Página dedicada a mi madre, julio de 2020

[IX] CÍRCULO

En cuanto al día, ¡demasiada esta luz!, aturdido revoloteo como el reclamo. Por aquí y por allá, hacen una loca mascarada los hombres las cosas: ¡choco contra ello como contra aristas! ¿Y qué soy yo aquí en medio? Uno que se se resiste a llorar. Todo golpes y angustia, busco así las esquinas y las calles desiertas.
Mi día, lo paso suspirando por la noche.

– Pero, ¡solo, de noche!, ¿y quién puede velarla?, cuando se desvendan todas las llagas. Para que no se vea está la oscuridad, este rostro mío de muerto; y el sueño está para no sentir más.
Pero, relajado, se retuercen todas las vísceras; toda vergüenza desanida, cuando ya no mando. Entonces, el mundo causa horror: una carcasa que bulle. Entonces, el mundo profundo es una llaga profunda, y causa horror y piedad.
Así la luz oculta: es una venda; pero ¡el sueño apenas es opio, para esta gangrena! – Mi noche, ansioso la paso suspirando por la aurora.

– ¿Con qué deseos, pura, tiembla la aurora, siempre surgiendo de nuevo? ¡Desde la profundidad, he aquí a Lázaro, cada mañana! Fresco enseguida el corazón, como las cosas es de perla; vírgenes son como de un niño sus miembros. – Claro el ruego, entonces, se vierte como la fuente; corro a mirar los objetos (¿son de aire?), uno a uno; pronto, una a una, las plantas con palma amorosa palpo: ¡están vivas! Las brillantes hojas beso. ¡Oh!, ¿de nuevo aquí, tú, sueño?, ¿de nuevo aquí, realidad?
Tiempo de germen, o aurora de esperanza, ¿tu promesa no es cumplimiento?, tu clara flor, más dulce que un fruto. – ¡Oh, que nunca madurara tu fruto!; ¡que, siempre suspendida, la serena espera durara por siempre!
Pero el día que está en la aurora siempre es el esperado; siempre, ¡ay de mí!, en la aurora tengo la certeza de un día.

– Así, por la viva mañana, es ágil ir; ¡ser el nuevo dueño del nuevo jardín!
Rápido, con ojo cordial, inspecciono la vida; para decir: «¡está bien!”. Por las calles arriba, abajo, las manos que estrecho son sellos; los discursos que oigo son persuasiones. Entonces, las risas, los idilios, la gente que va, las tareas; los coches, los mercados, el húmedo cielo entre los techos y los serones llenos de frutas son palabras abiertas; los ojos, los corazones, los secretos, todos son claros porque la brisa respira; los enredos del mundo recorro como los líos de las callejas.
¡Oh, mañana feliz, colmena! Leer la obras, son como juegos; como una risa de plata, ¡se le escapan al hombre!
Sin preocupaciones, mañana, cuando serenos vamos y no preguntamos por la meta; ¡oh, mañana niña, qué pronto te enojas!
Así, ceñuda, presumes de grande: ¡apenas saludas con una señal al confuso compañero!, y la alegría está lejos como el tiempo de escuela. Hasta que opaca, toda dolor, lo que haces es orden; dices: «¡esto es de verdad!», golpeando me dices: «¡cada uno por su camino!»

– Entonces, la calle que cojo, lento, es la mía; tranquila, entre los muros de los huertos, un haz de cañas, susurrando, nos espía: las corolas de las rosas, blancas, aquí y allí, se deshojan abajo; – y va hacia el camposanto. Cuando, lentamente, llego, no entro, me tiendo, hace buen tiempo, esperando al sol, callados, estar allí. – Es el silencio tan nítido, que un trino lo hiere; y el aire está limpio. Las laderas de las colinas, los olivos, tranquilos, forman un seto: – ¿qué hace el mundo!, se agolpa más allá. Si, vago, lo miro con los ojos de hoy veo el día de ayer.

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