Página dedicada a mi madre, julio de 2020

LIV

Las cimas caen; el fango sube; un universo plano se cumple.
Desprecia – Tíbet – nuestra bajeza.
Toda la tierra se desprende; todo deseo tendido se ablanda.
¿El abrazo vale como esa caricia?
¿Dónde está pues lo alto y lo puro cuando el más Grande se rebaja:
Cuando el pueblo se hace así mi «rey»?
La pulpa babea en la piel de la antigua Esfera-maestra,
La tierra corre al desorden.
Pues ya no hay en los cielos sometidos temibles dioses vivaces, –
Ni entre todos nosotros esos héroes
Que llevan vida ardiente al combate personal con gran audacia
Sino millones de números.
¿Qué se vuelve en todo ello lo Diverso, señor de toda la alegría en el mundo?
¿Qué hace el Otro, tan imperioso?
– Último rey no desposeído; último monarca del Alto-Mundo,
Tíbet, por este poema elogioso,
Te ordeno Príncipe de los Picos. Te franqueo de todos los demos.
TE hago tu propia diadema.

.

LV

El gesto está hecho: el fin está ahí: he tocado con el pie el misterio:
He dicho lo que sabría no ser dicho.
Me recobro y te abandono llevándome tu Relicario…
¡Truena abajo!, en lo Prohibido.
Tras haber ido, vuelvo; tras haber caminado mucho, me detengo:
Riéndome ante tu dominación.
Este himno al deseo de las cumbres puras se resuelve ante la cresta
¡Estallan los votos de negación!
¡No entraré ya en To-Bod! ¡No obtendré nunca, ni incluso en sueño,
Lhasa, metrópolis de los Espíritus!
Tu viento de gloria y tu proyección, toda tu presencia sin tregua
¡Mi cuerpo sabrá su olvido!
Ya no hablaré de ti – Una vez, sola, me enojo con tu cielo
Conociendo lo extraño de tu presente.
Pero me has marcado el rostro con la mirada de quienes te han visto
Ya nunca volveré a verte.
No sabré nada de tu ser… sino que eres castillo en tu cielo,
No moriré bajo tu cielo.

.

LVI

Cuando todos tus monjes hayan muerto; cuando lo Diverso esté aplastado,
Cuando ya nada sea supremo;
Y To-Bod ya recorrido; y la misma Lhasa acabada,
Poyoul catastrado al decámetro,
– Si un hombre está ahí, solo un hombre para escalarte y alabarte,
A pesar de la espantosa atonía.
Haz entonces, – oh, Tíbet paciente, Tíbet que sufrió demasiadas                                          [múltiples afrentas,
Que él recuerde este canto,
Este poema, por ti solo y para ti provocado en sus secuencias
Este grito acompasado por tu potencia,
Con sus surtidores, sus frenesíes. – su ritmo-salto de escalador…
Y él, retomando estas cadencias,
Que mis secuencias sirvan para acompasar la marcha elástica de las                                   [jóvenes tibetanas perdidas…
Al son de los dísticos
– Haz entonces, en ruegos y gracias, como donante inmenso, – y don                                   [y demonio
Que en el verso último de los novenarios
Al pie de la última secuencia, – aquí, abajo, – aquí, en el rincón – de la                                  [escultura de tus montes,
Mi nombre, como un sello, se regenere.

.

LVII

Tras estos gritos, estos alaridos, estas imprecaciones orantes…
Una sola, un único voto: a tu imagen, Tíbet; en el nivel de los castillos                                         [sobrenaturales
Déjame erigir y adornar la pequeña estancia que todo hombre erige                                             [en él mismo,
O – bestia popular – no erige.
Menos alta que el Potala, que sea construida sobre su cresta…
Dentro, – con mantequilla de dulzuras, abundante y azucarada, cocida                                          [y místicamente madura,
Con sentencias más negras y más ricas, – estallido de golpes en el ojo                                             [cerrado, el brote…
Con su orquesta de voces monótonas, – pero amorosas, que rugen                                                   [al único demonio de amor
Con conjuros que despedazan para mis enemigos
¡Que sean, ellos, hechos pedazos!…
¡Que la morada de mi alma sea este himno tibetano!
Pero fuera, las ventanas y el techo puro…
Se abren de par en par a tus abismos
Tus cañadas, tus hondonadas, la anchura de este país,
Que escribiendo con la punta de mis dedos, pero temblando con palabras                                      [deshechas
Cogiendo y sacudiendo con mis manos tu inmenso sujeto, país de Bod
He intentado entrelazar como Poema este himno exutorio…
¡Otros, entre los hombres, han elegido dioses entre los hombres!
¡Ay! Tíbet, es en la faz de la tierra
Como, eligiendo su rostro más majestuoso, más expresivo,
Te he hecho, peregrino desalentado, la Altura, el Símbolo, – el Dios.

.

LVIII

El hombre se ha callado, cansado, ahíto, y se ha adormecido en el momento                                           [sordo:
– Oigo una música inhumana.
Un rumor que se hace canto: vasto ruido del que brota un himno:
¡Tíbet!, ¡bramas sin pausa!
Todo tu país habla: basta que cada pico arroje su nombre:
¡El gong truena alto sobre Tchombatch´ong!1
Es tu caos salmodiado: una asamblea de voces enormes
Basta que cada monte se nombre.
Estalla claro y roto el Tengri-Noor2 con voz mongola
Y azota la buena cítara china
Diciendo ¡Qinghai!, ¡Qinghai!3 y lanzándose hacia sus ídolos
¡Llueven los sonidos a plena voz!
En la tempestad monologa un instrumento macabro y hermoso
Arroja su único grito: ¡Jarakabo!4
Y los címbalos Shigatzé y Gyantsé5 con sarcasmo ríen sin tregua…
Todo un coro que nombra y el himno que glorifica…
Toda la tierra es un rumor y toda la (?) campana
¿Bod? ¿Bod? ¡Alto To-Bod! ¡País sonante! 

1. Tchombatch´ong: pequeña ciudad del noreste del Tíbet.
2. Tengri-Noor: véase nota 4 de la secuencia L.
3. Qinghai: provincia del norte del Tíbet.
4. Jarakabo:
5. Shigatzé y Gyantsé: ciudades del Tíbet.

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