Página dedicada a mi madre, julio de 2020

LA MUERTE DEL PRÍNCIPE

[PRÍNCIPE]. Todo este universo es un libro en el que cada uno de nosotros es una frase. Ninguno de nosotros, por sí mismo, le da más que un pequeño sentido, o una parte de sentido; solo en el conjunto de lo que se dice se percibe lo que cada uno quiere decir verdaderamente. Unos son frases que casi se yerguen del texto determinando el sentido de todo un capítulo, o de toda una intención, y a esos los llamamos genios; otros son simples palabras que contienen en sí mismas una frase, o adjetivos que definen con grandeza, destacadas aquí o allí, pero sin decir lo que importa en el conjunto, y esos son los hombres de talento; otros son frases de pregunta y respuesta, por las que se forma la vida del diálogo, y esos son los hombres de acción; otros son frases que alivian el diálogo, haciéndolo lento para que después se lo sienta más rápido, puntuaciones verbales del discurso, y esos son los hombres de inteligencia. La mayoría son frases hechas, casi iguales las unas a las otras, sin color ni relieve, que sirven, sin embargo, para unir las intenciones de las metáforas, para establecer la continuidad del discurso, para permitir que los relieves tengan relieve, que existen, aparentemente, solo para que los otros puedan existir. Por lo demás, ¿no estamos hechos nosotros -como la frase, de palabras comunes (y estas, de simples sílabas) – de una sustancia constante, diferentemente mezclada, de la humanidad vulgar? ¿No es nuestro amor el amor de todos y nuestro llanto, las lágrimas en sí mismas? Pero cada uno de nosotros ama y llora, y no otro: hay un objetivo interior que lo desvanece1 (disuelve) y determina. Esto que estoy diciéndote es sin duda un delirio, porque no sé por qué te lo digo; pero, ya que lo digo sin saber, es también verdad sin duda. Y las figuras del ajedrez y la baraja de juego o de adivinación, ¿seremos nosotros más que ellas donde la vida es vida? Cuando era niño me besaba en los espejos: era una señal anticipada de que nunca habría de amar. Abrigaba en mí, en una adivinación negativa, la ternura que nunca me sería dada. ¿Por qué no será todo una verdad completamente diferente, sin dioses, ni hombres, ni razones? ¿Por qué no será todo algo que no podemos siquiera concebir, que no concebimos – un misterio por completo de otro mundo? ¿Por qué no seremos nosotros – hombres, dioses y mundo – sueños que alguien sueña, pensamientos que alguien piensa, colocados siempre fuera de lo que existe? ¿Y por qué no será ese alguien que sueña o piensa en alguien que ni sueña ni piensa un súbdito él mismo del abismo y de la ficción? ¿Por qué no será todo otra cosa y cosa alguna y aquello que no es lo único que existe? ¿En qué parte estoy que veo esto como algo que puede ser? ¿En qué puente paso por debajo de mí, que estoy tan alto, y están las luces de todas las ciudades del mundo y de otro mundo, y las nubes de las verdades deshechas que planean encima y las buscan a todas ellas, como si buscaran lo que se puede ceñir? Tengo fiebre sin sueño, y estoy viendo sin saber lo que veo. Hay grandes llanuras a todo el alrededor, y ríos a lo lejos, y montañas… Pero al mismo tiempo no hay nada de esto, y estoy con el principio de los dioses y con un gran horror de partir o quedarme, y de dónde estar y de qué ser. Y también este cuarto donde te oigo mirarme es una cosa que conozco y casi veo; y todas estas cosas están juntas, y están separadas, y ninguna de ellas es la otra que estoy viendo si veo. ¿Para qué me dieron un reino si no tendré mejor reino que esta hora en la que estoy entre lo que no fui y lo que no seré?

P[RÍNCIPE]. Siéntate ahí, a los pies de la cama desde donde casi no te vea, y háblame de cosas imposibles… Voy a morir.

X. No, mi Señor…

P[RÍNCIPE]. Sí, voy a morir… Ya todo comienza a tener otro aspecto y a hablarles a mis ojos con otra voz… Parece que no soy yo el que está cansado de existir, sino que las cosas se cansan de que yo las vea… Comienzo a morirme en las cosas… Lo que se apaga en mí comienza a apagarse en el cielo, en los árboles, en el cuarto, en las cortinas de este lecho… Después, poco a poco, se irán apagando por el interior de mi cuerpo hasta que se haga de noche junto a las ventanas de mi alma.

X. Eso es demasiado hermoso para que pueda estar cerca de la muerte…

P[RÍNCIPE]. Es demasiado hermoso para que pueda recordar la vida… La curva de los montes, muy a lo lejos, se vuelve, no más indecisa, sino más indecisa de otro modo… Los árboles se atenúan en sombras, pero las hojas me parecen extraordinariamente nítidas, demasiado evidentes… La seda de las cortinas de este lecho es otra especie de seda… Me hundo poco a poco… No te entristezcas… Yo era demasiado real para poder reinar un día… El único trono que merezco es la muerte… ¿No dices nada?

X. Señor, no morirá…

P[RÍNCIPE]. Siento un ruido… ¡Ah, parece como si me arreglaran los vestidos para mi coronación en mi mejor Reino!… Siento que vibran las espadas, y eso me recuerda la caída de la nieve… ¿Te acuerdas del pasado?… Yo era muy pequeño, y cuando el silencio de la nieve descendía sobre la tierra, íbamos a sentarnos junto a la chimenea del castillo a hablar de las cosas que nunca pasarían… ¡Cuántas princesas he amado en el futuro que no he tenido nunca!… Te acuerdas – ¿no te acuerdas? – de lo cansado que terminaba con los combates en los que nunca habría de entrar…

X. Para usted, Señor, solo había vida en la vida de mañana…

P[RÍNCIPE]. Tal vez porque mi cuerpo sabía que yo tendría que morir pronto… Pero nunca era mañana para mí, siempre era pasado mañana… Siempre soñaba con un futuro que estaba siempre un poco al lado del futuro que tendría…

X. A veces yo contaba cuentos de hadas…

P[RÍNCIPE]. Sí… Eran todos diferentes… En mi tierra toda la gente es igual… ¡Cansa tanto mirar a la gente!… En las fiestas del palacio había siempre grupos que murmuraban de mi silencio… Lo veía en sus ojos… Me quedaba a un lado, siempre sin ver lo que miraba… Veía siempre cosas diferentes a aquellas entre las que estaba… En las salas del palacio, mis ojos estaban en los bosques, y mi ansia de extender los brazos con el frescor de las hierbas y la suavidad de los pétalos y el paisaje de las fuentes (…) Nunca he sido feliz… Cuando, en las almenas de mi nuevo castillo, mire inclinado la confusión pequeñita del mundo, seré completamente feliz… Tal vez ni así sea feliz… Pero [sé de corazón] que todo mi encanto sería estar donde no estoy para poder desear donde estar…

X. ¿No serán todos así?

P[RÍNCIPE]. ¿Quiénes son todos? Para mí todos son solo uno… Nunca conocí a nadie. Distinguía a las personas como quien distingue piedras… Nunca me dieron la impresión de que fueran reales, especialmente cuando hablaban… Todas decían las mismas cosas, todas tenían amores y odios, alegrías y dolores, ansias y cansancios… Si alguna me hablaba de algo, yo, si cerraba los ojos, tenía siempre ante mí al Hombre. No, hay en toda la gente una sola persona que no existe… Qué indefinido… Qué indefinido…

X. ¿Indefinido, qué, mi señor?

P[RÍNCIPE]. Todo… El horizonte está muy lejos, muy lejos… Aun así… no sé… no está… Lo siento mucho más lejos, pero no lo veo mucho más lejos… No sé bien lo que veo o lo que siento… Tal vez mis sensaciones sean las que me sientan a mí… Me parece que las cosas son las que me sienten y que yo no existo sino porque las cosas me ven y me sienten… Estaría bien que fuera así… No sé por qué estaría bien… Tal vez por ser otra cosa… Qué extrañas son las cortinas…

X. ¿Extrañas?, ¿extrañas, mi señor?

P[RÍNCIPE]. Demasiadamente allí… Tengo ganas de tener miedo de estar viéndolas así… ¡Qué extraño, qué extraño es todo!… ¡La ventana es algo muy diferente! Parece saber que se ve a través de ella… Parece que ve también… Parece que es ella la que ve las cosas que nosotros vemos a través de ella… ¿Y la almohada, la almohada?

X. ¿Qué almohada, señor? ¿Esa…? No puede verla…

P[RÍNCIPE]. Esta, esta… No sé si la veo… Es enorme… ¡Tiene toda la extensión de la vida!… Me sumerjo en ella como en un mar de [sombras juntas] que incluso en mi carne saben a sueños… Mis manos, al tocar la lencería de mi lecho, sienten cosas que antes no podrían sentir, significados seguros, frescores, renuncias tímidas de lino… ¡Ah, pero qué extraño!, ¡qué extraño! No sé bien dónde estás… Las cosas a mi alrededor tienen tamaños que no debían tener… Mi lecho es inmenso como el reposo de un mendigo… Mis manos tienen el brillo de incertidumbres… Como si viera por dentro los perfiles y los contornos de las cosas… No sé decirte lo que siento… No sé decirte lo que siento… Todas las cosas toman aspectos atentos… Todas las cosas se vuelven blasones de misterio… Ya no hay colores… Ya no hay colores… ¡Ah!, ¿qué son los colores ahora?… ¿qué?… No son ellos… Son sueños de otras cosas… Son aproximaciones de cosas que van a llegar a la tierra desde el espacio… Tengo que tener mucho miedo… Tengo que tener mucho miedo…

X. Cálmese, Señor, cálmese. Ha de vivir… Este final del día es tan hermoso, que nadie puede morir en él… ¡Mira qué moradas y cenicientas están las ruinas del sol que se pone! Debe vivir, para vivir… Le espera el amor y la lucha…

P[RÍNCIPE]. Nunca actué con certeza.

X. Señor, no piense en ello…

P[RÍNCIPE]. Trátame mejor como Señora… Soy una princesa de quien se han olvidado cuando buscaron a una reina… ¡Ah, qué horror, qué horror!

X. ¿Qué tiene, Señor?, ¿qué tiene?

P[RÍNCIPE]. ¡Oh, todo está aún más extraño! Ya no hay formas – oh Dios mío, oh Dios mío – ya no hay formas… Las cosas se derramaron las unas en las otras… En el aire solo hay restos de líneas… Todo es humo de lugares… Polvo, polvo… todo en polvo (…) Todo es ceniza de todo… Todo es ceniza de todo… Hay en mí laberintos para no poder ver… ¿La ventana?, ¿dónde está la ventana?… Es algo que brilla extraordinariamente, pero en ninguna parte del espacio… Todo es cenizas de humo (…) ¿Dónde estás?, ¿dónde estás?

X. Aquí, Señor, aquí…

P[RÍNCIPE]. No sé si no te veo… No sé qué es lo que veo… Ya no hay nada… (Con voz lenta y tranquila) ¿Qué es todo esto? No sé de qué lado está la vida… El espacio está al contrario… No me siento en mi mundo… ¡Qué extraño!, ¡qué extraño! ¿En el interior de qué parte están dando las horas? (…) Ah, veo, veo… ¡Ahora veo! ¡Ahora veo!

X. ¿Qué ve, Señor?, ¿qué ve? ¡Cálmese, cálmese! ¿Qué ve?

P[RÍNCIPE]. Veo, veo… Veo a través de las cosas… Las cosas escondían… Las cosas solo eran un velo… Se levanta el telón, se levanta el telón del teatro… Tengo miedo, tengo miedo… Ah veo, por fin veo… Lo veo, por fin, todo… Mira, mira… Ahora veo… Veo las cosas reales, veo las cosas que existen… Mira cómo surgen (…) Veo a través de las cosas como a través de mis ojos… Las ciudades soñadas son las que eran… reales… Las cosas solo son la visión trémula de las reflejadas en las aguas de mi mirada… Lo que pasa es lo que Dios arroja fuera… Lo que parece no es real, son el dorso de las manos de Dios, la Sombra de sus gestos… Las princesas con las que he soñado son las que existen… Las de la tierra solo son las muñecas con las que las otras juegan, vistiéndolas, de cuerpo y alma, a su modo…

P[RÍNCIPE]. Más allá, florezco, en el cuerpo y hacia fuera, en un rosal de rosas blancas, y para dentro y en el alma, en otro universo, mío – en otro paisaje mío. El cuerpo de mi vida real es un rosal blanco en el más allá; el alma de mi vida real es un universo interior en el más allá, un universo interior con montes que tienen el perfil de mi ansia, prados que tienen la extensión de mis deseos.

P[RÍNCIPE]. ¡Oh qué horror, qué inesperado horror! ¡Qué complejo! ¡Qué complejo! Soy el mismo rosal, pero estoy viendo dentro de mí… Tengo un reino, un reino externo que soy yo más allá, tengo un universo mío – una tierra, unos cielos… Mira… ¡Mira quién soy! Me siento un rosal en la oscuridad, pero mirando dentro de mí veo paisajes… Paisajes amontonados… ¡Qué vagos contornos! ¡Qué extraño misterio! Cada cosa es un universo dentro… cada cosa en el más allá es un universo perfecto que mira desde su cuerpo hacia su alma… ¡Oh! ¡Oh!, ya no me veo. Me siento un rosal todo perfumado… el cuerpo de mi realidad más allá es un rosal, que siento, pero que no veo… Mis ojos se desmayaron en el alma… ¡Florecieron dentro las mejores flores de mi ser de más allá!…

X. ¡Señor! ¡Señor! ¡Señor! ¡Ya ni siquiera me amas, ya ni siquiera me amas!

P[RÍNCIPE]. ¡Qué paisaje es este que es un rosal blanco en las noches de más allá! ¡Qué (…) montes!, ¡qué extraña línea tienen estos montes! ¡Cómo se desmoronan los valles!

P[RÍNCIPE]. ¿En qué batalla iba yo al frente de mis corceles, con la pluma blanca ondeando al viento?

X. Esa batalla no ha existido, señor. No has entrado nunca en combate…

P[RÍNCIPE]. Entonces, ¿por qué me acuerdo tan bien de ella? Yo iba y no sé cómo, me veía a lo lejos. Era más hermoso de lo que se puede ser. La batalla duró mucho tiempo durante el cual no se veía nada. Ah, entonces, esa fue una derrota, una derrota… Pobre de mí, que hasta mis ejércitos en la guerra no pueden vencer ni regresar…

P[RÍNCIPE]. Todo es las paredes de un gran pozo cuyo fondo no veo… ¡Qué hondo, oh qué hondo! ¿De qué lado está lo negro? ¿Dónde?, ¿por encima o por debajo?, ¿dónde está el lugar en el que estoy? Ah, no sé dónde está el espacio… Todo está equivocado, todo vacío, desde dentro hasta fuera… No tengo izquierda ni derecha… Ni hay lado ni posición… Ah, ¿qué es todo esto?, ¿qué es todo esto? Tengo miedo (…) Enciérrame en la vida… No me dejes salir de la vida… ¡Esto es tan extraño!

P[RÍNCIPE]. El silencio de las cosas me hace gestos que me asustan. Dónde están las cosas… Ya no hay cosas… Está todo negro, todo negro… No, no… todo como si fuera negro. Son gentes… Ah, mira, mira… son figuras que pasan… No hay cosas, hay gentes. Suben de los abismos como exhalaciones… Ya no hay arriba ni abajo en las cosas. Ya todo es Diverso – incluso el modo de ser diverso.

X. Mire, señor, mire, está mejor… Ya ve cosas, y antes solo veía sueños.

P[RÍNCIPE]. No, no… He pasado, por detrás de Dios, hasta el otro lado de la ilusión (…) Ahora te oigo: eres una figura en un sueño… Te amo con compasión porque te crees real… Tu alma y tu cuerpo son una única cosa, apenas sabes lo que ellos te encubren…

X. Cálmese, señor… Reclínese en el lecho… Todo eso es un sueño… Mañana estará mejor.

P[RÍNCIPE]. (Con voz tranquila y lenta) Oigo un ruido de fuente… ¡Qué gran noche! ¡Qué gran paz cabe en el hecho de que haga esta noche!… Es otra especie de noche… Es la misma paz… Pero qué lugar tan extraño… Todo fresco de tanto abismo… ¿Por dónde estoy caminando?

X. No camina, señor…

P[RÍNCIPE]. He oído un ruido… Qué gran paisaje de abismos (…) En el fondo de uno de esos abismos debe de estar (…) ¿Qué calma espera en los contornos invisibles de los roquedos? ¡Qué sosiego se abisma en las profundidades!… Ya he olvidado de nuevo… ¿Hacia dónde vamos? No oigo caminar… Es como si estuviera durmiendo por fin… Cada paso es sereno (…), cada paso es tranquilo como si ya hubiera llegado… Qué tranquilo estoy. Va a rayar la aurora…

X. Anochece, mi señor, anochece…

P[RÍNCIPE]. Mira, mira… Los ejércitos que yo mandaba… los caballeros de mi séquito… vencedores a lo lejos… vencedores a lo lejos… todos ellos soy yo… Mira, mira… llegan al castillo… ¡Qué gran castillo todo a poniente! Llegan al castillo… Ah, ¿qué es esto? ¡Cómo se ensancha todo! ¡Cómo se aviva todo!… ¡Ah!, ¡el castillo está en llamas, está en llamas! Así es como debía de estar… así… así… Ondea en llamas, se extiende en el humo… es mayor al arder, es más antiguo al arder… es más mío al arder… Crece todo, crece todo… ¡Qué deslumbramiento!… Hay fuego en las eras… Hay fuego en las eras… Los pinares están en llamas… El cielo es un mar inmenso en mares furiosos de fuego… Todo derrama luz… Se quema en mí todo el universo… Arde todo ahí fuera… En la luz ha crecido todo hacia dentro… Todo ha florecido en llamas… Veo demasiado… Hay cosas de más en el espacio… Hay cosas de más en cada cosa… Hay mucho en todo… Todo está equivocado, además… Ya va a cambiar todo… El fuego ya es de otro color… Ah… todo es negro… todo es negro… todo es negro otra vez… Hay ruidos de grandes caídas; hay choques de ejércitos en la noche… Nadie sabe si vence… Tropeles de caballos a lo lejos… ¿Dónde está el mundo? ¿Dónde está el mundo? ¿Dónde hay cosas? ¿Dónde hay cosas?¿Dónde hay cosas?

X. Mi señor, mi señor…

P[RÍNCIPE]. Ya no sé nada (…) Háblame… Háblame… Háblame… ¿En qué lado de mi alma suena tu voz?

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