, hermana, ¿por qué no hablas?

TERCERA. Me horroriza que os haya dicho de aquí a poco lo que voy a deciros. Mis palabras presentes, apenas las digo, pertenecerán inmediatamente al pasado, se quedarán fuera de mí, no sé dónde, rígidas y fatales… Hablo, y pienso en esto en mi garganta, y mis palabras me parecen gente… Tengo un miedo mayor que yo. Siento en mi mano, no sé cómo, la llave de una puerta desconocida. Y toda yo soy un amuleto o un sagrario que tuviera conciencia de sí mismo. Es por eso por lo que me asusta ir, como por un bosque oscuro, a través del misterio del habla… Y, al final, ¿quién sabe si yo soy así y si esto es sin duda lo que siento?

PRIMERA. ¡Cuesta tanto saber lo que sentimos cuando nos percatamos de nosotros mismos!… Incluso vivir cuesta tanto, cuando nos damos cuenta de ello… Hablad, pues, sin notar que existís… ¿No ibas a decirnos quién eres?

TERCERA. Lo que yo era antes ya no se acuerda que quién soy… ¡Lástima de la persona feliz que he sido!… He vivido entre las sombras de las ramas, y toda mi alma es hojas que se estremecen. Cuando camino al sol, mi sombra es fresca. He pasado la fuga de mis días al lado de las fuentes, donde yo mojaba, cuando soñaba que vivía, las puntas tranquilas de mis dedos… A veces, a la orilla de los lagos, me inclinaba y me miraba… Cuando sonreía, mis dientes eran misteriosos en el agua… Tenían una sonrisa solo de ellos, independiente de la mía… Era siempre sin razón como sonreía… Habladme de la muerte, del fin de todo, para sentir una razón para recordar…

PRIMERA. No hablemos de nada, de nada… Hace más frío, pero ¿por qué hace más frío? No hay razón para que haga más frío. No, no es que haga más frío… ¿Para qué tenemos que hablar?… Es mejor que cantemos, no sé por qué… El canto, cuando la gente canta de noche, es una persona alegre y sin miedo que entra de repente en el cuarto y lo anima a que nos consuele… Yo podía cantaros una canción que cantábamos en la casa de mi pasado. ¿Por qué no queréis que os la cante?

TERCERA. No vale la pena, hermana mía… cuando alguien canta, no puedo estar conmigo. Es preciso que no pueda recordarme. Y después, todo mi pasado se hace otro, y yo lloro una vida muerta que traigo conmigo y que nunca he vivido. Siempre es demasiado tarde para cantar, así como es siempre demasiado tarde para no cantar…

                                     (Pausa)

PRIMERA. Pronto será de día… Guardemos silencio… La vida así lo quiere. Junto a mi casa natal había un lago. Yo iba allí a sentarme junto a él, sobre un tronco de árbol que se había caído casi dentro del agua… Me sentaba en un extremo y mojaba en el agua los pies, estirando para abajo los dedos. Después miraba fijamente las puntas de los pies, pero no era para verlos. No sé por qué, pero me parece que este lago nunca ha existido… Acordarme de él es como no poder acordarme de nada… ¿Quién sabe por qué digo esto y si he sido yo quien ha vivido lo que recuerdo?…

SEGUNDA. A la orilla del mar estamos tristes cuando soñamos… No podemos ser lo que queremos ser, porque lo que queremos ser queremos siempre haberlo sido en el pasado… Cuando la ola se extiende y la espuma murmura, parece que hay mil voces mínimas que hablan. La espuma solo le parece fresca a quien la considera una… Todo es mucho, y nosotras no sabemos nada… ¿Queréis que os cuente lo que soñaba a la orilla del mar?

PRIMERA. Puedes contarlo, hermana mía; pero nada en nosotros necesita que nos lo cuentes… Si es hermoso, me da ya pena de llegar a haberlo oído. Y si no es hermoso, espera…, cuéntalo solo después de modificarlo…

SEGUNDA. Voy a decíroslo. No es completamente falso, porque sin duda nada es completamente falso. Debe de haber sido así… Un día en que estaba recostada en la superficie fría de un roquedo, y había olvidado que tenía padre y madre y había tenido infancia y otros días – ese día vi a lo lejos, como una cosa que yo solo pensara ver, el paso vago de una vela. Después cesó… Cuando me fijé en mí, vi que ya tenía ese sueño… No sé cuándo tuvo principio… Y nunca he vuelto a ver otra vela… Ninguna de las velas de los barcos que salen aquí de un puerto se parece a esa, incluso cuando hay luna y los barcos pasan a lo lejos despacio…

PRIMERA. Veo por la ventana un barco a lo lejos. Quizás sea el que tú viste…

SEGUNDA. No, hermana mía; ese que ves busca sin duda un puerto cualquiera… No podía ser que el que yo vi buscara un puerto…

PRIMERA. ¿Por qué me has respondido?… Puede ser… Yo no he visto ningún barco por la ventana… Deseaba verlo y te he hablado de él para no sentir pena… Cuéntanos ahora lo que soñaste junto a la orilla del mar…

SEGUNDA. Soñaba con un marinero que se había perdido en una isla lejana. En esa isla había palmeras derechas, pocas, y aves vagas las atravesaban… No vi si alguna vez se posaban… Desde que, tras naufragar, se salvó, el marinero vivía allí… Como él no tenía medios de volver a la patria, y como cada vez que se acordaba de ella, sufría, se puso a soñar con una patria que nunca había tenido; se puso a [soñar] que había sido suya otra patria, otra especie de país con otras especies de paisajes y otra gente y otro modo de pasar por las calles y de asomarse a las ventanas… Él, en sueño, construía cada hora esta falsa patria, y nunca dejaba de soñar, de día a la sombra breve de las grandes palmeras, que se recortaba, orlada de picos, en el suelo arenoso y caliente; de noche, tendido en la playa, de espaldas y sin fijarse en las estrellas.

PRIMERA. ¡No haber tenido un árbol que moteara sobre mis manos extendidas la sombra de un sueño como ese!…

TERCERA. Deja de hablar… No la interrumpas… Ella sabe palabras que las sirenas le han enseñado… Me duermo para poder escucharlas… Di, hermana mía, di… Mi corazón me duele por no haber sido tú cuando soñabas a la orilla del mar…

SEGUNDA. Durante años y años, día tras día, el marinero levantaba en un sueño continuo su nueva tierra nativa… Todos los días ponía una piedra en ese edificio imposible… En breve iba a tener un país que ya tantas veces había recorrido. Se acordaba de haber pasado ya miles de horas a lo largo de sus costas. Sabía de qué color solían ser los crepúsculos en una bahía del norte, y lo suave que era entrar, bien alta la noche, y con el alma recostada en el murmullo del agua que el barco separaba, en un gran puerto del sur en el que él había pasado antes, quizás feliz, sus mocedades supuestas…

(Pausa)

PRIMERA. Hermana mía, ¿por qué te callas?

SEGUNDA. No se debe hablar demasiado… La vida nos observa siempre… Cualquier hora es materna para los sueños, pero es necesario no saberlo… Cuando hablo demasiado comienzo a separarme de mí y a oírme hablar. Eso hace que me apiade de mí misma y que sienta demasiado el corazón. Entonces, tengo ganas lacrimosas de tenerlo en los brazos para mecerlo como a un hijo… Mirad: el horizonte palideció… El día ya no puede tardar… ¿Será necesario que os hable aún más de mi sueño?

PRIMERA. Cuenta siempre, hermana mía, cuenta siempre… No dejes de contar, ni adviertas que los días rayan… El día nunca raya para quien apoya la cabeza en el seno de las horas soñadas… No retuerzas las manos. Eso hace un ruido como el de una serpiente que huye… Háblanos mucho más de tu sueño. Es tan verdadero, que no tiene ningún sentido. Solo pensar que te oigo, la música suena en mi alma…

SEGUNDA. Sí, os hablaré más de él. También yo necesito contároslo. Conforme voy contándolo, es a mí misma a quien me lo cuento… Escuchan tres… (De repente, mirando el ataúd, y estremeciéndose). Tres no… No sé… No sé cuántas…

TERCERA. No hables así… Cuenta deprisa, cuéntalo otra vez… No hables de cuántos pueden oír… Nosotros nunca sabemos cuántas cosas viven y ven y escuchan realmente… Vuelve a tu sueño… El marinero. ¿Qué soñaba el marinero?

SEGUNDA (Más bajo, con una voz muy lenta). Al principio él creó los paisajes, después creó las ciudades; creó después las calles y las bocacalles, una tras otra, barrio tras barrio, hasta las murallas de los muelles donde él creó después los puertos… Una tras otra, las calles, y la gente que las recorría y que se asomaba a ellas desde las ventanas… Pasó a conocer a cierta gente, como quien las reconoce solo… Iba conociendo sus vidas pasadas y las conversaciones, y todo esto era como quien sueña apenas paisajes y los va viendo. Después viajaba, recordando, a través del país que había creado… Y así fue construyendo su pasado… Pronto tuvo otra vida anterior… Tenía ya, en esa nueva patria, un lugar donde había nacido, los lugares donde había pasado la juventud, los puertos en los que se había embarcado… Iba teniendo a los compañeros de la niñez y después a los amigos y a los enemigos de su edad viril… Todo era diferente de como él lo había tenido – ni el país, ni la gente, ni su propio pasado se parecían a lo que había sido… ¿Exigís que continúe?… ¡Me causa tanta pena hablar de esto!… Ahora, justo porque os hablo de esto, preferiría estar hablándoos de otros sueños…

TERCERA. Continúa, aunque no sepas por qué… Cuanto más te oigo, menos me pertenezco…

PRIMERA. ¿Estará realmente bien que continúes? ¿Debe tener fin cualquier historia? En todo caso, habla… Importa tan poco que hablemos o no… Velamos las horas que pasan… Nuestra tarea es tan inútil como la vida…

SEGUNDA. Un día en el que había llovido mucho y el horizonte estaba muy incierto, el marinero se cansó de soñar… Quiso entonces recordar su patria verdadera…, pero vio que no se acordaba de nada, que esta ya no existía para él… La infancia que recordaba era la de su patria de sueño; la adolescencia que rememoraba era la que había creado… Toda su vida había sido la vida que había soñado… Y él vio que no era posible que otra vida hubiera existido… Si él, ni de una calle, ni de una figura, ni de un gesto materno se acordaba… Y en la vida que le parecía haber soñado todo era real y había sido… Ni siquiera podía soñar otro pasado, concebir que hubiera sido otro, como todos un momento pueden creer… Oh, hermanas mías, hermanas mías… Hay una cosa, que no sé qué es, que no os he dicho… Una cosa que lo explicaría todo… Mi alma me hiela… Apenas sé si he estado hablando… Habladme, gritadme, para despertarme, para saber que estoy aquí ante vosotras y que hay cosas que solo son sueños…

PRIMERA (Con una voz muy baja). No sé qué decirte… No me atrevo a mirar las cosas… ¿Cómo sigue ese sueño?…

SEGUNDA. No sé cómo era el resto… Apenas sé cómo era el resto… ¿Por qué habrá más?…

PRIMERA. ¿Y qué ocurrió después?

SEGUNDA. ¿Después? ¿Después de qué? ¿Después es alguna cosa?… Un día vino un barco… Un día vino un barco… – Sí, sí… solo podía haber sido así… – Un día vino un barco, y pasó por esa isla, y no estaba allí el marinero.

TERCERA. Quizás había regresado a su patria… Pero ¿a cuál?

PRIMERA. Sí, ¿a cuál? ¿Y qué habría sido del marinero? ¿Lo sabe alguien?

SEGUNDA. ¿Por qué me lo preguntáis? ¿Hay respuesta para algo?

(Pausa)

TERCERA. ¿Será absolutamente necesario, incluso en tu sueño, que tenga que haber existido ese marinero y esa isla?

SEGUNDA. No, hermana mía; nada es absolutamente necesario.

PRIMERA. Al menos, ¿cómo acabó el sueño?

SEGUNDA. No acabó… No sé… Ningún sueño acaba… ¿Sé yo ciertamente si no continúo soñando, si no lo sueño sin saberlo, si soñarlo no es sino esta cosa vaga a la que yo llamo mi vida?… No, no me habléis más… Empiezo a estar segura de una cosa, que no sé qué es… Se me acercan, en una noche oscura que no es esta, los pasos de un horror que desconozco… ¿A quién habré despertado yo con el sueño mío que os he contado?… Tengo un miedo deforme a que Dios haya prohibido mi sueño… Él, sin duda, es más real de lo que Dios permite… No estéis calladas… decidme al menos que la noche está pasando, aunque yo lo sepa… Mirad, comienza a ser de día. Mirad: va a hacer un día real… Detengámonos… No pensemos más… No intentemos seguir esta aventura interior… ¿Quién sabe qué hay al final de ella?… Todo esto, hermanas mías, ha pasado de noche… No hablemos más de esto, ni a nosotras mismas… Es humano y conveniente que cada cual tome su actitud de tristeza.

TERCERA. Me ha resultado hermoso escucharte… No digas que no… Bien sé que no ha valido la pena… Es por eso por lo que lo he encontrado hermoso… No ha sido por eso, pero deja que lo diga… Por lo demás, la música de tu voz, que he escuchado aún más que tus palabras, me deja, tal vez porque es solo música, descontenta…

SEGUNDA. Todo nos deja descontentos, hermana mía… Los hombres que piensan se cansan de todo, porque todo cambia. Los hombres que pasan lo sufren, porque cambian con todo… Eterno y hermoso solo existe el sueño… ¿Por qué estamos hablando todavía?

PRIMERA. No sé… (mirando el ataúd, con voz más baja) – ¿Por qué se muere?

SEGUNDA. Tal vez por no soñar bastante…

PRIMERA. Es posible… ¿No valdría entonces la pena encerrarnos en el sueño y olvidarnos de la vida para que la muerte se olvidara de nosotros?

SEGUNDA. No, hermana mía, nada vale la pena…

TERCERA. Hermanas mías, ya es de día… Mirad, la línea de los montes se maravilla… ¿Por qué no lloramos?… La que finge estar allí era hermosa y joven como nosotras, y soñaba también… Estoy segura de que su sueño era el más hermoso de todos… ¿Qué soñaría ella?

PRIMERA. Habla más bajo. Ella quizás nos escucha, y ya sabe para qué sirven los sueños…

(Pausa)

SEGUNDA. Quizás nada de esto sea verdad… Todo este silencio y esta muerta y este día que comienza quizás no sean sino un sueño… Mirad bien todo esto… ¿Os parece que pertenece a la vida?

PRIMERA. No sé. No sé si es de la vida… ¡Ah, qué quieta estás! Y tus ojos parece que están  tristes inútilmente…

SEGUNDA. No vale la pena estar triste de otra manera… ¿No queréis que nos callemos? Es tan extraño que estemos viviendo… Todo lo que ocurre es increíble, tanto en la isla del marinero como en este mundo… Mirad, el cielo ya está verde… El horizonte sonríe oro… Siento que me arden los ojos, por haber pensado que lloraba…

PRIMERA. De hecho has llorado, hermana mía.

SEGUNDA. Quizás… No importa… ¿Qué frío es este?… Ah, es ahora… ¡es ahora!… Decidme esto… Decidme otra cosa más… ¿Por qué el marinero no será en todo esto la única cosa real, y nosotras y todo esto de aquí solo un sueño de él?…

PRIMERA. No hables más, no hables más… Eso es tan extraño, que debe ser verdad. No continúes… Lo que ibas a decir no sé qué es, pero debe ser demasiado para que el alma pueda oírlo… Tengo miedo de lo que no has llegado a decir… Mirad, mirad, ya es de día… Mirad el día… Haced todo lo posible por advertir solo el día, el día real, ahí fuera… Miradlo, miradlo… Consuela… No penséis, no miréis lo que pensáis… Mirad cómo llega el día… Brilla como el oro en una tierra de plata. Las leves nubes se redondean a medida que se colorean… ¿Y si nada existiese, hermanas mías?… ¿Y si todo fuera, de algún modo, absolutamente nada?… ¿Por qué miráis así?…

(No le responden. Y nadie ha mirado de ninguna manera.)

LA MISMA. ¿Qué me has dicho, que me ha asustado?… Lo he sentido tanto, que apenas he visto lo que era… Decidme qué ha sido, para no tener tanto miedo como antes, al oírlo por segunda vez… No, no… No digáis nada… No os pregunto esto para que me respondáis, sino solo para hablar, para no dejarme pensar… Tengo miedo de recordar lo que ha sido… Pero ha sido algo grande y pavoroso como que Dios existe… Deberíamos ya haber terminado de hablar… Hace tiempo ya que nuestra conversación ha perdido el sentido… Lo que hay entre nosotras y nos hace hablar se prolonga demasiado… Hay más presencias aquí que nuestras almas… El día debería ya haber rayado… Deberían ya haber despertado… Algo tarda… Todo tarda… ¿Que está pasando en las cosas de acuerdo con nuestro horror?… Ah, no me abandonéis… Hablad conmigo, hablad conmigo… Hablad al mismo tiempo que yo para no dejar sola mi voz… Tengo menos miedo de mi voz que de la idea de mi voz, dentro de mí, si advirtiera que estoy hablando…

TERCERA. ¿Qué voz es esa con la que hablas?… Es de otra… Viene como de una lejanía…

PRIMERA. No sé… No me recordéis eso… Habré hablado con la voz aguda y temblorosa del miedo… Pero ya no sé cómo se habla… Entre mí y mi voz se ha abierto un abismo… Todo esto, toda esta conversación y esta noche, y este miedo – todo esto debería haber terminado, debería haber terminado de repente, después del horror que nos has contado… Empiezo a sentir que lo olvido, eso que has dicho, y que me ha hecho pensar que yo debería gritar de un modo nuevo para expresar el horror de esos…

TERCERA (a la SEGUNDA). Hermana mía, no deberías habernos contado esa historia. Ahora me sorprendo viva con más horror. Contabas y yo me distraía tanto, que oía el sentido de tus palabras y el sonido por separado. Y me parecía que tú y tu voz y el sentido de lo que decías eran tres cosas diferentes, como tres criaturas que hablan y caminan.

SEGUNDA. Son realmente tres cosas diferentes, con vida propia y real. Dios quizás sepa por qué… Ah, pero ¿por qué hablamos? ¿Quién hace que continuemos hablando? ¿Por qué hablo sin querer hablar? ¿Por qué no nos damos cuenta de que es de día?…

PRIMERA. ¡Quién pudiera gritar para despertarnos! Estoy oyéndome gritar dentro de mí, pero ya no sé el camino de mi voluntad a mi garganta. Siento una necesidad feroz de tener miedo de que alguien pueda llamar a esa puerta. ¿Por qué no llama alguien a esa puerta? Sería imposible, y tengo necesidad de tener miedo de ello, de saber de qué tengo miedo… ¡Qué extraña me siento!… Me parece que ya no tengo mi voz… Una parte de mí se ha dormido y se ha quedado viendo… Mi pavor ha crecido, pero ya no sé sentirlo… Ya no sé en qué parte del alma es donde se siente… Le han puesto al sentimiento de mi cuerpo una mortaja de plomo… ¿Para qué nos has contado tu historia?

SEGUNDA. No me acuerdo ya… Apenas me acuerdo de haberla contado… ¡Parece que ha sido hace tanto tiempo!… ¡Qué sueño, qué sueño absorbe mi modo de mirar las cosas!… ¿Qué queremos hacer?, ¿qué pensamos hacer? – ya no sé si es hablar o no hablar…

PRIMERA. No hablemos más. A mí me cansa el esfuerzo que hacéis por hablar… Me duele el intervalo que hay entre lo que pensáis y lo que decís… Mi conciencia flota en la superficie de la somnolencia aterrorizada de mis sentidos en mi piel… No sé qué es esto, pero sé que lo siento… Necesito decir frases confusas un poco largas, que cuesten decirlas… ¿No sentís todo esto como una araña enorme que nos teje de un alma a otra una tela negra que nos prende?

SEGUNDA. No siento nada… Siento mis sensaciones como algo que se siente… ¿Quién estoy siendo?… ¿Quién está hablando con mi voz?… Ah, escuchad…

PRIMERA y TERCERA. ¿Quién ha sido?

SEGUNDA. Nada. No he oído nada… He querido fingir que oía para que supusierais que oíais y para poder creer yo que había algo que oír… Oh, qué horror, qué horror íntimo nos desata la voz del alma, y las sensaciones de los pensamientos, y nos hace hablar y sentir y pensar cuando todo en nosotros pide silencio y el día y la inconsciencia de la vida… ¿Quién es la quinta persona en este cuarto que extiende el brazo y nos interrumpe siempre que vamos a oírla?

PRIMERA. ¿Por qué intentas asustarme? No cabe más terror dentro de mí… Peso excesivamente en los brazos de sentirme. Me he hundido entera en el lodo tibio de lo que supongo que siento. Me entra por todos los sentidos algo que nos pega y nos vela. Me pesan los párpados en todas mis sensaciones. La lengua se prende a todos mis sentimientos. Un sueño hondo pega, una tras otra, las ideas de todos mis gestos. ¿Por qué me has mirado así?…

TERCERA (con una voz muy lenta y apagada). Ah, es ahora, es ahora… Sí, alguien se ha despertado… Hay gente que se despierta… Cuando alguien entre, todo esto acabará… Hasta entonces, intentemos creer que todo este horror ha sido un largo sueño que hemos dormido… Ya es de día. Todo va a acabar… Y de todo esto queda, hermana mía, que solo tú has sido feliz porque has creído en el sueño…

SEGUNDA. ¿Por qué me lo preguntáis? ¿Por qué lo he dicho? No, no creo…

 Un gallo canta. La luz, casi súbitamente, aumenta. Las tres veladoras se quedan calladas sin mirarse las unas a las otra. No muy lejos, en una calle, un vago coche gime y chirría.

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