Página dedicada a mi madre, julio de 2020

VIII. DIÁLOGO DE LA TIERRA Y DE LA LUNA [41]

TIERRA. Querida Luna, sé que puedes hablar y responder, pues eres una persona, según les he oído muchas veces a los poetas, además de que nuestros niños dicen que tú tienes verdaderamente boca, nariz y ojos, como cada uno de ellos, y que lo ven con sus propios ojos, que, a esa edad, razonablemente deben de ser agudísimos. En cuanto a mí, no dudo que tú sabes que yo soy, nada más y nada menos, que una persona, tanto que, cuando era más joven, tuve muchos hijos, así que no te maravillará oírme hablar. Por tanto, Luna mía hermosa, a pesar de que he sido tu vecina durante tantos siglos, tantos que no sé ni el número, no te he hablado hasta ahora porque mis asuntos me han tenido ocupada de tal modo que no me quedaba tiempo para charlar. Pero hoy que mis negocios se han reducido a poca cosa, e incluso podría decir, que caminan con sus propios pies, no sé qué hacer y reviento de aburrimiento. Por ello, hazte cuenta de que, en el futuro, te hablaré a menudo y me preocuparé de tus asuntos, siempre que no te moleste.

LUNA. Eso no lo pienses. Así la fortuna me libre de toda otra incomodidad, como estoy segura de que no me molestarás. Si quieres hablarme, háblame a tu placer, pues, aunque soy amiga del silencio, como creo que sabes, te escucharé y te responderé con gusto, para servirte.

TIERRA. ¿Tú oyes este sonido agradabilísimo que emiten los cuerpos celestes con sus movimientos?

LUNA. Para decirte la verdad, no oigo nada.

TIERRA. Tampoco yo oigo nada, salvo el estrépito del viento que va de mis polos al ecuador, y del ecuador a mis polos, y que no da muestras de saber nada de música. Pero Pitágoras dice que las esferas celestes emiten un sonido tan dulce, que es una maravilla, y que incluso tú tienes ahí tu parte, pues eres la octava cuerda de esta lira universal. Pero me ha ensordecido ese mismo sonido, y por eso no lo escucho.

LUNA. También yo, sin duda alguna, estoy ensordecida, y, como te he dicho, no lo oigo. Y no sabía que fuera una cuerda.

TIERRA. Entonces, cambiemos de tema. Dime, ¿estás poblada de verdad, como afirman y juran mil filósofos antiguos y modernos, desde Orfeo hasta De la Lande?[42] Mas yo, por mucho que me esfuerce en alargar estos cuernos míos, a los que los hombres llaman montes y picos, con la punta de los cuales te estoy mirando, como un caracol, no llego a descubrir en ti ningún habitante. Aunque sé bien que un tal David Fabricius,[43]  que veía mejor que Linceo,[44] descubrió ahí a algunos que tendían las ropas al sol.

LUNA. De tus cuernos no sé qué decir. El hecho es que estoy habitada.

TIERRA. ¿De qué color son tus hombres?

LUNA. ¿Qué hombres?

TIERRA. Los que hay en ti. ¿No dices que estás habitada?

LUNA. Sí, ¿y con ello?

TIERRA. No serán bestias todos tus habitantes.

LUNA. Ni bestias ni hombres, pues no sé qué tipo de criaturas son ni los unos ni los otros. Además, no he comprendido ni una jota de bastantes cosas que me has insinuado, creo que a propósito de los hombres.

TIERRA. Pero ¿qué tipo de pueblos son los tuyos?

LUNA. Muchísimos y diversísimos, que tú no conoces, como yo no conozco a los tuyos.

TIERRA. Esto me resulta tan extraño, que si no lo oyera de ti misma, no lo creería por ninguna cosa del mundo. ¿Has sido conquistada alguna vez por uno de los tuyos?

LUNA. No, que yo sepa. ¿Cómo?, ¿por qué?

TIERRA. Por ambición, por codicia de lo ajeno, con las artes políticas, con las armas.

LUNA. Yo no sé qué quiere decir armas, ambición, artes políticas, en definitiva, nada de lo que dices.

TIERRA. Pero es cierto que, si tú no conoces las armas, al menos conoces la guerra, porque, hace poco, un físico de aquí, a través de ciertos catalejos, que son instrumentos hechos para ver muy lejos, ha descubierto en ti una hermosa fortaleza, con sus bastiones erguidos, lo que significa que tus gentes se sirven, al menos, de los asedios y de las batallas campales.

LUNA. Perdona, señora Tierra, si te respondo con más libertad de lo que quizás convenga a una súbdita o sirvienta tuya, como soy yo. Pero, verdaderamente, tú me resultas más que vanidosilla si crees que todas las cosas de cualquier parte del mundo tienen que ser conformes a las tuyas, como si la naturaleza no hubiera tenido otra intención que copiarte exactamente por todos lados. Digo que estoy habitada, y tú deduces que mis habitantes tienen que ser hombres. Te advierto que no lo son, y tú, a pesar de admitir que son otras criaturas, no dudas en que tienen las mismas cualidades y las mismas suertes que los tuyos, y me alegas los catalejos de no sé qué físico. Pero, si estos catalejos no ven mejor otras cosas, creeré que tienen la vista tan buena como tus niños, que descubren en mí ojos, boca y nariz, cuando ni yo sé dónde los tengo.

TIERRA. Entonces, tampoco será verdad que tus provincias estén provistas de calles largas y limpias, y que estés cultivada, cosas que desde Alemania, cogiendo un catalejo, se ven claramente.[45]

LUNA. Si estoy cultivada, no me doy cuenta, y mis calles no las veo.

TIERRA. Querida Luna, tú tienes que saber que soy de pasta burda y tengo la cabeza de chorlito, y no es una maravilla que los hombres me engañen con facilidad. Pero puedo decirte que, si los tuyos no se preocupan por conquistarte, no siempre, sin embargo, estuviste libre de peligros, porque en diversos tiempos muchas personas de aquí tuvieron la intención de conquistarte y, para ello, hicieron muchas preparaciones. Sin embargo, subidas a lugares altísimos y alzadas sobre las puntas de los pies, y extendiendo los brazos, no pudieron llegar hasta ti. Además de esto, desde hace no pocos años, veo que espían minuciosamente todas tus partes, que trazan mapas de tus países, que miden las alturas de tus montes, de los que sabemos hasta los nombres. De estas cosas, por la buena voluntad que te tengo, me ha parecido conveniente avisarte, para que tú no dejes de proveerte ante cualquier eventualidad. Ahora, pasando a otro asunto, ¿te molestan los perros que te ladran? ¿Qué piensas de los que dejan a los demás a la luna de Valencia?[46]  ¿Eres hembra o macho?, pues antiguamente hubo opiniones diversas.[47] ¿Es verdad que los árcades existieron antes que tú?,[48] ¿que tus mujeres, o como yo las deba llamar, son ovíparas, y que uno de sus huevos cayó aquí no sé cuándo?,[49] ¿estás horadada como las cuentas de los rosarios, como cree un físico moderno?, ¿estás hecha, como afirman algunos ingleses, de queso fresco?,[50] ¿es verdad que Mahoma,[51] un día o una noche, te partió por la mitad, como una sandía, y que un buen pedazo le resbaló dentro de la manga? ¿Cómo puedes estar a gusto encima de los alminares? ¿Qué te parece la fiesta del bairam? [52]

LUNA. Sigue así, que mientras tú sigas así, no tendré por qué responderte ni abandonar mi acostumbrado silencio. Si te apetece entretenerte con habladurías y no encuentras más materias que estas, en lugar de dirigirte a mí, que no puedo entenderte, será mejor que los hombres te fabriquen otro planeta que dé vueltas a tu alrededor y que esté compuesto y habitado como tú. Tú no sabes hablar más que de hombres y de perros y de cosas similares, de lo que yo sé tanto como de ese sol grandísimo, alrededor del cual oigo que gira el nuestro.

TIERRA. Verdaderamente, cuanto más me propongo, mientras te hablo, abstenerme de referirme a mis propias cosas, menos lo logro. Pero, de ahora en adelante, tendré más cuidado. Dime, ¿eres tú quien se divierte llevándote hacia arriba agua del mar, para luego dejarla caer?

LUNA. Puede ser. Pero si yo te causo esto u otra cosa, no me doy cuenta; del mismo modo que tú, según creo, no te das cuenta de las cosas que ocasionas aquí, y que deben de ser tanto más grandes, cuanto mayores son la grandeza y la fuerza con que me superas.

TIERRA. De lo que te ocasiono no sé sino que, de vez en cuando, te quito la luz del sol y a mí me quito la que tú me das, y además, que te doy mucha luz en tus noches, pues a veces la veo en parte.[53] Pero me olvidaba de una cosa que importa más que las demás. Quisiera saber si verdaderamente, como escribe Ariosto, todo lo que cada hombre va perdiendo, como la juventud, la belleza, la salud, las fatigas y los gastos que se acarrean con los estudios para ser honrados por los demás, para conducir a los niños a las buenas costumbres, para hacer o promover instituciones útiles, todo sube hasta ti y ahí se recoge, de modo tal que ahí se encuentran todas las cosas humanas, excepto la locura, que no se separa de los hombres.[54] En el caso de que esto sea verdad, me imagino que tú estarás tan llena, que ya no te quedará lugar libre, especialmente, si tenemos en cuenta que, en los últimos tiempos, los hombres han perdido muchísimas cosas (verbigracia, el amor a la patria, la virtud, la magnanimidad, la rectitud) y no solo en parte, o algunos de ellos, como en el pasado, sino todos y por completo. Pues ciertamente, si no están ahí, no creo que se puedan encontrar en otra parte. Por ello, quisiera que hiciéramos entre las dos un pacto, por el cual tú me devuelves ahora, y luego poco a poco, todas estas cosas; de las cuales, pienso, a ti misma te alegraría verte despejada, máxime de la cordura, que creo que ocupa ahí un grandísimo espacio, [55] y yo haré que los hombres te paguen todos los años una buena suma de dinero.

LUNA. Otra vez con los hombres; y a pesar de que la locura no se aparta de tus confines, como afirmas, quieres enloquecerme a toda costa y hacerme perder el juicio, mientras buscas el de aquellos, el cual yo no sé dónde está, ni si se ha ido o se ha quedado en alguna parte del mundo; sé bien que aquí no se encuentra, como tampoco se encuentran las demás cosas que pides.

TIERRA. ¿Al menos sabrás decirme si ahí se estilan los vicios, los crímenes, los infortunios, los dolores, la vejez, en definitiva, los males?, ¿entiendes estas palabras?

LUNA. Oh, estas sí que las entiendo; y no solo las palabras, sino también sus significados, los conozco de maravilla, porque estoy completamente llena de ellas, y no de las que tú creías.

TIERRA. ¿Qué prevalecen en tus pueblos, las virtudes o los defectos?

LUNA. Los defectos, con gran diferencia.

TIERRA. ¿De qué tienes más abundancia, de bienes o de males?

LUNA. De males, sin comparación.

TIERRA. Y, generalmente, tus habitantes ¿son felices o infelices?

LUNA. Tan infelices, que yo no me cambiaría ni por el más afortunado de ellos.

TIERRA. Lo mismo sucede aquí. Así, yo me maravillo de que siendo tan diferente a mí en las demás cosas, en esta seas igual.

LUNA. También en la figura y en el modo de girar y en el hecho de estar iluminada por el sol soy igual que tú, y no es mayor maravilla esta que aquella, porque el mal es cosa común a todos los planetas del universo, o al menos a los de este sistema solar, como la redondez y las demás condiciones que he nombrado, ni más, ni menos. Y si tú pudieras alzar tanto la voz, como para ser oída por Urano o por Saturno, o por cualquier otro planeta de nuestro sistema, y les preguntaras si en ellos existe la infelicidad, y si los bienes superan o ceden a los males, cada uno de ellos te respondería como he hecho yo. Digo esto porque les he preguntado lo mismo a Venus y a Mercurio, planetas de los que estoy, a veces, más cerca que de ti, del mismo modo que se lo he preguntado a algunos cometas que han pasado por mi lado, y todos me han respondido como he dicho. Y pienso que el mismo sol y cada una de las estrellas responderían lo mismo.

TIERRA. A pesar de todo ello, yo tengo mucha esperanza, y máxime hoy que los hombres me prometen mucha felicidad para el futuro.                 

LUNA. Espera cuanto gustes, y yo te prometo que podrás esperar eternamente.

TIERRA. ¿Sabes qué pasa?, estos hombres y estas bestias hacen ruido, porque en esta parte desde la que te hablo es de noche, como ves, o quizás no lo veas, de modo que ellos estaban durmiendo; y con el estrépito que formamos al hablar, se despiertan con mucho miedo.

LUNA. Pero, aquí, en esta parte, como tú ves, es de día.

TIERRA. Ahora yo no quiero ser quien cause el temor de mis gentes, ni quiero romperles el sueño, que es el mayor bien que tienen. Ya hablaremos otro día. Adiós, pues, buenos días.

LUNA. Adiós. Buenas noches.

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[41] Compuesto en Recanati, entre el 24 y el 28 de abril de 1824.

[42] Astrónomo francés (1732-1807), que publicó un catálogo en 1801, Historia celeste, que contenía detalles de casi 50.000 estrellas, y que redactó los artículos de astronomía de la Enciclopedia. Leopardi comentó dicho catálogo en Hist., II.

[43] Astrónomo holandés (1564-1617). Ib.: «La cuestión de la pluralidad de los mundos puede considerarse la más famosa y la más insoluble de todas las cuestiones, aunque el loco de David Fabricius advirtió que ya la había resuelto, al decir, como refiere Vitali, haber visto con sus propios ojos a los habitantes de la luna.»

[44] Famoso argonauta por su vista penetrante.

[45] “Véanse, en las gacetas del mes de marzo de 1824, los descubrimientos atribuidos al Sr. Gruthuisen.” (N. del A.) Y en una anotación: «Gaceta universal, Baviera, Munich, 18 de marzo de 1824: El prof. Gruthuisen, de esta ciudad, y cuyas investigaciones selenográficas son conocidas […], ha hablado, en los referidos anales y posteriormente, del descubrimiento hecho por él, gracias a unos telescopios de Fraunhofer, de un edificio colosal similar a una fortaleza, situado casi en el ecuador de la luna, con los bastiones erguidos […]. Además se ha sabido que ha descubierto también muchísimas calles muy bien construidas, signo evidentísimo de una cultura en la superficie de la tierra […]»

[46] Leopardi alude al dicho «fare vedere la luna nel pozzo» (hacerle ver a alguien la luna en el pozo), cuyo significado es ilusionar, engañar.

[47] “Macrobio, Saturnal. lib. 3, cap. 8. Tertuliano, Apologet. cap. 15. Era venerada la luna incluso con nombre masculino, es decir, del dios Luno. Sparziano, Caracall. cap. 6 y 7. E incluso hoy, en las lenguas teutónicas, el nombre de la luna es de género masculino.” (N. del A.)

[48] “Menandro retórico, lib. 1, cap. 15 en Rhetor, graec. Veter. A. Manut. Vol 1, pág. 604. Meursio, ad Lycophron. Alexandr. opp. ed. Lamii, vol. 5, col. 951.” (N. del A.)

[49]  “Ateneo, lib. 2, ed. Casaub. p. 57.” (N. del A.)

[50] «That the moon is made of green cheese.  Proverbio que se aplica a los que dan a entender cosas increíbles.” (N. del A.)

[51]  “Antonio de Ulloa [científico español, 1716-1795]. Véase Carli, Cartas americanas, par. 4, to. 14, p. 313 y siguientes, y las Memor. encicloped. del año 1781, reunidas por la Sociedad literar. de Bolonia, p. 6 y siguientes.” (N. del A.)

[52] Fiesta que se celebra al final del Ramadhan, en honor de la luna nueva.

[53] “Véanse los astrónomos que hablan de esa luz, llamada opaca o cenicienta, que se ve en la parte oscura del disco lunar cuando es luna nueva». (N. del A.)

[54] Cfr. Orlando furioso, XXXIV, octava 73, » El paladín no se quedó a recuperarlo todo / pues no había subido a tal efecto. / Fue conducido por el santo apóstol / a un valle, entre dos montañas, / en el que maravillosamente se guardaba / lo que perdemos, ya por nuestra culpa, / ya con el tiempo o la fortuna: / lo que se pierde aquí, allí se junta.»

[55] Ib., octava 82, vv. 5-8: «Luego llegó a lo que creemos tener, / pues nunca hicimos voto a Dios para obtenerlo; / me refiero a la cordura, y de ella había un monte, / él solo bastante más grande que las demás cosas referidas.»

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