Página dedicada a mi madre, julio de 2020

Poesía ortónima

Versiones 2017 y 2021

Textos

Poesía ortónima hasta 1920
Poesía ortónima 1921-1930
Poesía ortónima 1931-1935

 

                     Abdicación

   Cógeme, oh noche eterna, en tus brazos
Y llámame hijo tuyo. Soy un rey
Que de grado he abandonado
Mi trono de sueños y cansancios.

   Mi espada, pesada para brazos lasos,
He entregado a viriles manos firmes;
Y he dejado mi cetro y mi corona
En la antecámara, hechos pedazos.

   Mi cota de malla, tan inútil,
Mis espuelas de un tintineo vano
He dejado por la fría escalinata.

   De realeza he privado cuerpo y alma
Y he vuelto a la noche antigua y calma
Como el paisaje cuando muere el día.

         

    

        LLUVIA OBLICUA

                                            I

Atraviesa este paisaje mi sueño de un puerto infinito
y el color de las flores es transparente de las velas de grandes barcos
que parten de los muelles arrastrando en las aguas como sombra
los bultos al sol de aquellos árboles antiguos…
El puerto que sueño es sombrío y pálido
y este paisaje está lleno de sol a este lado…
Pero en mi espíritu el sol de este día es un puerto sombrío
y los barcos que salen del puerto son estos árboles al sol…
Liberado doblemente, me abandoné por el paisaje abajo…
El bulto del muelle es el camino nítido y tranquilo
que se levanta y se yergue como una pared,
y los barcos pasan por dentro de los troncos de los árboles
con una horizontalidad vertical,
y dejan caer amarras en el agua dentro de las hojas, una a una….
No sé quién me sueño…
De pronto toda el agua del mar del puerto es transparente
y veo en el fondo, como una estampa enorme que allí estuviese desplegada,
todo este paisaje, fila de árboles, camino ardiendo en ese puerto,
y la sombra de un barco más antiguo que el puerto que pasa
entre mi sueño del puerto y mi visión de este paisaje
y llega junto a mí, y entra dentro de mí,
y pasa al otro lado de mi alma…

                                       II

Se ilumina la iglesia dentro de la lluvia de este día,
y cada vela que se enciende es más lluvia que golpea las vidrieras…
Me alegra oír la lluvia porque ella es que el templo está encendido,
y las vidrieras de la iglesia vistas desde fuera son el sonido de la lluvia oído desde dentro…
El brillo del altar mayor es que yo no puedo casi ver los montes
a través de la lluvia que es oro tan solemne del altar…
Suena el canto del coro, latín y viento que me sacude la vidriera
y se oye chirriar el agua en el hecho de que hay coro…
La misa es un automóvil que pasa
a través de los fieles que se arrodillan en que hoy es un día triste…
de pronto el viento sacude en mayor brillo
la fiesta de la catedral y el ruido de la lluvia lo absorbe todo
hasta que solo se oye la voz del cura agua perdiéndose a lo lejos
como el sonido de ruedas de automóvil…
Y se apagan las luces de la iglesia
en la lluvia que cesa…

                                       III

La Gran Esfinge de Egipto sueña dentro de este papel…
Escribo – y ella se me aparece a través de mi mano transparente
y en la esquina del papel se yerguen las pirámides…
Escribo – me turbo al ver que la punta de mi pluma
Es el perfil del faraón Keops…
De repente me paro…
Se ha oscurecido todo… Caigo por un abismo hecho de tiempo…
Estoy enterrado bajo las pirámides escribiendo versos a la clara luz de esta lámpara
Y todo Egipto me aplasta desde arriba a través de los trazos que hago con la pluma…
Oigo cómo se ríe la Esfinge por dentro
el sonido de mi pluma corriendo por el papel…
Una mano enorme atraviesa que yo no puedo verla,
lo barre todo hacia la rincón del techo que queda detrás mí,
Y sobre el papel en que escribo, entre él y la pluma que escribe
yace el cadáver del faraón Keops, mirándome con ojos muy abiertos,
y entre nuestras miradas que se cruzan corre el Nilo
y una alegría de barcos abanderados yerra
en una diagonal difusa
entre lo que pienso y yo..
¡Funerales del faraón Keops en oro viejo y yo!…

                                      IV

¡Qué panderetas el silencio de este cuarto!…
Las paredes están en Andalucía…
Hay bailes sensuales en el brillo fijo de la luz…
De repente todo el espacio se detiene…
se detiene, se desliza, se desenvuelve…,
y en un rincón del techo, mucho más lejos de lo que él está,
unas manos blancas abren ventanas secretas
y hay ramos de violetas que caen
porque hace noche de primavera ahí fuera
sobre el hecho de yo esté con los ojos cerrados…

                                     V

Ahí fuera va un remolino de sol los caballos del carrusel…
Árboles, piedras, montes bailan parados dentro de mí…
Noche absoluta en la feria iluminada, claro de luna en el día fuera,
y todas las luces de la feria hacen ruido en las muros del huerto…
Grupos de muchachas con botijos en la cabeza
que pasan fuera, llenas de estar bajo el sol,
se cruzan con grandes grupos pegajosos de gente que va a la feria,
gente toda mezclada con las luces de las barracas con la noche y el claro de luna,
y los dos grupos se encuentran y se penetran
hasta formar solo uno que es los dos…
La feria y las luces de la feria y la gente que va a la feria,
y la noche que coge la feria y la levanta por el aire,
andan sobre las copas de los árboles llenos de sol,
andan visiblemente bajo las rocas que lucen al sol,
aparecen al otro lado de los botijos que las muchachas llevan en la cabeza,
y todo este paisaje de primavera es la luna sobre la feria,
y toda la feria con ruidos y luces es el suelo de este día de sol…
De repente alguien sacude esta hora doble como en un cedazo
y, mezclado, el polvo de las dos realidades cae
sobre mis manos llenas de dibujos de puertos
con grandes barcos que se van y no piensan volver…
Polvo de oro blanco y negro sobre mis dedos…
Mis manos son los pasos de esa muchacha que abandona la feria,
sola y contenta como el día de hoy…

                                     VI

 El maestro agita la batuta,
La lánguida y triste música irrumpe…
Me recuerda mi infancia, aquel día
En que jugaba junto al muro de un huerto
Lanzándole una pelota que tenía por un lado
El paso de un perro verde, y por el otro
Un caballo azul corriendo con un jinete amarillo…

   Prosigue la música, y he ahí que en mi infancia
De repente, entre el maestro y yo, un muro blanco,
Va y viene la pelota, ya un perro verde,
ya un caballo azul con un jinete amarillo…

   Todo el teatro es mi huerto, mi infancia
Está en todos los lugares y la pelota viene a tocar música,
Una música triste y vaga que pasea por mi huerto
Vestida de perro verde que se vuelve jinete amarillo…
(Tan rápida gira la pelota entre los músicos y yo)

   Lanzo mi pelota contra mi infancia y ella
Atraviesa todo el teatro que está a mis pies
Jugando con un jinete amarillo y un perro verde
Y un caballo azul que aparece por encima del muro
De mi huerto… Y la música le lanza pelotas
A mi infancia… y el muro del huerto está hecho de gestos
De batuta y de rotaciones confusas de perros verdes
Y caballos azules y jinetes amarillos…

    Todo el teatro es un muro blanco de música
Por donde un perro verde corre tras la nostalgia
De mi infancia, caballo azul con un jinete amarillo…
Y de un lado a otro, de derecha a izquierda,
Desde donde hay árboles y entre las ramas junto a la copa
Con orquestas tocando música,
Hasta donde hay hileras de pelotas en la tienda en que la compré
Y el hombre de la tienda sonríe en medio de los recuerdos de mi infancia…

    Y la música cesa como un muro que se derrumba,
La pelota rueda por el despeñadero de mis sueños interrumpidos,
Y sobre un caballo azul, el maestro, jinete amarillo volviéndose negro,
Agradece, dejando la batuta encima de la fuga de un muro,
Y se dobla, sonriendo, con una pelota blanca sobre la cabeza,
Pelota blanca que desaparece por su espalda abajo…

 

 

              Pasos de la cruz

                             VI

   Vengo de lejos y traigo en el perfil,
En forma nebulosa y apartada,
El perfil de otro ser que desagrada
A mi actual contorno humano y vil.

   Antes he sido acaso, no Boabdil,
Mas su última mirada, en el camino,
Al dejado rostro de Granada,
Contorno frío bajo unido añil…

   Hoy soy imperial nostalgia
De lo que vi de mí en la distancia
Yo mismo soy aquello que perdí…

   Y en este camino hacia lo Desigual,
Brotan en leve gloria marginal
Los girasoles del imperio que morí…

 

                           XII

   Ella iba, tranquila pastorcita,
Por el camino de mi imperfección.
La sigue, como un gesto de perdón,
Su rebaño, mi nostalgia…

   “En tierras lejanas has de ser reina»,
Le dijeron un día, pero en vano…
Su figura en la oscuridad se pierde…
Solo su sombra ante mis pies camina…

   Dios te dé lirios en lugar de esta hora,
Y en tierras lejanas a lo que hoy siento
Serás, reina no, sino solo pastora –

   Solo y siempre la misma pastorcita al ir,
Y yo seré tu regreso, ese indistinto
Abismo entre mi sueño y mi porvenir…

 

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