XIV. DIÁLOGO DE FEDERICO RUYSCH Y DE SUS MOMIAS[16]
CORO DE LOS MUERTOS EN EL ESTUDIO DE FEDERICO RUYSCH. [17]
Sola en el mundo eterna, a quien se vuelve
Toda cosa creada,
En ti, muerte, descansa
Nuestra desnuda naturaleza;
Alegre no, mas libre
Del antiguo dolor.
Profunda noche
En la confusa mente
El grave pensamiento oscurece;
Y el alma ya árida no tiene aliento
Para esperar o desear.
Así, libre de afanes y temores,
El tiempo lento y vacío
Sin tedio consume.
Ya vivimos, y así como en el alma
Al niño lactante le yerra
Un confuso recuerdo
De inquieto sueño y de temible larva,
Así es nuestra memoria
Del vivir: mas del miedo está lejos
El recuerdo. ¿Qué fuimos?
¿Qué fue aquel punto acerbo
Al que llamamos vida?
Estupor y misterio
Es hoy la vida en nuestro pensamiento,
Como en el de los vivos
Es la ignota muerte.
Como de la muerte
Huimos al vivir, así huye
De la llama vital
Nuestra desnuda naturaleza;
Alegre no, mas libre,
Pues que sean felices
Niega a los mortales y niega a los muertos el hado.
RUYSCH (fuera del estudio, mirando a través de las rendijas de la puerta). ¡Diantre! ¿Quién les ha enseñado música a estos muertos que cantan a media noche como los gallos? Verdaderamente siento un sudor frío y por poco no estoy más muerto que ellos. Yo no creía que, al preservarlos de la corrupción, me resucitarían. Da lo mismo; con tanta filosofía, y tiemblo de la cabeza a los pies. Mal haya aquel diablo que me convenció de dejar entrar a toda esta gente en mi casa. No sé qué hacer. Si los dejo aquí encerrados, ¿romperán la puerta y saldrán por la cerradura e irán a buscarme a la cama? Pues pedir ayuda por el miedo a los muertos, no me conviene. Vamos, animémonos e intentemos asustarlos a ellos.
Entrando
Hijos, ¿a qué jugamos?, ¿no os acordáis de que estáis muertos?, ¿qué es este barullo?, ¿acaso os habéis ensoberbecidos con la visita del Zar [18] y os creéis que ya no estáis sujetos a las leyes de antes? Me imagino que habéis querido burlaros y que no es verdad. Si habéis resucitado, me alegro por vosotros; pero no tengo tanto como para manteneros vivos, sino muertos; así que largaos de mi casa. Si es verdad lo que se cuenta de los vampiros, y tal sois, buscad otra sangre para beber, pues yo no estoy dispuesto a dejar que chupéis la mía, del mismo modo que sí fui generoso con la sangre fingida[19] que os inyecté en las venas. En definitiva, si preferís permanecer quietos y silenciosos, como lo habéis estado hasta ahora, viviremos en concordia, y nada os faltará en mi casa; de lo contrario, mirad que cojo la tranca de la puerta y os mato a todos.
MUERTO. No te encolerices, que yo te prometo que nos quedaremos muertos, como lo estamos, sin que nos tengas que matar.
RUYSCH. Pues ¿qué es esta locura que os ha entrado ahora de cantar?
MUERTO. Hace poco, justo sobre la media noche, se ha cumplido, por primera vez, aquel año grande y matemático[20] del que los antiguos escribieron tantas cosas, y del mismo modo esta es la primera vez que hablan los muertos. Y no solo nosotros, sino en cada cementerio, en cada sepulcro, allá en el fondo del mar, bajo la nieve o la arena, al aire libre y en cualquier lugar en que se encuentren, todos los muertos, a media noche, han cantado como nosotros esa cancioncilla que has oído.
RUYSCH. ¿Y hasta cuándo permanecerán cantando o hablando?
MUERTO. Ya han acabado de cantar, pero pueden hablar durante un cuarto de hora. Después volverán al silencio, hasta que se cumpla de nuevo el mismo año.
RUYSCH. Si esto es verdad, no creo que volváis a espantarme el sueño otra vez. Así que hablad libremente entre vosotros, que yo me quedaré aparte y os escucharé de grado, por curiosidad, y sin molestaros.
MUERTO. Solo podemos hablar si le respondemos a alguna persona viva. Quien no tiene que replicarles a los vivos, una vez que ha cantado la canción, se calla.
RUYSCH. Lo lamento de verdad, pues imagino que sería un gran regocijo escuchar lo que os diríais, si pudierais hablar entre vosotros.
MUERTO. Aunque pudiéramos, no escucharías nada, dado que no tendríamos nada que decirnos.
RUYSCH. Se me ocurren miles de preguntas, pero, como el tiempo es breve y no deja lugar para elegir, hacedme entender brevemente qué sentisteis física y anímicamente en el momento de morir.
MUERTO. Del momento de morir, ni cuenta me di.
LOS DEMÁS MUERTOS. Ni nosotros tampoco.
RUYSCH. ¿Cómo que no os disteis cuenta?
MUERTO. Verbigracia, del mismo modo que tú nunca te das cuenta del momento en que comienzas a dormirte, por mucha atención que pongas.
RUYSCH. Pero dormirse es algo natural.
MUERTO. ¿Y morir no te parece natural? Muéstrame un hombre o un animal o una planta que no muera.
RUYSCH. No me maravilla ya que vayáis cantando y hablando, si no os disteis cuenta de la muerte
Así aquel, del golpe inconsciente,
iba luchando, y estaba muerto
dice un poeta italiano. [21] Yo creía que sobre este tema de la muerte, vuestros semejantes sabrían algo más que los vivos. Así pues, volviendo al asunto, ¿no sentisteis ningún dolor en el momento de morir?
MUERTO. ¿Qué dolor va a haber en aquello de lo que no se da cuenta quien lo vive?
RUYSCH. De todas formas, todos están persuadidos de que la experiencia de la muerte es dolorosísima.
MUERTO. Como si la muerte fuera una sensación, y no justamente lo contrario.
RUYSCH. Pues tanto los que sobre la naturaleza del alma están de acuerdo con la opinión de los epicúreos, [22] como los que mantienen la idea común, [23] todos o la mayor parte, comparten lo que yo digo, es decir, creen que la muerte es, por su propia naturaleza, y sin comparación, un dolor intensísimo.
MUERTO. Bien, tú les preguntarás, de nuestra parte, a los unos y a los otros, si el hombre no tiene la facultad de darse cuenta del momento en que las operaciones vitales, en mayor o menor grado, se le interrumpen temporalmente en el sueño, en el letargo, en un síncope o en cualquier otra circunstancia, ¿cómo se va a dar cuenta de aquello en lo que las mismas operaciones cesan por completo y no por poco tiempo, sino para siempre? Y además, ¿cómo puede tener lugar una sensación vital en la muerte? Es más, ¿cómo va a ser la misma muerte por su propia naturaleza una sensación vital? Cuando la facultad de sentir está no solo debilitada y disminuida, sino reducida tan a lo mínimo, que falta o se anula, ¿creéis que la persona puede sentir una sensación fuerte? Incluso este mismo extinguirse de la facultad de sentir, ¿creéis que tiene que ser una sensación grandísima? Y, sin embargo, veis que los que mueren de males agudos y dolorosos, al acercarse la muerte, justo poco antes de morir, se tranquilizan y descansan, de modo que se puede saber que su vida, reducida a una pequeña cantidad, ya no le basta al dolor, por lo que este cesa antes que aquella. Todo esto le dirás de nuestra parte a quienquiera que piense que, en el momento de la muerte, morirá de dolor.
RUYSCH. A los epicúreos, quizás les basten estas razones. Pero no a aquellos que consideran de otro modo la sustancia del alma, como la he considerado yo en el pasado y la consideraré, en mayor grado, de ahora en adelante, tras haber oído hablar y cantar a los muertos. Pues, al creer que la muerte consiste en una separación del alma y del cuerpo, no comprenderán cómo estas dos cosas, unidas y casi fundidas entre sí, tanto, que entre las dos forman una sola persona, se puedan separar sin una grandísima violencia y sin un sufrimiento indecible.
MUERTO. Dime, ¿el espíritu está acaso pegado al cuerpo a través de algún nervio, músculo o membrana, de tal manera que necesariamente tenga que romperse cuando el espíritu se va?, ¿o quizás es un miembro del cuerpo, de modo que tenga que ser roto o cortado violentamente? ¿No ves que el alma solo sale del cuerpo cuando no puede permanecer en él y ya no es necesaria, sin que ninguna fuerza la arranque o la desgaje? Dime además, ¿quizás cuando ella entra, siente que la clavan o enlazan fuertemente o, como tú dices, que la funden? ¿Entonces por qué va a sentir que se suelta, al salir, o si queremos decirlo de otro modo, por qué va a experimentar una sensación vehementísima? Ten por seguro que la salida y la entrada del alma son igualmente tranquilas, fáciles y suaves.
RUYSCH. ¿Pues qué es la muerte, sino dolor?
MUERTO. Más que nada, placer. Mira que la muerte, como el sueño, no se produce en un solo instante, sino gradualmente. Es cierto que la duración y la intensidad de esta gradación dependen de la variedad de las causas y de los géneros de la muerte. Y en el último instante, la muerte no provoca placer o dolor alguno, como tampoco lo provoca el sueño. En los instantes precedentes, no puede generar dolor porque el dolor es algo vivo, y los sentidos del hombre, en ese tiempo, es decir, cuando la muerte ha comenzado, están moribundos, que es como decir que tienen extremadamente atenuadas las fuerzas. Bien puede ser causa de placer, pues el placer no siempre es algo vivo, es más, quizás la mayor parte de los deleites del hombre consista en una especie de languidez. De ese modo, los sentidos del hombre pueden sentir placer incluso cuando este se extingue, dado que numerosísimas veces la misma languidez es placer, y mayormente cuando nos libera del sufrimiento, pues bien sabes que la interrupción de cualquier dolor o incomodidad es placer por sí misma. Así, la languidez de la muerte debe ser tanto más grata cuanto mayor es el sufrimiento del que libera al hombre. En cuanto a mí, aunque no atendí mucho a lo que sentía en el momento de la muerte, porque los médicos me habían prohibido que hiciera ningún esfuerzo mental, recuerdo, sin embargo, que lo que sentí no fue muy diferente al deleite que causa en los hombres la languidez del sueño mientras se están durmiendo.
LOS DEMÁS MUERTOS. También nosotros creemos recordar lo mismo.
RUYSCH. Sea como decís, aunque todos aquellos con los que he tenido ocasión de hablar de esta materia piensan algo muy diferente. Pero que yo recuerde no alegaban la propia experiencia. Entonces, decidme, durante la muerte, mientras sentíais esa dulzura, ¿creíais que os estabais muriendo y que ese deleite era una cortesía de la muerte, o pensasteis otra cosa?
MUERTO. Hasta que no estuve muerto, no me persuadí de haberme librado de aquel peligro, y al menos hasta el último momento en que tuve la facultad de pensar, creí que me quedaba una hora o dos de vida, como creo que les sucede a muchos cuando mueren.
LOS DEMÁS MUERTOS. A nosotros nos sucedió lo mismo.
RUYSCH. Por ello dice Cicerón[24] que ninguno está tan decrépito que no espere que va a vivir al menos un año. Pero, al final, ¿cómo os disteis cuenta de que el espíritu había abandonado el cuerpo? Decid, ¿cómo os disteis cuenta de que estabais muertos? No responden. Hijos, ¿no me oís? Habrá pasado ya el cuarto de hora. Palpémoslos un poco. Están requetemuertos, no hay peligro de que me asusten otra noche. Volvamos a la cama.
[16] Compuesto en Recanati, entre el 16 y el 23 de agosto de 1824. “Véase, entre otros, acerca de estas famosas momias, que en lenguaje científico se llamarían preparaciones anatómicas, Fontenelle, Élogio del Sr. Ruysch.” (N. del A.)
[17] Federico Ruysch (1638-1731) fue un célebre médico holandés.
[18] «El estudio de Ruysch fue visitado dos veces por el zar Pedro I, quien, tras haberlo comprado, hizo que lo llevaran a San Petersburgo.» (N. del A.)
[19] «El medio utilizado por Ruysch para conservar los cadáveres fue el de las inyecciones de una materia compuesta por esto [sangre fingida], que tenía efectos maravillosos.» (N. del A.)
[20] En el año matemático, según la astrología y la cábala antiguas, todos los astros volvían a colocarse en sus posiciones de origen.
[21] Berni, Orlando enamorado, LIII, 60, según una anotación manuscrita de Leopardi.
[22] Los epicúreos sostenían, desde un punto de vista materialista, que el alma, compuesta también por átomos, se disolvía con el cuerpo tras la muerte.
[23] Quienes creen en la inmortalidad del alma.
[24] ”De Senect. cap. 7.” (N. del A.)