XLI
Rápido, exaltador, exaltado, cogiéndote como un ave rapaz,
– ¡Toussaint de Bretagne y de Litang!1
Los ojos abajo, la barba al viento, gran escrutador de tu espacio
Con sus brazos tan cálidos luchando.
Con su voz gran escaladora que estalla de risa ante ti,
Ante ti, tan intenso y tan ferviente,
Que te asalta y reconquista al precio de la sangre como vampiro
Con pasos redoblados de ahora en adelante.
Desde Ladakh hasta…, de Hemis, de Kasgar, a Urga de Mongolia, 2
Va con una santísima locura.
Duerme en la silla, lee en el carro, bebe y cena en espíritu
Enjaezando su caballo de sueño.
Asalta la gran China … – bien aprendido…
Labrando hacia ti surcos sin tregua.
Para arrancarte en un instante el secreto de los milagros
– Lo he visto yo mismo, casi desnudo –
Volver junto a nosotros tras cumplir su oráculo:
Trayendo el manuscrito desconocido.
1 Gustave-Charles Toussaint, magistrado colonial francés y tibetólogo, tradujo Padma Bkai thang-Yi (Le Dict de Padma), cuyo manuscrito había hallado en un monasterio de Litang en 1911. En 1917 le mostró una copia a Victor Segalen. La secuencia siguiente está dedicada a dicho manuscrito, y la XLIV es una adaptación de un fragmento del mismo.
2 Ladakh y Hemis: respectivamente, región y ciudad de Cachemira. Kasgar: ciudad china al noroeste del Tíbet. Urga era el antiguo nombre de Ulán Bator, capital de Mongolia.
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XLII
El texto nuevo, helo aquí, – el Libro ancho, voluminoso,
Que pesa como un sueño de avalanchas.
Bajo la madera penetrado de rojo y rameado de amarillo viejo
Atrapando el pensamiento entre dos planchas
Como un techo cubre su palacio y se curva bajo la lluvia de aire
Sus letras bordeadas por el inflexible
Trazo, – (esta dura ceja – escrito de plata sobre un negro claro,)
Esas sobre las cuales se desata
De las que no sabemos si se trata de diosa o matrona o vampiresa…
Y viene el Título en lengua humana y hablada en otro tiempo
Perdida hoy, de Oddiyana, 1
«Noble Libro, – leemos después – de las Primeras Vidas de Liberación,
Padma Sambhava, de Oddiyana.»
Y leyendo el libro, encuentra las más maravillosas secuencias
Prometidas a quien hasta el final las murmura.
Y leído el Libro, se cierra su colofón místico
Donde vemos que es la versión litúrgica
En trazos de plata sobre fondo negro, la misma traducción «sin una sola [palabra que no sea pura», y mágica,
De un libro – perdido- «de hojas de oro».
1 Oddiyana: Pequeño reino budista del primer milenio (hoy al noroeste de Pakistán) donde, según la leyenda, nació Padma Sambhava.
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XLIII
Sigue: la secuencia en su Novena;1 que el Poeta pueda responder:
«¡Al espíritu futuro difundido ahí!»
Más monte que el Meru2 de los dioses; más palacio que el Potala,
He aquí el canto que no puede confundirse:
«Aparecido en el tablero del suelo de oro, buscó y no encontró el nombre
Banal del cuadrado de los campos terrestres.
Ardiendo en el fuego personal del arco iris, saber de la ciencia, buscó [y no encontró el nombre
Banal de las antorchas encendidas.
Oliendo el incienso todo puro, buscó y no encontró el nombre
Banal del estiércol y los vapores.
Irradiando en los astros claros de la ciencia del espacio, buscó [y no encontró el nombre
Banal del sol y de la luna…
Buceando en el cielo vacío y desnudo, más allá de contornos [desconocidos, buscó y no encontró el nombre
Banal del cielo de nuestra apariencia.
Embriagado con la bebida del éxtasis que sostiene, buscó [y no encontró el nombre
Banal de la sed propiamente dicha.
Tras comer en la carne ardiente del pensar magnífico, buscó [y no encontró el nombre
Banal del hambre propiamente dicha.
Vivo en la vida diamantina de la felicidad, buscó y no encontró el nombre
Banal del ocaso de los que envejecen.»
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1 Novena: palabra usada aquí con el significado de estrofa de nueve versos.
2 Meru: Monte sagrado. Para los tibetanos es el monte Kailash.
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XLIV
En fin, aquí estoy yo mismo, peregrino exhausto hacia Lhasa,
Yo mismo con todo mi deseo de conocer
Con mis manos y mis rodillas, con mi corazón debilitado por horrores, [laberintos e imposturas…
Vengo, el último, y no de aventura…
Te he reconocido, Tíbet-rey, – te he dedicado en metáfora
El vino del ánfora con más magia.
Ahí estoy yo mismo, gravitando, subiendo, escalando,
Te ofrezco, Tíbet, mis pasos errantes.
No al azar, no por amor a ti mismo,
Sino – solo, del cortejo penetrante…
No destinado a tu corazón de glaciares y de manteca y de figuras. –
Yo solo, camino de lo Diverso.
Hacia ti mismo alto, – hacia lo más extraño y lo más inaccesible…
Hacia Ella, a la que no llegaré.
Mis pasos hacia ti marcan los pasos, sobre sus flancos inflexibles,
Gloria y amor a la que no está.
Peregrino y busco a través de ti la conquista
De la Otra, de la otra de mirada de dios.
Así es como, simbolizando mi esfuerzo y alegría de súplica,
Puedo, con decencia, nombrarme en este lugar.
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XLV
Los verdaderos devotos de tu gloria sólida; los verdaderos peregrinos [de tu peso,
– Cárabos de triples patas delgadas, –
Son tus porteadores, que elevan pesos más pesados que los suyos,
Jadeando, tropezando entre los ásperos
Granitos o por los sílex rotos en los desvíos de tus torrentes…
Te ofrecen, Tíbet, sus fardos errantes.
A veces quietos, suspendidos, – no agotados, se apoyan
En el corto bastón que los alza.
Te llevan oscuramente su paciencia en una joroba,
Izando su ofrenda bien pesada.
Sea el caldero de hierro fundido – escarabajo sombrío – capuchón negro,
Llevan por tres a la vez,
Sea el té prensado en bloques de tabletas de veinte libras,
¡Y se cuentan catorce en sus espaldas!
Son chinos extranjeros. ¿Hay que seguirlos en su gesto?
¿Imitar esta rápida marcha?
Sin osar coger la carga de un hombre, he probado la de un niño
¡Y, pronto, me inclino hacia delante!
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XLVI
Pero, ante todo viajero, ante todo ser asentado en dos pies,
Provisto de un rostro y de palabra,
Por los diálogos chirriantes de tu paseo de glaciares
Subía la instintiva parábola.
No es el-que-ve-en-frente el que primero vio con su ojo
Tu surtidor más arduo que su orgullo.
Un hocico de antílope o de asno o boca virgen de hemión
O el oso desconocido de labia clara,
Muy auténticos peregrinos, más que el santo de Pordenone,
Lanzaron el sonido tejido de carne.
Ante todo hombre incluso blanco, – ante todo lama incluso negro,-
Un ciervo alterado fue en busca
A Lhasa que, entonces, no estaba, – y no vio nada, – pero el camino [estaba hecho,
Por él, animal sediento mientras muere.
¡Oh, Tíbet nuevo! Tus huéspedes puros y los más vivos de tus amantes
Fueron los mayorales de las grandes traíllas;
Las buenas sendas de hombres en ti siguen los pasos de estos animales [azorados
Que a beber iban bramándote.
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XLVII1
Pero más sutil que Hombres y Animales, el Sabio posee y tiene «En la [majestad del espíritu libre»,
Lo que riñones y muslos alternados,
Plantas blandas y patas duras conquistaron por virtud de Equilibrio…
Este cuyos deseos son bien nacidos,
Que en su corazón sube y… en el calor del glaciar que se une,
Se eleva en tu Reino de las Nieves.
¡Nieve mística: Himachal!, desdeñando toda otra.
Pienso, creo
En este gran mes culminante, Nivôse 2 de días seculares, en tu reino que [en fin me llegará
De tus nieves, – en este sueño dulce dentro de tus Nieves,
Sueño despertándose en tu muerte.
¿Qué último emigrante de nosotros, viajeros de sangre roja y piel clara
Se atreve, el primero, a ganar tu puerto?
¿Quién, pues, irá, singular, corriendo en tu sudario de investidura
A morir deliberadamente en Bot?
¡Que sobre todo descubridor y todo caminante rápido de aventura
Esté Él!, ¡que sea nombrado el Santo de Bot!
1. Esta secuencia es un canto al Himachal (la «nieve mística» del Himalaya) que reelabora creencias sobre su poder, especialmente el de salvar a quien la contempla. En los últimos versos, como en un canto fúnebre, esta «nieve mística» es a la vez sudario y beatitud.
2. Nivôse: mes del calendario republicano francés, del 21 de diciembre al 21 de enero.