XXIII. DIÁLOGO DE UN VENDEDOR DE ALMANAQUES Y DE UN TRANSEÚNTE [1]
VENDEDOR. ¡Almanaques, almanaques nuevos, lunarios nuevos! ¿Necesita almanaques, señor?
TRANSEÚNTE. ¿Almanaques para el año nuevo?
VENDEDOR. Sí, señor.
TRANSEÚNTE. ¿Cree que será feliz este año nuevo?
VENDEDOR. Oh, Ilustrísima, por supuesto que sí.
TRANSEÚNTE. ¿Como el año pasado?
VENDEDOR. Bastante, bastante más.
TRANSEÚNTE. ¿Como el otro?
VENDEDOR. Más, más, Ilustrísima.
TRANSEÚNTE. ¿Como cuál, entonces? ¿No le gustaría que el año nuevo fuera como alguno de los pasados?
VENDEDOR. No, señor, no me gustaría.
TRANSEÚNTE. ¿Cuántos años hace que vende almanaques?
VENDEDOR. Hará veinte, Ilustrísima.
TRANSEÚNTE. ¿A cuál de estos veinte le gustaría que se pareciera este año nuevo?
VENDEDOR. ¿A mí? No lo sé.
TRANSEÚNTE. ¿No se acuerda de ningún año en particular que le pareciera feliz?
VENDEDOR. En verdad, no, Ilustrísima.
TRANSEÚNTE. Y, sin embargo, la vida es una cosa hermosa. ¿No es verdad?
VENDEDOR. Eso ya se sabe.
TRANSEÚNTE. ¿No volvería a vivir estos veinte años e incluso todo el tiempo pasado, desde que nació?
VENDEDOR. Ay, querido señor, ojalá Dios lo hiciera posible.
TRANSEÚNTE. Pero ¿y si tuviera que volver a vivir la vida que ha vivido, ni más ni menos, con todas las alegrías y desgracias que ha pasado?
VENDEDOR. Eso no lo querría.
TRANSEÚNTE. Oh, ¿qué vida viviría?, ¿la vida que he vivido yo?, ¿la del príncipe?, ¿la de quién? ¿O no cree que yo y el príncipe y cualquier otro responderíamos precisamente lo mismo que usted, que si tiene que vivir la vida que ha vivido, nadie querría volver atrás?
VENDEDOR. Eso creo.
TRANSEÚNTE. ¿Tampoco usted volvería atrás de ese modo, si no hubiera otra posibilidad?
VENDEDOR. Señor, verdaderamente, no, no volvería.
TRANSEÚNTE. ¿Qué vida quisiera entonces?
VENDEDOR. Quisiera la vida que Dios me diera, sin ninguna otra condición.
TRANSEÚNTE. Una vida fortuita y sin saber nada antes, como no se sabe nada del año nuevo, ¿no?
VENDEDOR. Exacto.
TRANSEÚNTE. Del mismo modo quisiera yo volver a vivir, y así todos. Pero esto significa que el destino, hasta este año, los ha tratado a todos mal. Y se ve claramente que cada uno cree que ha sido de mayor peso el mal que le ha tocado, que el bien, si ninguno quiere volver a nacer con la condición de tener que volver a vivir la vida de antes, con todo su bien y su mal. La vida que es hermosa no es la que se conoce, sino la que se desconoce; no la pasada, sino la futura. Con el año nuevo, el destino comenzará a tratarnos bien a usted, a mí y a todos los demás, y comenzará la vida feliz. ¿No es verdad?
VENDEDOR. Esperemos.
TRANSEÚNTE. Entonces, muéstreme el almanaque más hermoso que tenga.
VENDEDOR. Éste, Ilustrísima. Éste vale treinta monedas.
TRANSEÚNTE. Tenga las treinta.
VENDEDOR. Gracias, Ilustrísima, hasta la vista. ¡Almanaques, almanaques nuevos, lunarios nuevos!
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