[I. VIII] SUSURRO AL ANOCHECER
– ¿Y qué quieres decir? Ya todo está dicho. – Vamos juntos por la tarde tranquilos, callados, – como en una cuna de bondad.
– Sin embargo, no digas nunca esto, es un enredo, amigo. No sé qué obstáculo hay, dentro, que no deja hablar.
– Porque, si dices, es un poco de borrachera, uno se consume con facilidad; pero, luego, en el vacío, lo hiere el tormento.
– ¡Oh, si lo sé! Se sufre entonces la profanación… Las cosas hondas no se pueden decir. Solo se dicen las inutilidades.
– ¡Y claro, la desesperación no se puede contar! Hablamos, reímos, en fin hacemos lo que a los otros más les importa: joviales giramos en torno a la esencial oscuridad…
– ¡Oh, amigo!, y este es el mal atroz de la soledad en medio de los hombres. – Qué insoportable sufrir ser siempre como a los otros les importa, y no poder olvidar, no poder hablar nunca.
– Y entonces, ¿qué quieres decir ahora? Todo está dicho. – Vamos tranquilos por la tarde juntos, en esta callada cuna de bondad.