Página dedicada a mi madre, julio de 2020

[I. IV]  AÑICOS

(Límite. Repatración. Tregua. Desierto. Caricia. Refugio.
Prosa para… Deriva. No sé cómo es. Preguntas. Fuga)

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[I. IV. I] LÍMITE

– Hay angustias rápidas-vastas como betún de nubes sobre los valles.

– Avanza, avanza… ¡Avanza!, y todo es negro. – Todo es claro, todo es negro; todo es día, todo es noche. Es noche. Es día. Es claro… es negro… ¡Es negro y oscuro!

– Así es claronegro, claronegro por los jadeantes crepúsculos, oprime la respiración el obtuso cielo de la impotencia, y todas las salidas son barreras siniestras, ¡todas!

– Es como un martillo, la obsesión, el aguijón, como un martillo sordo el insoportable aguijón de la maldición.

– Hay, hay angustias rápidas-vastas, betunes de almas, martillos locos que más allá, fuera, más allá me extraen el resuello de los desfiladeros y las aberturas de la sombra.

– Entonces, por la sombra crepuscular (¡avanza, avanza!)… entonces, claras negras en la sombra (¡traga, traga!)… más allá de las barreras de lo imposible son posibles las posibilidades más imposibles.

– Paso los pasos de la realidad: – son lenguas de algas vuestras anclas, son soplos-brisas vuestros muros, toda prisión se ha desencadenado, se ha excarcelado la libertad.

– Ahora se encrespa la irrealidad, ahora se desata la esclavitud, ya no hay ley, no existe mi padre, no existes tú, ahora se ha soltado toda la piedad: – rompen fiebres de terribilidad y está aniquilada la realidad
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– Hay angustias vastas-tragantes, hay betunes de sombras de cúmulos, que la locura desborda los diques (rompe, desborda, ¡es negra la crecida!), que la locura escarnece y desgarra, truena y gorgotea, ay de mí.

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[I. IV. II] REPATRIACIÓN

– Cuando con los negros vuelos, abismo silente, regreso nocturno de los Límites

– tiene el pecho jadeos roncos lentísimas olas, y son oscuros, los ojos, pozos de extravío.

– Turbio en la agonía, mi cuerpo es enorme como más allá del fin de un profundo mundo en el mar de las brumas.

– Penden los densos soplos por el lúgubre Himalaya de las moribundas incertidumbres, e islas sumergidas rompen silenciosas-vastas o las cumbres o las nieblas.

– El universo de las angustias está tendido entonces por la siniestra inmovilidad; insensibles vuelos de insectos son las cataratas de los cataclismos.

– Así los milenios flotan de los tenebrosos lutos, la vida es en los abismos una apenas-respiración de sueño…

– Pero, cuando con los negros vuelos, regreso nocturno-silente de las lejanías de los Límites, se levantan caricias levísimas brisas, y la dulzura se desanubla.

– Abunda a veces un llanto como tibia agua en el bosque; es buena la ruina como reconocimiento de amigo.

– Entonces están las cosas, país de después del exilio; palpo con la mano las colinas; el mar y las calles, perdido acaricio como los rostros que beso.

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[I. IV. III] TREGUA

– Los días de la resuelta desesperación con rostro de piedra, observo la obstinada inmovilidad.

– La voz que me habla viene del otro lado de la pared.

– Pero en el tranquilísimo puerto tras el ocaso el agua está brillante de madreperla; un vapor rojo y otro negro bajan, por los lisos reflejos, las líquidas serpientes.

– Las cosas alrededor son todas de pluma; se desliza a las orillas, y apenas la sientes, una sola pequeñísima concha.

– Entonces, es como cuando ha llovido, y el mundo enseguida parece nuevo.

– Se forman dentro los pacíficos desleimientos, y si me tiendo, la mansa ola que apenas sopla aparece en la siesta, cuando el perro, agazapado, me mira, y, bueno, respirando me lame.

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[I. IV. IV] DESIERTO

– El tiempo de la adolescencia estuvo lleno-colmado de cálida amistad, – cuando yo era tierra de Américas rica en la que cada uno, ávido, señalaba su trozo.

– ¡Adolescencia primavera-fervor de toda posibilidad! Eres como un bosque; populosa ciudad. ¡Todas las calles son buenas, todas las metas!, y todos los que te encuentran se agolpan, ahí recorren buscan la suya.

– El valor de toda idea era entonces ser bandera: nos ceñíamos en fila, caminábamos en tropel; el entusiasmo era pan que se parte en la cena.

– No había ni tuyo ni mío; las casas, como los afectos, sin puertas: abrazo, nuestra suerte, y quererse bien, respiración. Hubo amigos como celosísimos amantes (hubo odios y rupturas). Devociones hasta la ceguera.

– Pero ¡bueno sentir en la oscuridad latir los corazones, bueno el amor, fraterno el gentío! Pulula el mundo, no hay arenas de desesperación. – El tiempo de la adolescencia estuvo lleno (ay de mí) de cálida amistad…

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[I. IV.V] CARICIA

– Los repugnantes tiempos que la disgregación-derrumbe de los abandonos me ha lanzado, inerte, en el inmóvil cieno del negro disgusto,

– apagadas olas, llegan a veces las lentas tardes de la melancolía, y voy callado por las sombras, y todo está olvidado.

– Casi en dulzura, dentro se elevan los ralos gemidos como el nocturno canto del autillo.

– Me enlazas entonces sin palabras, te apoyas entonces tan levemente, que apenas te siento, apenas… ¿Quieres decir que estás?

– Pero vuelvo despacio de la lejanía, pero toco despacio el dulce rostro, miro los fieles ojos que me miran.

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[I. IV. VI] REFUGIO

– ¡Qué puntas de cuchillas son los ojos que encuentro! A veces veo sarcásticas las sonrisas-saludos.

– Como los galeotes rasurados me desgasto consternado contra las paredes y choco en todas las aristas.

– Perdido llego entonces a tu serena verja como a un verde puerto, en el más allá;

– pero entro perdido entonces por tu verde verja como en el tranquilo puerto de la serenidad.

– El fresco frescor de casa está ahí, eres como el agua clara que se agita allí en la playa.

– ¡Tanto, tanto me inundas en la claridad, que ya no siento el vil visaje del mundo!

– Hablas tan al detalle de cosas niñas, todas nuevas y pequeñitas, que las viejas y oscuras, lejanas, me parecen de un mundo que fue.

– La historia-gorjeo de tu verderón, verde y amarillo, que, colgado en la pared, llama a los pájaros al otro lado del jardín, tan enamorado, tan desolado en su reclusión,

– ¡está bien, oh, está bien la triste historia que ya no recuerdo!

– tu trébol cuadrifolio en su jarroncito, tan delicado, tan ceñido de color leonado y verdoso, que por la noche cierra las alas de mariposa en su tallo alto y desnudo,

– está bien la negrura con cizaña que ya no arranco.

– Ahora el dolor fue; ya no cuenta para mí; sobre los jardines, en el azul, es como un vago humo que forma un penacho, – o es poco más que la sombra (un poco negra), de esas nubes de sol de allí.

– Ahora también yo sonrío en la claridad, pues tengo un tesoro que eres tú, un puerto claro-tranquilo más allá, una serena ribera entera para mí, risa-refugio aclarada por ti, callado se la ocultaré a aquellos de allí.

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[I. IV. VII] PROSA PARA…

– Tus preguntas son los por qué de los niños: el agua de la fuente con sus musgos te hace sentir sed, y enseguida sumerges la mano. Entonces, el agua del mar, siendo tanta, me preguntas, por qué no sientes ganas de beberla.

– Pero en el agua del mar esas culebras blancas cuando hay bonanza, y el fondo, desde la cima de los escollos, lo ves como es, incluso te gustan, pues nunca descansan.

– Sin embargo, las cosas que te gustan son las que ya están y ya no están: la espuma que ríe… ¡y llega de nuevo el azul!

– Las pompas de jabón cuando las hace la niña del jardín de arriba, ¡tan brillantes-ligeras, tan calladas-mariposas!, las sigues con la respiración suspendida y cuando de pronto estallan aplaudes.

– Las alegrías imprevistas cuyo porqué ignoras, con ellas te elevas y centelleas; pero es más de tu gusto esa risa serena de cuando has llorado, y yo te acaricio.

– Las lágrimas sin razón cuando no hay nadie, y luego llego, y tienes los ojos como el rocío y el pañuelo escondes, son las mejores, lo sé, y el corazón está enseguida como cuando ha escampado.

– Hay días de lentas melancolías, con la mano en la mejilla, en tu asiento, pero tan dulces, pero tan leves, que la golondrina salta a tu lado con su grito que punza y fuera se las lleva.

– Las cadencias lejanas de las canciones, que se oyen, no se oyen, enseguida te paras a escuchar. ¿Crees que no sé que te hace llorar, sola en tu lecho, cuando susurros llegan de noche bajo las ventanas, y la serenata se eleva?… – como un murmullo se eleva, como un murmullo se va.

– Las cosas que te gustan son las que ya están y luego ya no están; los llantos que inventas al piano son preguntas breves, susurros de noche, lamentos de brisa, y las dices repites tú misma toda una tarde, porque respuesta no hay. Las teclas blancas y las negras apenas apenas las tocas; entonces, si entro, contengo la respiración, camino para no despertar.

– Esa música tan primavera, canto de ángeles para desmayar, al alba de pascua rocío la música que dice en el Fausto: «¡ahora la naturaleza se despierta al amor!» una vez me dijiste que es la más hermosa, que justo todos los jardines florecen.

– Pero las músicas que buscas tú misma, cuando en el huerto te escucho (vienen por sí mismas, ¡no se sabe cómo!), mueren de dulzura enseguida, está detrás la invasión del ansia. Son como luciérnagas, las enciendes y las apagas, las cuelgas de un hilo brillante en el infinito. – Son esas perlas de nubes sutiles, soplos del iris, perlitas de velo en el atardecer sereno aquí y allí, que, así es, te giras, y ya no están.

– Qué soplo, qué iris-soplo eres, y cristal sutil, y así me causas el vértigo de la fragilidad. – Pero la razón por la que te amo es que a veces dilatas los ojos por desesperada pasión, y la muerte pasa cerca. Dices entonces con voz turbada: – ¡Abandóname! Hazme daño para que me pierda. ¡Golpea la cabeza en la pared! Quiero desesperación.

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[I. IV. VIII] DERIVA

– Me gustan los indolentes mediodías en que una lentísima cantilena te acompasa la siesta, y excavaciones desiertas son las plazas en fulgores.

– La impalpable niebla adormece colinas y marinas con una blanquecina melancolía: parece que todo se acuna en una plácida cuna de insensibilidad.

– Armo entonces despacio la vela que cuelga y sin aliento de aliento, inmóvil me deslizo en la inmovilidad.

– Se agitan suspiros de liquidez, flotan las horas de la eternidad, blando lento todo se deshace, y en lisos silencios de impasibilidad se va no se va.

– Son las playas más allá de los pensamientos, son los horizontes más allá de toda meta (sueltas las escotas, dejas el timón, la vida abandonas…), dónde se está nadie sabe ya, dónde se va nadie sabe ya, qué se quiere nadie sabe ya, que el mundo exista nadie quiere ya. A la deriva, sin memoria, sin respiración, suspendidos en nada se va no se va, por la indolente insensibilidad.

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[I. IV. IX] NO SÉ CÓMO ES

– Cuando por la noche me acuesto, ¡es tan plácida la sombra y tan bueno el sueño! Pero ¿ahora cómo es?, ¿ahora cómo es? En la oscuridad, un gemido se dilata con fríos escalofríos.
No sé cómo es: ¡en la nada negra, un gemido!

– A veces al caminar se hacen pacíficos discursos; y me digo sereno: «Somos dos amigos». Pero ¿ahora cómo es?, ¿ahora cómo es? Ríes de improviso con una risa extraña, y no sé quién eres.
No sé cómo es; pero ¡no sé quién eres!

– ¡Hay lugares sobre las colinas tan hermosos y tranquilos! Me tranquilizan el jadeo, me dan un descanso. Pero ¿ahora cómo es?, ¿ahora cómo es? Se deshacen inquietos, no los encuentro; – ciénaga móvil, se han hundido.
No sé cómo es: ¡han cambiado pavorosamente!

– Ni triste ni alegre parece conocerme: – vivo mis días. Soporto la ida y duro la duración; a alguien amo. Pero ¿ahora cómo es?, ¿ahora cómo es? Rompo cadenas, lo tiro todo, soy quién sabe quién, – ya no amo.
No sé cómo es; lo dejo todo, ¡ya no amo!

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[I. IV. X] PREGUNTAS

– ¡A veces vamos tú y yo con paso tan decidido por la calle! Callados, tu rostro está abstraído: no se ve a la gente, y se va derecho.
Intrépida la resolución, cadencia cercana ¡uno dos, uno dos! Estamos plenos y de acuerdo: estamos listos.
– Pero ¿listos para qué?

– En la puerta de casa, la carcajada de la campanilla desgarra alguna vez, tan imprevista, la tensísima pena del ansia. ¡Es para mí, es para mí! Pero nunca es para mí.
En el tic-tac de la fiebre, la hora que toca parece siempre, en el desaliento, la mía. – Pero ¿hora de qué?

– Me toma a veces al salir a los crepúsculos por las calles conocidísimas el raro deseo de la aventura. – Enseguida tiro mi nombre y estoy desligado; a mil millas expatriado, ¿y quién se acuerda de ti o de mí?
Espero entonces lo inesperado, busco y rebusco y voy, quiero ver qué es. – Hay calles, hay abajo un puerto, hay barcos, hay moles; y sobre las moles, el horizonte. Pero, en el horizonte, ¿quién sabe luego qué hay?

– Los países con los que sueño de noche no han existido nunca. Regreso cada noche, y nunca han existido. Son países de nunca, ¡todos de sombra y de lamentos! Y con ellos sueño casi cada noche, ¡quién sabe por qué!
He aquí: ¡entro de noche y espero un qué!… Hay una calle callada, y al fondo… no sé qué: lo persigo siempre, pero no sé dónde está. – ¡Así es! ¡Así es! Todo se queda ahí como es, parece que inerte espera lo que es. – Solo yo, solo yo, la angustia me atormenta, ¡no sé de qué!

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[I. IV. XI] FUGA

– Las pavorosas calmas de la inmovilidad, pues mágico el mundo parece un vano reflejo de lago: ¿es, no es?, y la respiración está suspendida,

– imprevista las arrastra la ráfaga que surge y el jadeo de los espacios aullando expulsa.

– Huye la blanquísima espuma, innumerable risa; hacia los ponientes entonces triunfa en regios cabeceos el barco más nuevo.

– Manos en concha, pronto, a la boca: ¡Barco mío, barco, oye!, ¡barco mío, eh, barco! – Brillan en las aguas los flancos negros: justo escucho su enjuague, justo sus jarcias cuento… ¡con un salto, entonces, por la borda lo aferro! Sobresalen hinchados los palos y huelo alquitrán. – Así me tiendo en cubierta y dejo que vaya.

– ¡Adiós, adiós, a vosotros, boca abierta allí! ¡Adiós al padre, a la madre, a los amigos, a la amante!, prisiones decrépitas, viejísimo mundo. Boca arriba me tiendo en cubierta y, entre castillos de velas, las nubes locas huyen.

– ¡Oh, mira!, ¡y creían que me habían cazado! Con letras de afecto, compañeros de costumbre, me trataban con crédito y deuda. Pero el efecto es un globo de amapola, ¡y el viento se lo lleva! Tan fuerte crepitan, tan tensas gimen las velas cangrejas y los foques, que vuestros débiles gritos allí abajo, pañuelos agitados, ya nadie los escucha. ¡Adiós, adiós!

– ¡Qué estrépito el mar, qué baile en las bordas! La llanura turquesa se eleva y se inclina; surcamos una estela de espumosa alegría, y vamos desgreñados.

– Todos están desgreñados, el universo se ha liberado, todos los esclavos se han desencadenado; la gaviota grita ¡eh!, y la marinería canta ¡oh!

– Entonces llega el más allá, veo orillas con ciudades, corre el mundo por aquí: llega España, llega Australia, pasa la India con el Ganges, ya veo el Himalaya (¡quién piensa en vosotros allí!), todo selvas, todo brisas, es el país-libertad.

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