Cantos
Versiones 2001, 2013 y 2020
Textos
IX. Último canto de Safo
XI. El gorrión solitario
XII. El Infinito
XIII. La tarde del día de fiesta
XIV. A la Luna
XXI. A Silvia
XXIII. Canto nocturno de un pastor errante de Asia
XXIV. La calma después de la tempestad
XXV. El sábado de la aldea
XXVII. Amor y muerte
XXVIII. A sí mismo
XXXIV. La retama
XXXV. Imitación
XL. Del griego, de Semónides
XLI. Del mismo
IX. ÚLTIMO CANTO DE SAFO
Serena noche y tímido rayo
De la luna que cae; y tú que asomas
Por la callada selva, sobre la roca,
Mensajero del día; oh, formas amadas
Y gratas a mis ojos, mientras ignoré
Las erinias [1] y el hado: ya no sonríe
Vuestra suave vista al desesperado afecto.
Ahora la insólita alegría de antes
Nos anima, cuando el polvoriento soplo
Del Noto [2] por el espacio fluido
Y por los campos agitados gira, y cuando
El grave carro de Júpiter, tronando
En lo alto, el tenebroso aire divide.
Por riscos y profundos valles
Nos place ahora nadar entre nubes,
Y seguir la vasta fuga de la grey aturdida,
O el sonido y la vencedora ira de la ola
Del alto río a la dudosa orilla.
Hermoso es tu manto, oh divino cielo,
Y hermosa eres tú, húmeda tierra.
¡Ay, de esta infinita belleza, ninguna parte
A la mísera Safo le dieron los dioses
Y la impía suerte! En tus soberbios reinos,
Oh, naturaleza, solo vil y grave huésped
Y despreciada amante, en vano vuelvo
A tus deliciosas formas el corazón
Y las pupilas suplicantes. No me sonríe
Lugar soleado, ni el albor matutino
De la etérea puerta[3]; ni los irisados
Pájaros con su canto, ni con su murmullo
Las hayas me saludan. Y allí a la sombra
De los sauces inclinados, donde extiende
El cándido río su puro seno,
De mi incierto pie con desdén aparta
Las resbaladizas linfas,
Y obliga a huir la ribera olorosa.
¿Qué fallo, qué nefando exceso
Me manchó antes de nacer,
Para que tan torvos me mirasen fortuna y cielo?
¿En qué pequé de niña, cuando ignorante
De maldad es la vida, para que, privado
De juventud y flor, en el huso
De la indómita Parca,[4] se devanase
Mi herrumbroso estambre?[5] Incautas voces
Esparce tu[6] labio: los destinados sucesos
Mueve arcano consejo. Arcano es todo,
Salvo nuestro dolor. Desamparada prole
Nacemos al llanto, y la razón en el seno
De los dioses reposa. ¡Oh, afanes y esperanzas
De los más tiernos años! A las formas,
A las amenas formas, eterno reino
Les dio el Padre entre la gente; y virtud
De viriles empresas, o de docta lira
O canto no luce en desgraciado manto.[7]
Moriremos. Derribado el velo indigno,
La desnuda alma se refugiará en Dite,[8]
Y corregirá el cruel fallo del ciego
Servidor de los casos.[9] Y tú,[10] a quien largo
Amor en vano, y larga fe, y vano
Furor de implacable deseo me estrechó,
Vive feliz, si feliz en la tierra
Vivió algún mortal. A mí el suave licor
Del vaso avaro[11] no me roció Júpiter,
Después que perecieran los engaños
Y el sueño de mi niñez. El más alegre
Día de nuestra edad pronto vuela.
Llega la enfermedad, y la vejez, y la sombra
De la helada muerte. He aquí, de tantas
Esperadas palmas[12] y amados errores,
Solo me queda el Tártaro;[13] y mi noble
Ingenio acoge la tenaria Diosa,[14]
Y la tenebrosa noche, y la callada orilla.
[1] erinias: tormentos amorosos, furias de la pasión amorosa.
[2] Noto: Austro o viento del Sur; aquí, viento en general.
[3] la etérea puerta: la puerta oriental del cielo.
[4] indómita Parca: Laquesis que, al tejer el hilo de la vida, otorga felicidad o infelicidad.
[5] Mi herrumbroso estambre: el hilo oscuro de la vida de Safo fue devanado por Laquesis sin que se le otorgara amor ni juventud.
[6] tu: El yo lírico. A lo largo del poema ha usado también la primera persona, ya sea singular (vv. 5-7 p.e.) o plural ( vv. 8-18 p.e), y la tercera singular (v. 22)
[7] desgraciado manto: el cuerpo privado de belleza, al igual que «velo indigno» (a continuación).
[8] en Dite: En los infiernos (Dite, dios de los infiernos) buscará refugio el espíritu sin cuerpo.
[9] ciego… casos: El destino.
[10] tú: Faón, joven por cuyo amor no correspondido, Safo se arrojó desde la roca de Léucade (leyenda).
[11] vaso avaro: El vaso del agua de la felicidad que guardaba Júpiter celosamente.
[12] Palma: Glorias. Véase nota siguiente.
[13] He aquí… el Tártaro: «¿Es acaso el Tártaro una palma [un honor] o un error deleitoso [una ilusión]? Todo lo contrario, pero esto quizás dé precisamente más fuerza a estos versos, pues resultan una ironía. De tantos bienes no me queda más que el Tártaro, es decir, un mal. Además estos versos se pueden explicar incluso directamente, de un modo muy natural. Es decir, estas esperanzas y estos errores tan agradables acaban en la muerte: de tanta esperanza y de tantos amables errores no surge, no resulta, no se realiza sino la muerte […]» (Anotación autógrafa de Leopardi)
[14] la tenaria Diosa: Proserpina, esposa de Plutón. La entrada del infierno se situaba junto al cabo Ténero, punta extrema del Peloponeso.